La Jornada domingo 10 de agosto de 1997

Horacio Flores de la Peña
Las elecciones/II y último

Es preocupante el momento político que vivimos. Entramos a un nuevo sistema político que no acaba de nacer, y sustituimos a un régimen arcaico y antidemocrático que se resiste a morir. Hay muchos intereses creados a través de 70 años de ejercicio y abuso del poder para que se puedan reconciliar con la nueva situación política del país.

Cuando se crea un vacío de poder puede surgir la desorganización y la inseguridad física, y se hace más evidente la ineptitud de las instituciones; esto aumenta el peligro de que el vacío político lo llenen los partidarios del orden y de la seguridad, aunque el costo sea un control represivo de la sociedad. La lucha será difícil y dura, porque en un régimen no democrático nada une tanto y en forma tan sólida como la complicidad compartida en actos de corrupción.

Después de casi 70 años en que se frenó toda forma de oposición política y democrática, se pierde la posibilidad de promover una movilización popular genuina en apoyo del partido oficial o del gobierno. Hay una falta muy grande de credibilidad en la mayoría de la población, en otra una gran pasividad; todo esto, eventualmente, conduce a un desafío político, que no será violento mientras la puerta electoral siga abierta y se respete.

Un joven decía que la derrota del PRI fue de 71 a cero, en términos futbolísticos. Perdieron los 40 diputados locales, los 30 federales y el futuro gobernador de la ciudad de México. A pesar de esta goliza, los dirigentes del PRI todavía creen que ganaron. Esta gran derrota le da al PRI un nivel de impopularidad sólo superado por el de los banqueros y de las cúpulas empresariales.

Si los dirigentes del PRI no miden lo que pasó y dejan sus puestos a gente más competente, honesta y preparada, en las próximas elecciones también los rechazará el pueblo. Porque hubo un rechazo abierto al partido, al gobierno y a sus políticas que ya no convencen a nadie, y se les rechaza no sólo por lo que hacen sino por lo que han dejado de hacer en tanto tiempo.

La responsabilidad de los dirigentes del partido es muy grande, porque éste es necesario para mantener el equilibrio democrático. Dejar la lucha electoral entre derecha e izquierda es invitar a la violencia, que no debe participar en esta evolución política. Que nunca sea la fuerza de policías y soldados un sustituto del voto. Ni la acción violenta del primitivismo político una fórmula de entendimiento.

Para cubrir esta responsabilidad, el PRI tiene que regresar a su origen popular por nacionalista y revolucionario, y no por neoliberalista. Tiene que restaurar la capilaridad política, social y económica, y responsabilizarse de los pobres, de la niñez y de la juventud que no tienen presente ni futuro, todo se los robó el neoliberalismo.

Esto lo puede hacer el PRI; tiene miembros honestos, inteligentes y preparados que, afortunadamente, no están activos en el partido de hoy, donde sólo queda el lodazal de su propia burocracia. Para que el partido sobreviva se necesita esa gente nueva y un programa popular.

De Acción Nacional es bien poco lo que puede decirse antes de que cambien su programa y probablemente sus dirigentes. Estos ya demostraron lo que son y a dónde pueden llegar. Muy pocas veces sus decisiones políticas las tomaron basándose en la parte activa de la inteligencia de sus miembros, más bien partieron de la masa inerte de sus prejuicios ancestrales.

Parece que los dirigentes del PAN insisten en ser como los borbones, no olvidan nada pero tampoco aprenden nada; se parecen al reloj de Versalles, que se paró cuando murió Luis XIV; para ellos su reloj político se detuvo cuando murió su dictador favorito.

Para el PAN evolucionar al centro, que no es mucho evolucionar, le costará un gran esfuerzo; tampoco le ganará mucho adeptos colocarse en el pragmatismo vulgar de los intereses individuales. En efecto, a sus miembros no les gusta el neoliberalismo, pero sí las privatizaciones; están en contra de la intervención del Estado, pero a favor cuando se trata de que pague la ineptitud y la deshonestidad de sus banqueros y empresarios o que les permita enriquecerse con las Afores y la miseria futura de los pensionados. Corregir esta esquizofrenia política les va a costar mucho trabajo, porque cuando se quiere complacer intereses opuestos, se queda mal con todos.

Pero de no hacerlo pronto, encontrarán su límite electoral en el sector ``de gente decente'', e irán perdiendo el voto de protesta contra el PRI. El PAN no significa ninguna protesta política, sólo un acomodo con el PRI como en el pasado y lo seguirá haciendo ahora; es una ingenuidad contar con el PAN para hacer oposición, el PAN sólo puede ser un pronto y eficaz aliado del PRI, y entre los dos podrán seguir mayoriteando, sin ningún pudor, como lo hicieron en el pasado.

De los problemas del PRD y de los retos económicos y políticos inmediatos, me ocuparé en el próximo artículo.