Miguel Covián Pérez
Paradojas

Buscando una distracción trivial que me rescate del pesimismo obstinado que emana del diario reflexionar sobre el nebuloso destino de una sociedad autodestructiva y decadente, me refugio en las canciones de Lennon, pero una de ellas (una sola de sus frases) me clava más adentro el venablo de la decepción: ``Quieres salvar a la humanidad, pero no soportas a la gente''.

Estoy nuevamente atrapado. Tanto Hegel como Marx se quedaron cortos en su explicación sobre la síntesis de los opuestos y la superación de las contradicciones como fuente energética de la historia. No sólo el devenir social, sino la estructura moral de cada individuo es una ominosa paradoja. Lennon lo expresa sin eufemismos: ``...puedes cantar para ganarte la comida, pero te dan ganas de vomitar''.

La primera de las contradicciones que nos agobia es lo etéreo de los principios abstractos frente al peso abrumador de lo concreto. Nos ponemos las alas de las utopías para dejar de arrastrarnos en el peñascal de la inevitable condescendencia con los intereses creados. Miremos en derredor. El que esté libre de culpa, que prescinda de una sola de su colección de piedras.

La paradoja de los próceres de moda nos conduce a la náusea. Hay quienes se proclaman apóstoles del diálogo y el consenso, pero son monologuistas irredimibles y se levantan de la mesa cuando otro toma la palabra para contradecirlos. Todos los días alguien declara en favor de la democracia, pero la santa desvergüenza de los partidos conspira en conciliábulos para imponerse mediante alianzas de todos contra uno y no a través del reconocimiento a las proporciones representativas que los electores determinaron con su voto.

La alternancia en el poder ocupa un lugar privilegiado en el adoratorio de los teóricos que abrevan en paradigmas extranjeros, pero las irreprimibles ambiciones de quienes se sueñan predestinados, erigen ídolos con pies de barro... calzados con botas vaqueras. La imagen del político de novísimo estilo que pretende proyectar un gobernador panista prematuramente autodestapado, es tan falsa que cuando se mira en el espejo nadie aparece detrás del cristal bruñido.

No hay nadie que no condene la violencia, pero jóvenes y adultos se arremolinan ante las taquillas de los cines donde se exhiben los más sangrientos espectáculos, que hacen parecer juegos de niños los ajustes de cuentas entre bandas de narcotraficantes en las calles de Guadalajara o de Tijuana. Grave paradoja es la general indiferencia ante los desmanes del crimen organizado, mientras los analistas imparciales se horrorizan por los ``abusos'' de las autoridades que intentan reprimirlos.

En el Distrito Federal más de la mitad de los votantes eligió al candidato del PRD como jefe de Gobierno, pero los mismos que sufragaron a su favor no disimulan su preocupación ante el futuro. Una pregunta recurrente circula en los corrillos de todos los niveles sociales: ¿Cómo nos irá con Cuauhtémoc? Murmullo que no alcanza a ser escuchado en Nueva York ni en Buenos Aires.

Los electores creyeron que la propaganda era veraz y que los inducía a escoger a los mejores, pero su representación recayó en 38 candidatos a diputados locales también del PRD, cuya mínima aptitud para cumplir las funciones que tendrán a su cargo pone en entredicho, desde ahora, las supuestas virtudes de la democracia en tanto implique votar a ciegas.

El mundo de las paradojas es nuestro mundo. Las contradicciones entre lo abstracto y lo concreto nos hunden cada día en el remolino de la mutua intolerancia. Yo mismo sostuve con denuedo digno de mejor causa, la inclusión de la iniciativa popular, el plebiscito y el referéndum (finalmente excluidos) en el contexto de las deliberaciones sobre la reforma política del Distrito Federal. Pero no sometería a la decisión de mis vecinos el cambio de sentido de la circulación de vehículos en la calle donde vivo, porque afecta mis intereses.

Creemos en la democracia, pero no confiamos en la capacidad de discernimiento de los demás. Lennon hablaba consigo mismo, pero todos cojeamos del mismo pie. Unos más, otros menos, queremos salvar a la humanidad, pero no soportamos a la gente.