Luis Linares Zapata
Trazos del futuro

A un mes de los comicios, los trazos, trompicones y nombramientos que se han sucedido en el panorama político del país delinean, con firmes contornos, lo que bien puede ser la forma y la materia de la lucha futura por el poder en México. Los actores ya tienen nombres de pila y la materia gira en torno a los asuntos económicos que a todos atañen.

El núcleo del rejuego actual sigue, todavía, centrado en la figura presidencial y sus múltiples extensiones en el aparato ejecutivo. Los grupos de presión que la rodean y condicionan mantienen, por su lado, una reserva enorme de recursos que, aunque mermados por la crisis del 95, han sido repuestos con inusitada velocidad. La Banca y sus adláteres financieros entre ellos, se han reagrupado y, a pesar de la dilución que sus capitales sufrieron no les impidió dar tremebunda tarascada a los impuestos a través de varios programas ad-hoc.

Todavía esperan repartirse la masa acumulada en el Fobaproa con ventas al ``menor postor'', imponer su lógica y comisiones en las Afores para, aun a contracorriente, empujar después la aprobación del rescate carretero con sus más de 30 mil millones que flotan entre adeudos con bancos e impuestos no pagados. No descuidarán una que otra medida adicional que les permita rescatar su anterior posición de privilegio en la lucha que se avecina. Una en la que el modelo de crecimiento será la piedra angular en disputa y a la que se han trepado otros muchos viajantes para exigir no sólo su parte sino también proporciones y criterios de asignación distintos.

El actor estrella de este firmamento inédito parece ser el Poder Legislativo con su nueva composición partidista al interior. Una vez definidos los conductores de las tres grandes agrupaciones (PAN, PRD, PRI) se han adelantado los supuestos sobre los cuales basarán sus propuestas, acuerdos y disensos. El PRD, con Porfirio ahora acompasado por varios vice coordinadores, asestó los primeros golpes, algunos de ellos de simple escenografía (que no son en nada despreciables) pero otros, en cambio, se han situado en el meollo de las expectativas ciudadanas y los escarceos por el poder. El avance se dio alrededor de la propuesta para modificar, de consuno con el PAN, el impuesto al valor agregado (IVA) que no tardó en concitar una férrea exhibición de argumentos y premoniciones en contrario. Tal discusión ha venido movilizando las fuerzas reales y, al parecer, nadie ha quedado fuera de la puja. Así, además de los partidos y sus jerarcas, entraron a escena la CTM, líderes empresariales, la Iglesia católica, el factor externo y a últimas fechas, el doctor Zedillo con su rotunda negativa al menor cambio en el modelo vigente.

Lo notable sin embargo parece provenir de la activa participación de la crítica y el análisis periodístico. La misma ventilación del tema ha dado cabida y lugar a la imaginación, capacidad técnica e inteligencia de la sociedad que poca acción habían tenido en materia impositiva, terreno que aún se piensa reservado para los especialistas. Tal parece que los burócratas hacendarios han perdido, se espera que para siempre, el monopolio del conocimiento, trato y resolución final, de las leyes relativas al gasto e ingresos del gobierno.

De aquí para adelante, el lector, contribuyente, radioescucha, televidente, votante o simple transeúnte, engrosarán las filas de esa masa gaseosa e invertebrada que moldea y hace posible la modernidad del país.

Esta semana el turno para definir a sus personajes y posturas le ha tocado al PAN. Todavía atados a sus prácticas de cenáculos familiares, los panistas han iniciado lo que parece una seria reforma interna. No han tenido contemplaciones en su diagnóstico. La derrota fue reconocida, se conoce el aislamiento e insuficiente compromiso con el desamparo, su elitismo, escuálida militancia, cerrazón, extravío ideológico y las disonancias con respecto a los medios de comunicación. A partir de ello piensan rehacerse con miras al 2000 de todas sus esperanzas. Tienen que admitir, de manera adicional, que su líder escogido, el señor Carlos Medina P., fundador de las tristemente famosas concertacesiones, fue acogida por el público y los enterados de estos menesteres como una decisión de mediados tamaños. Tendrán que superarla con arrojos y claridades que provengan de su preocupado contacto con el elector y no de sus tribus y guías ya bien desgastados.