En esa perspectiva, es necesario fomentar la promoción de nuestros investigadores jóvenes, a quienes por lo general les cuesta trabajo competir por apoyos, y a los que les faltan oportunidades para abrirse campo. Por otro lado, situar la mirada hacia las entidades federativas es indispensable par lograr una descentralización de las actividades científicas y tecnológicas e impulsar, así, el desarrollo regional.
El proceso de evaluación que lleva a cabo el Consejo tiene visos muy claros de madurez, la que se manifiesta, entre otros hechos, en que en el seno de los Comités, no obstante que cotidianamente se presentan opiniones divergentes y se dan cita las más nutridas discusiones, los acuerdos se alcanzan por consenso. Hasta el momento nunca se ha procedido a la aprobación o rechazo de algún proyecto por la vía del voto numérico.
Otro factor importante es que la respuesta de los árbitros externos ha sido cada vez más copiosa y con creciente afinidad con las consideraciones de los Comités. Un obstáculo que entorpecía la eficiencia del proceso de evaluación lo constituía la falta de respuesta o la lentitud en la misma por parte de un número considerable de evaluadores. Nuestras cifras mostraban que en promedio uno de cada tres árbitros no respondían. Pero ello está cambiando, lo que en parte es consecuencia de que la comunidad científica se está familiarizando con el proceso, y percibe y aquilata el valor de participar en su propia superación.
Indicador importante de la consolidación del proceso también es la aceptación que éste tiene entre los académicos y entre las instituciones a las que pertenecen.
Con un sistema de evaluación eficaz, y aún perfectible, el Conacyt está en posibilidad de cumplir cada vez mejor con el compromiso que el gobierno federal ha establecido en el Programa Nacional de Ciencia y Tecnología 1995-2000 en materia de instrumentación y mejoramiento de acciones para la evaluación de las actividades científicas y tecnológicas.
En virtud de esa convicción es que el énfasis en los procedimientos de evaluación constituye una de las partes medulares de las políticas adoptadas por el Consejo.
Enfrentamos todavía algunos retos que, con base en proposiciones de la propia comunidad científica, estamos empeñados en superar.
Un aspecto es el relativo a la representatividad en los Comités de Evaluación. La participación de la mujer en estos cuerpos colegiados es todavía incipiente. La membresía femenina, que para este año es la mayor, es el orden del 16 por ciento. Si bien es cierto que ello se ve influido por la escasez de mujeres en el Sistema Nacional de Investigadores, ergo una inclinación intrínseca de género, también es cierto que la proporción en los Comités no corresponde al porcentaje de mujeres en dicho sistema, que es de alrededor del 26 por ciento.
Otro desequilibrio lo constituye la participación minoritaria ``estamos hablando de un 32 por ciento`` en los Comités de investigadores de los estados de la República. Esta situación responde al hecho de que en el Distrito Federal se concentra el mayor número de instituciones de educación superior y de investigación científica. Con los esfuerzos que estamos realizando en materia de descentralización científica y tecnológica, esperamos que esta circunstancia cambie en el mediano y largo plazos.
Asimismo, la presencia de investigadores jóvenes en los órganos de evaluación aún es marginal. Existe la controversia sobre la conveniencia de abrir el abanico de evaluadores, incorporando a científicos jóvenes que inician su carrera en la investigación, pues incluirlos implica aceptar que la percepción que pudieran tener de un proyecto puede ser limitada. Sin embargo, es importante destacar que en un estudio realizado por la Fundación Nacional de Ciencia (NSF), se encontró que los dictámenes sobre proyectos, elaborados por investigadores jóvenes, fueron mejores que los emitidos por los más experimentados; probablemente porque los primeros encuentran el tiempo necesario para hacer una revisión más profunda. Es así, que en aras de distribuir mejor el trabajo derivado de los procesos de evaluación y tomando en cuenta que nuestra comunidad científica es reducida, debemos considerar a todo ese segmento de entre 35 y 40 años de edad que conforman casi el 60 por ciento de la matrícula del SNI y que corresponde al Nivel I.
Por otro lado, debemos reconocer que una vez que los apoyos son asignados, el seguimiento que se hace del trabajo realizado por el investigador es insuficiente, por lo que no es posible conocer los alcances con relación a los objetivos planteados en la búsqueda de aprobación de los proyectos ni los beneficios que en términos de formación de recursos huanos altamente calificados se obtuvo. Son muchos los casos en que, contra las expectativas o la impresión general, un proyecto presenta un rendimiento distinto del esperado.
En este sentido, sería pertinente la creación y consolidación de una instancia abocada estrictamente al seguimiento, que atienda a los diferentes programas y que, sin ampliar la burocracia, sea capaz de llevar a cabo esta tarea fundamental para la evaluación no sólo de los proyectos individuales, sino de los programas del Conacyt en su conjunto.
El proceso de evaluación es dinámico, nunca acabado, y siempre habrá propuestas de parte de la comunidad científica que contribuyan a mejorarlo. Por nuestra parte, en el Conacyt continuaremos con nuestro afán de seguir avanzando en este terreno, por lo que siempre daremos la bienvenida a cualquier opinión al respecto.