Con motivo del informe de Pemex para la primera mitad de este año, se plantearon algunas cosas importantes. Una de ellas fue en el sentido de que el régimen fiscal de Pemex no es el apropiado.
En efecto, y como ya en otros momentos hemos dicho, ese régimen fiscal requiere cambios. Es, como se dijo, un problema de estructura fiscal que no estimula la eficiencia. Pero también se cobra a Pemex demasiado, aproximadamente 90 por ciento de lo que le quedó de utilidad antes de impuestos. Pemex, entonces, no tiene para una inversión como la que se requiere. Es más, se propicia su endeudamiento con tal que le quede más al fisco.
Un ejemplo de la mala estructura fiscal es el cobro adicional sobre precios del petróleo crudo adicionales al oficialmente previsto. Ya antes ésa había sido causa de impuestos mayores a los previstos, sobre todo porque últimamente las ``previsiones'' oficiales son ridículamente bajas, y desde que existen casi siempre le han atinado al revés.
Para 1997, la previsión oficial es de 14.50 dólares por barril, cuatro dólares menos que el promedio anual vigente en el momento en que esta cifra se hizo pública. En su momento dijimos que los precios podían bajar, pero que semejante caída era irreal, y los hechos lo están confirmando.
En los últimos meses ya se han alternado pequeñas alzas y bajas, y el mercado empieza a fortalecerse nuevamente. El promedio de las exportaciones de Pemex hasta junio es de 17.12 dólares por barril, casi tres dólares más que la previsión para el año. El resultado de semejante diferencia, aun si ésta se redujera un poco, es un cargo adicional para Pemex de más de 10 mil millones de pesos en este año.
Otro punto importante es el de las nuevas obras grandes de Pemex. El hecho mismo de que se emprendan representa un paso adelante, luego de muchos años de inversión muy reducida. Pero en algunos casos los proyectos específicos podrían ser mejores.
En materia de refinación de petróleo, no está a discusión la necesidad de plantas que mejoren la calidad de los combustibles y que aprovechen más íntegramente el crudo para combustibles de mejor calidad. Lo que pasa es que ello no basta para un abasto adecuado, a menos que ignoremos, ya no sólo el largo, sino también el mediano plazo. Ya importamos gasolina y otros petrolíferos, pese a ser un país petrolero. La instalación de nueva capacidad de refinación es una obra de años, y si ésta no se emprende podemos llegar a niveles de dependencia indeseables en un área estratégica. No es exacto, como se ha dicho, que con esto se vaya a producir más combustóleo, cuando que éste está siendo sustituido por combustibles de mejor calidad. Todos los planteamientos que conozco, especialmente desde 1994, expresan que la nueva capacidad de refinación sea integral, llegando hasta la coquizadora, y por lo mismo sin dejar combustóleo en el camino.
Precisamente el destino de los recursos que se dejarían de esquilmar a Pemex irían, en buena parte, a este tipo de proyectos encaminados a asegurar el abasto de energéticos para el país, por lo menos para el próximo sexenio. No es saludable que la economía nacional dependa de que alguien, desde el exterior, quiera o no cerrar una llave.