Es explicable, pero en definitiva erróneo, que Estados Unidos quiera desempeñarse como tutor (guía, manager, patrón) del México recién encaminado hacia la democracia. Entre otras cosas, ello se explica por el incurable mesianismo de la potencia vecina y por nuestro inocultable atraso.
En las pasadas elecciones de México, celebramos cierta conducta no intervencionista de la gran potencia. Específicamente celebramos las declaraciones que, a contrapelo del ``voto del miedo'' sembrado por los conservadores de acá, admitían que nada grave ocurriría si ganaba la oposición. Sin embargo, apenas a un mes del 6 de julio, ya asoma con fuerza la tentación tutorial en Estados Unidos. Y asoma en renglones de la mayor trascendencia para el desarrollo de cualquier país.
Hidra de mil cabezas, el narcotráfico afecta los más diversos ámbitos, al tiempo que se consolida como ariete moderno del intervencionismo estadunidense. Ya antes del avance electoral de México era perceptible el papel tutorial de Estados Unidos en la lucha antidrogas. Ahora, en las últimas semanas, ese papel prepara grandes zancadas. La principal tiene que ver con el corazón mismo de la seguridad nacional en su versión más elemental. La perspectiva de un ejército estadunidense suplantando al mexicano en la lucha antidrogas, crece en la misma medida que acá se corrompe y se desprestigia la institución militar. Lo cual a su vez crece a medida que se cumple la directiva central del tutor: militarizar esa lucha... en México, no en Estados Unidos . He allí, acaso, la peor faceta de las (c)recientes noticias acerca de militares mexicanos vinculados al narcotráfico.
Otro tanto puede decirse de las noticias (¿filtraciones?, ¿chismes?) que tienden a magnificar lo mismo el monto del dinero lavado en nuestro país que su gravitación en la economía. Todo lo cual abona el terreno para más presiones e injerencias. Y, eventualmente, hasta para justificar imposiciones en materia de política económica: sus fallas obedecerían a las distorsiones del narcotráfico, y no a los dogmas tecnocráticos. O también a la inversa: para que la economía ya no dependa del narcodinero, convendría profundizar la actual política económica, tan neoliberal como tutelada.
Lo cierto es que este tutelaje ya camina con sus propias y dogmáticas justificaciones. Sólo que ahora se hacen más explícitas. Así lo muestran las declaraciones del subsecretario del Tesoro de Estados Unidos, Lawrence Summers: a su gobierno ``le preocuparía que en México no hubiera continuidad de los programas'' económicos (La Jornada, 5/VIII/97). Declaraciones avaladas al día siguiente por el presidente de la Cámara Americana de Comercio, Julio de Quezada, a su vez director del Citibank.
Una democracia condicionada para México es, así, el corolario del empeño tutorial de Estados Unidos. Plena libertad electoral, siempre y cuando no genere cambios desautorizados por el tutor. Parecería que Estados Unidos no ha avanzado un ápice desde los tiempos de la ``democracia gobernable'' promovida por la Comisión Trilateral en los años 70.
Pero si eso ya era entonces un error, más lo es hoy. Uno, porque en un país con la tradición revolucionaria de México, las tutorías extranjeras tarde o temprano han terminado en conflicto abierto. Dos, porque la sola idea del tutelaje, así sea en nombre de la democracia, es de suyo antidemocrático. Tres, porque las políticas y los valores de Estados Unidos, aun cuando fuesen perfectos, lógicamente fracasan al aplicárselos a una realidad tan distinta como la mexicana. Y cuatro, porque hay pocas cosas tan costosas --y otra vez antidemocráticas-- como el aniquilamiento de la diversidad a través de su uniformación.
Esto ya debiera saberlo Estados Unidos en razón de su propia historia. Lejos de lograr la asimilación de sus minorías étnicas, lo que hoy encara es el repunte del racismo codo a codo con un creciente movimiento a favor del multiculturalismo, en cierto modo antesala de múltiples separatismos. Si el tutelaje sobre la población propia es un fracaso, con mayor razón lo es el tutelaje sobre otras naciones.
En todo caso, el error principal recae en quien se deja tutelar. Por eso es insuficiente el avance de México en democracia electoral. Sólo una democracia donde la participación permanente de toda la sociedad operara a un tiempo como fuente y cultivo de la dignidad, derrotaría a los tutelajes... externos e internos.