LA CIENCIA EN LA CALLE Ť Luis González de Alba
El México que destruimos

Idea vieja no muere

Pocas verdades debemos a la psicología social y quizá ninguna a la sociología. Pero una de ellas es ésta: las ideas viejas no mueren, mueren los viejos que las sustentan y son reemplazados por nuevas generaciones con otras ideas. Esto significa, dicho de la manera más pesimista, que la gente no cambia. Quien creyó lo increíble hace 30 años, lo seguirá creyendo hasta su muerte. Los países cambian por recambio generacional, no por transformación en las convicciones de sus habitantes. Lo vimos en el caso de Fidel Velázquez y lo volvemos a ver en las lamentables declaraciones de quien encabezó el estado mayor presidencial del presidente Díaz Ordaz, el general Luis Gutiérrez Oropeza, y su revivida versión del peligro que entonces atrajimos sobre México y el patriotismo con el que ese presidente salvó a la patria.

Cumplimos nuestro propósito

Pero resulta que todos aquellos fascinerosos y enemigos de México estamos no sólo vivos y libres, sino en todos los niveles del poder político: diputados del PRD, del PAN, del PRI, del PT y otros partidos; dirigentes sindicales, directores de revistas, colaboradores de diarios. Estamos en el IFE, en las secretarías de estado, en la oposición y en el poder, en los partidos grandes y en los pequeños, en la televisión, la radio, el teatro, el cine, la historia, la novela, en los trabajos humildes y en los brillantes, en la sombra y en la fama. Somos México. Y porque lo somos, de alguna manera el general Gutiérrez Oropeza tiene razón: hemos hecho pedazos aquel ``islote intocado'', ese México que era el orgullo de él y del presidente: destrozamos monolitos en todos los aspectos, llenamos al país de partidos políticos con todos los colores, de publicaciones que ahora emplean de manera natural un lenguaje que hace tres décadas era inconcebible. Nuestro guerrillero más famoso publica sin problema sus proclamas y hasta sus fábulas, poemas y filosofadas. Ahora ha llegado a haber hasta 10 manifestaciones diarias en esta sufrida ciudad, cuando en 68 estaban prohibidas. Ya deberíamos acotar los excesos en todas estas expresiones. Es cierto lo dicho por el general: queríamos acabar con aquel México, el de Díaz Ordaz y el de Gutiérrez Oropeza, pero, además, lo peor de todo fue que lo conseguimos: No existe ya, y la puntilla la recibió este 6 de julio.

No es mucha ciencia

No está cerrado el expediente. Ya pronto hará cinco años que circuló profusamente un video tomado en Tlatelolco durante la feroz represión. En dicho video se observa, en efecto, a varios individuos disparando contra la multitud y contra el propio ejército. El más simple equipo de edición permite enfocar y acercar las manos de quienes disparan. Así podrá comprobarse que portan un guante o un pañuelo blanco. Ese hecho da la razón, no digamos a nosotros, que no somos confiables, sino al teniente Sergio Alejando Aguilar Lucero y el capitán Ernesto Morales Soto, quienes, heridos en Tlatelolco, declararon ante los agentes del Ministerio Público que pertenecían a un batallón especial denominado Olimpia, que se les ordenó presentarse el dos de octubre vestidos de civil y con un guante blanco en una mano como identificación. Todos los dirigentes detenidos hicimos similar declaración, pero, en aquel México que arranca lágrimas a los nostálgicos del autoritarismo, los agentes del MP tomaban la declaración que los policías permitían y desechaban lo que la autoridad ordenaba desechar. Aún queda mucho de ese México, y por lo mismo algunos podríamos jurar ante el general Gutiérrez Oropeza que también destruiremos y patearemos esos últimos reductos del ``islote intocado''.Declara el capitán Ernesto Morales Soto:

Acta número 54832/68

En la ciudad de México, Distrito Federal, siendo las 21:30 del día tres de octubre de 1968, el personal que actúa se trasladó y constituyó legalmente al Hospital Central Militar, Sala de Emergencia, Cama 28, en donde se tuvo a la vista al que en su estado normal dijo llamarse ERNESTO MORALES SOTO, protestado y advertido en los términos de ley, por sus generales manifestó: llamarse como queda escrito, ser de 35 años de edad, viudo, católico, con instrucción, Capitán Primero de Caballería del Ejército Mexicano (...), comisionado actualmente en esta ciudad en el Batallón Olimpia al mando del Coronel ERNESTO GOMEZ TAGLE, con funciones específicas de preservar el orden público durante el desarrollo de los Juegos Olímpicos, que el día de ayer fue comisionado, poniendo bajo su mando dos secciones de Caballería, compuesto de 65 hombres, pertenencientes al 18 y 19 Regimiento de Caballería, para que se trasladaran a la Unidad Tlatelolco, ``yendo todos vestidos de paisanos e identificados como militares por medio de un guante blanco'', y protegieron las dos puertas de acceso al edificio denominado Chihuahua (...), ``que posteriormente al lanzamiento de una luz de bengala, como señal previamente convenida'' debería apostarse en ambas puertas e impedir que entrara o saliera persona alguna (...), que en cumplimiento a las órdenes recibidas, la gente al mando del declarante disparó al aire para dispersar a la gente (...)

Pleno acuerdo

Allí está, brevemente resumida en las palabras de un capitán de caballería herido, y por lo mismo tomada sin modificación por el Ministerio Público, la versión que todos los detenidos dimos y el MP se negó a transcribir: los hombres de guante blanco, el cerco al edificio, la luz de bengala, los disparos ``para dispersar a la gente''. Disparos ``al aire'', indica el capitán, pero en medio de una multitud apretujada entre edificios, los disparos al aire acertaron en civiles y en militares. Los primeros no pudieron hacer nada, salvo intentar correr, los segundos respondieron al fuego de que eran objeto porque las balas no llevaban escrito que iban ``al aire''. Y eso ofreciendo al capitan el beneficio de la duda. Pero, hasta si el ejército regular respondió a balas al aire disparadas por los hombres del capitán, quienes tomaron presa a la dirigencia, y que portaban guante blanco del Olimpia, no disparaban al aire, pues estaban en un tercer piso , sino al suelo... lleno de gente.