Julio Boltvinik
Economía política del narcotráfico
En Bogotá, a finales de los años ochentas y principios de los noventas, compraba vino y delicatessen en una ``boutique de alimentos'' ubicada en un flamante centro comercial. Era una delicia, pues era siempre el único cliente y me atendían a cuerpo de rey. Uno se preguntaba cómo se sostenía un negocio así, pero después se preguntaba si sostenerse y obtener ganancias era su propósito. Y la pregunta pasaba de la boutique al centro comercial en su conjunto y a la gran cantidad de centros comerciales que brotaban como hongos en muchas ciudades de Colombia. Lavado de dinero, era la conclusión inevitable.
En Colombia, donde el narcotráfico adquirió importancia antes que en México, a finales de los años ochenta ya todo mundo hablaba, incluidos los medios masivos y los funcionarios públicos, de la importancia del narcotráfico en la economía del país. Los análisis de la importancia y el papel del narcotráfico en la economía colombiana cobraron tal auge que se volvió casi una rama de la ciencia económica, como la economía agrícola. El proceso de producción (tanto agrícola como industrial), de comercialización (mayoreo y menudeo, incluido el transporte) y el reciclaje de los dólares generados, son susceptibles de ser investigados científicamente, como cualquier otra actividad. Es igualmente posible evaluar el impacto que el narcotráfico tiene en la economía en diversos aspectos: las cadenas productivas que establece, la derrama económica que genera, el destino de la acumulación y el impacto en el producto interno bruto y la balanza de pagos. Si se bordan estos aspectos desde el punto de vista de los intereses en juego y del papel de las políticas públicas, se conforma la ``economía política del narcotráfico'', que será una disciplina importante, de continuar el auge del negocio en cuestión.
Hace unos días, circulando por la lateral del Periférico, en el sur de la ciudad, observaba un nuevo edificio de oficinas en construcción y me preguntaba cómo era posible que ello ocurriera cuando es a todas luces evidente el exceso de oferta de espacios de oficinas en toda la ciudad de México. Barrios residenciales de lujo que crecen a todo vapor en ciudades de provincia, hacen pensar lo mismo. Igualmente, parece haber una sobreoferta de centros comerciales, muchos de ellos casi siempre vacíos. Un profesor de la Universidad Estatal de Nuevo México, que dice basarse en fuentes del FBI, la policía federal de Estados Unidos, declaró que muchas de las empresas privatizadas en México y Colombia fueron adquiridas por organizaciones de narcotraficantes (La Jornada 06/08/97). A su muerte, se llegó a decir que el Señor de los cielos tenía una fortuna de 25 mil millones de dólares, cuatro veces la de Slim. O quién no recuerda la oferta de Caro Quintero de pagar la deuda externa del país. A pesar de todo lo anterior, en México, a diferencia de Colombia, no se habla del tema desde el punto de vista económico y no se ha desarrollado la ``economía política del narcotráfico''.
La Procuraduría General de la República calculó en 30 mil millones de dólares el ingreso anual bruto de divisas producto del narcotráfico. Desde luego, el director del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, Raymundo Winkler, desestimó esta cifra, al hacer notar que si fuera real, el mercado de valores y la captación bancaria tendrían otro comportamiento (La Jornada, 06/08/97). No todos los narcos, empero, se comportan como hombres de negocios; es decir, no todos son como los legendarios hermanos Rodríguez Orejuela, del cártel de Cali. Muchos otros manejan sus ingresos de una manera más primitiva, como lo testimonian los hallazgos de dólares y oro enterrados que tenían narcotraficantes del cártel de Medellín.
Con razón, Winkler hace notar que una cosa es el valor del mercado y otra los márgenes de ganancia de los narcos. Entre el valor bruto de las ventas al extranjero, que es lo que puede calcular la PGR, y lo que se embolsan los narcos mexicanos, hay una gran distancia. El precio de compra de la cocaína puesta en México tiene que ser descontado, junto con los gastos, del precio de venta. También hay que distinguir entre lo que se embolsan y lo que reintroducen como divisas al país y, por lo dicho arriba, entre lo que reintroducen al país y lo que quieren o pueden meter al circuito económico (ya que pueden actuar en parte como atesoradores). Mi intuición es que una proporción muy alta de las ganancias netas de los narcotraficantes mexicanos entran al país y a su circuito económico.
Independientemente de que las previsiones de la PGR no generan precisamente mucha confianza técnica, es difícil estar de acuerdo con Winkler cuando dice que ``los capitales del narcotráfico no entran al circuito económico interno'', pues piensa que en México esos dólares no se notan. Sus afirmaciones no coinciden con observaciones cotidianas, como el auge paradójico de ciertas actividades, particularmente de construcción y comerciales. Minimizar la aportación del narcotráfico a la economía nacional tiende a sobrevalorar los magros logros de las políticas neoliberales, ya que el auge del narcotráfico en México coincide con el del neoliberalismo. Economía política de la minimización de la importancia del narcotráfico.