La Jornada 26 de julio de 1997

Para Zubin Mehta ``no hay público tercermundista''

Pablo Espinosa Ť Son las tres de la mañana del sábado 26 de julio en Tel Aviv. Mientras la recepcionista del hotel Hilton en la capital de Israel hace la transferencia a la habitación del señor Zubin Mehta, una voz femenina nos invita a subir a la terraza del último piso del Hilton, para cenar mariscos viendo el Mediterráneo. Finalmente se escucha, llena de vitalidad, la voz de uno de los grandes directores de orquesta del mundo, en entrevista telefónica previa a su nueva visita a México, al frente de la Orquesta Filarmónica de Israel, a la que dirigirá en tres programas consecutivos (18, 19 y 20 de agosto) en el Palacio de Bellas Artes.

--¿Por qué la Filarmónica de Israel es su favorita?

--Porque estoy con ella desde 1961, y desde 1969 soy su director musical, así que ya son como mis hijos.

--¿Cómo diseña los programas de visita al Tercer Mundo?

--No hay públicos tercermundistas para mí, son muy diferentes los escuchas africanos a los de la India a los de México. De entre estos tres, los mexicanos están más imbuidos, por su herencia europea, con el repertorio occidental. En la India también hay público para estos repertorios, pero si usted interpreta a Beethoven en la India para un público masivo, encontrará un gran número de personas que no conocían esa música.

El mercado del disco, a la baja

--¿Ciudadano del mundo?

--Ya no viajo tanto. Siempre he estado en Tel Aviv, aunque no vivo en Israel; estoy siempre aquí, de visita permanente. De hecho, Israel es el común denominador de mi vida desde 1961. Si viajo, voy siempre a los mismos lugares. Ya no acudo tanto a Nueva York, pero sí mucho a Berlín y a Viena, desde Israel. Un lugar que adoro visitar todos los mayos y junios es Florencia, donde soy director de la Opera.

--¿No siente usted una saturación de repertorio en sus grabaciones discográficas, mucho de lo mismo?

--Ese es un error de las compañías disqueras, no mío. Es cierto: mucho de lo mismo. Usted usó la palabra correcta: saturación. De hecho ya no estoy grabando mucho. Ahora prefiero hacer una pausa larga, ya grabé demasiado. Además, las compañías de discos no están interesadas más que en llenar sus catálogos, pero no venden todos los discos que grabamos.

--¿Es real entonces la tendencia a la baja del mercado discográfico clásico?

--Sí, la razón es que ya hay demasiado de lo mismo. En realidad, el mercado entero del disco está a la baja. Las mismas compañías ya no quieren grabar tantos discos como antaño. Yo por ejemplo voy a hacer este año en disco nada más que el concierto de Año Nuevo en Viena.

--¿No le resta eso presencia global?

--Yo no existiría como músico si hiciera más grabaciones que conciertos en vivo. Para hacer música necesito estar siempre bajo los reflectores. Es por eso que soy músico.

--¿Prefiere las grabaciones en vivo a las versiones perfectas, a los cortes de edición para corregir errores?

--Hago ambas. No me molestan las versiones en vivo, aunque la calidad sufre. Las grabaciones en vivo las prefiero de acuerdo con el lugar donde las hago, por ejemplo Florencia, donde hice una Lucia de Lammermoor cuyos resultados me dejaron estupefacto. No podía creer lo que había logrado en cuanto a belleza de sonido.

El mundo según Mehta

--¿Acepta que cada director tenga su propia idea del mundo de cada autor?

--Es precisamente por eso que lo que hacemos lo denominamos interpretación. Todos intentamos, creo, ser honestos con los anhelos de los autores. Pero hay que tener en cuenta que los compositores clásicos no escribían tantas instrucciones en sus partituras, de manera tal que la palabra interpretación en la música clásica es más usada y convincente que en el mundo de la contemporánea, donde los autores escriben hasta el mínimo detalle en cuanto a instrucciones en las partituras; así por ejemplo, si me aplico a una obra de Pierre Boulez correctamente, sonará muy parecida al trabajo de cualquier otro director que siga las instrucciones también correctamente. Es el caso contrario de un Beethoven, que en cada uno de nosotros es muy diferente porque ese Beethoven proviene de diferentes resoluciones.

