En medio de una patética y frustrante cartelera cinematográfica veraniega, no hay más remedio, como en tantas otras ocasiones, que volver la mirada a los clásicos. Así, en el paupérrimo contexto de volcanes, dinosaurios, cazadores de extraterrestres, hombres murciélago y culebras gigantes, lo único realmente atractivo que hay en las pantallas de esta ciudad es la estupenda cinta Vértigo (1958) de Alfred Hitchcok. La presencia de Vértigo es doblemente interesante porque la copia que se exhibe ha sido restaurada; si el proceso le ha hecho mucho bien a la imagen, también ha revitalizado una pista sonora en la que destaca la música de Bernard Herrmann (1911-1975), uno de los mejores compositores fílmicos de todos los tiempos.
Aunque hay quienes creen que Herrmann perteneció a la generación de compositores inmigrantes europeos que en los treinta y cuarenta llegaron a Hollywood para enriquecer al cine con sus partituras de inspiración romántica, lo cierto es que nació en Nueva York y realizó su aprendizaje musical en Estados Unidos. Estudió en la Escuela Juilliard en su ciudad natal y en su primer trabajo profesional estuvo asociado con el departamento de radio de la CBS. Fue ahí donde, además, inició una vertiente importante de su carrera, la de director de orquesta. Con una amplia experiencia en la creación de partituras para radio-teatros, Herrmann pudo cambiar el radio por el cine gracias a su asociación con Orson Welles. En Hollywood, Herrmann se convirtió en una de las voces más originales en la música de cine, destacando sobre todo por sus atrevidas e inusuales combinaciones instrumentales, aplicadas principalmente, con gran imaginación y sabiduría, al cine de suspenso y a las películas de fantasía y ciencia ficción. De la pluma de Herrmann surgieron partituras ya clásicas para cintas como Viaje al centro de la tierra, El séptimo viaje de Simbad, El día que paralizaron la tierra, Los viajes de Gulliver y Fahrenheit 451. Si bien Herrmann colaboró con numerosos directores, entre los que destacan Welles, William Dieterle, Robert Wise y Henry King, hoy se le recuerda sobre todo por su asociación con dos importantes cineastas de distinto enfoque y distintas generaciones, pero igualmente famosos: Hitchcock y Martin Scorsese. Y si hoy se celebra fundamentalmente su gran contribución a la música fílmica, es preciso recordar que Herrmann también estuvo muy activo en el campo de la música de concierto, sobre todo entre 1930 y 1940. Después de eso, su prestigio en Hollywood y los numerosos encargos lo obligaron a abandonar casi por completo sus composiciones de concierto. Entre ellas podemos encontrar una sinfonía, Recuerdos de viaje para clarinete y cuarteto de cuerdas, una Sinfonietta para cuerdas, la cantata Moby Dick y la ópera en cuatro actos Cumbres borrascosas.
Si las partituras compuestas por Herrmann para cintas de géneros fantásticos asombran por su aparentemente infinita capacidad para la creación de combinaciones tímbricas inusuales y ambientes sonoros realmente novedosos, su música para Vértigo es un poco más tradicional, en el entendido de que está concebida para un conjunto orquestal más o menos convencional y escrita bajo los parámetros usuales en lo que se refiere al contexto dramático de las secuencias musicales. Así, Herrmann logra reforzar con intensidad singular las distintas dinámicas narrativas propuestas por Hitchcok: el suspenso, la aventura, el romance, y de modo particular, los roces de los personajes con la locura (real o imaginaria). Y a todo lo largo de Vértigo se hace evidente el hecho de que Herrmann nunca fue un compositor complaciente, y que durante su carrera tuvo la inteligencia y la independencia de criterio para apartarse de los clichés y lugares comunes que solían emplear muchos de sus colegas. De hecho, existen numerosas instancias en las que la música de Herrmann ha superado en presencia y expresividad a las imágenes que acompaña. Así, la actual exhibición Vértigo representa una oportunidad doble para ver buen cine y oír buena música. Y para quienes se queden con la curiosidad de acercarse a la vertiente más conocida y atractiva del trabajo de Herrmann, recomiendo un CD de la etiqueta London (443 899-2) que contiene extractos de algunas de sus más llamativas partituras para el cine de fantasía y ciencia ficción.
Orquestas sin instrumentos de cuerda; conjuntos de cuerdas y percusiones; xilófonos para representar esqueletos; órgano sinfónico; ondas Martenot para evocar fantasía y misterio; estos son sólo algunos de los felices hallazgos sonoros de Bernard Herrmann incluidos en estas legendarias grabaciones suyas. Vale la pena escucharlas.