--¿Y cuáles son las resoluciones que usted aplica?

--En mi caso son las de alguien que conoce personalmente a esos autores. No es arrogancia de mi parte lo que estoy diciendo porque cuando los has estudiado durante tantos años, has leído su correspondencia, conoces su vida personal tan íntimamente, llegas a sentir que conoces vivamente al compositor al mismo tiempo que a la persona. De manera que la honestidad que imprimo a mis interpretaciones proviene de ese conocimiento íntimo, cercanísimo que tengo de esas personas-música.

--De sus apabullantes interpretaciones de Mahler, por ejemplo, ¿cómo es esa persona-músico que usted conoce de manera tan cercana?

--Ese amigo es un gran genio pero un neurótico completo. (Ríe de buena gana Mehta, en plena madrugada frente al mar Mediterráneo). Un neurótico porque se la pasó sufriendo toda su vida: el antisemitismo, la envidia de sus colegas, su mujer que no lo amaba. Y no pudo resistir todo eso. Lo que hace, en cambio, es conducirlo a usted, con su música, desde el más frívolo folclorismo hasta el más profundo pathos. Siempre abre su alma frente a usted. De esa manera.

--¿A quién conoce usted personalmente que sea la contraparte luminosa de Mahler?, ¿Mozart?

--En Mahler experimenta usted todos los sentimientos, todos, los que él sentía en ese preciso instante. En el caso de Mozart no siempre se sabe, porque cuando escribió ciertas obras maestras o estaba extremadamente enfermo o muy deprimido o no tenía un centavo en el bolsillo, pero en el campo de la música, Mozart era siempre Mozart: siempre vivo, siempre jubiloso, siempre transparente, tan transparente que en su Requiem, cuando llora en la Lacrymosa, Mozart estaba verdaderamente sollozando. Así que tenemos en Mozart ambas cualidades.

Experimentar cosas distintas

--Usted conoció a una persona singular: Frank Zappa, con quien hizo un concierto interpretando las obras de Zappa para sinfónica, ¿me comparte la experiencia?

--No fue una experiencia muy feliz que digamos. ¿Por qué? Bueno, cómo decirle, no me pareció muy correcta su conducta durante ese concierto que usted menciona: él parecía no estar muy consciente que digamos de dónde estábamos y qué estábamos haciendo, por decirlo de una manera.

--¿Pero, y la música de Zappa?

--Cuando lo conocí me impresionó porque me dijo que había estudiado composición con Edgar Varese y con Igor Stravinski, y que había buscado imprimir la influencia de Varese en sus propias partituras. Eso me impresionó muchísimo, de manera que le dije: a ver, muéstreme sus partituras. No eran piezas extraordinarias, pero le dije: bueno, como usted ha hecho un gran esfuerzo, hagamos un experimento: toquémoslas con mi orquesta. Pero no lo hice frente a mi público de conciertos, sino en un concierto especial. No quedé muy convencido del resultado pero en fin, como músico, me gusta experimentar cosas distintas.

--¿En qué términos hablaría usted de su orquesta favorita?

--La Filarmónica de Israel tiene un sonido muy camerístico. Son grandes escuchas porque muchos de ellos practican la música de cámara de manera profesional y tienen enorme flexibilidad de estilo: pueden pasar tranquilamente de Bach a Mozart a Berlioz a Stravinski y siempre les escuchará usted un sonido diferente en cada uno de esos autores. Cuando llegué a esta orquesta era muy famosa pero sólo por su sección de cuerdas. Hoy puedo decirle que se trata de una orquesta completamente ecualizada, firme y flexible en todas sus secciones.

Platica aún más larga y afablemente Zubin Mehta desde su habitación en el Hilton de Tel Aviv, frente al Mediterráneo. A México traerá, entre otras, sus interpretaciones de sus amigos Mozart, Schubert-Mahler y Beethoven, esas personas-música.