Cuando los mexicanos nos despertamos el 7 de julio, Salinas, Córdoba y Zedillo todavía estaban ahí.
1. El 6 de julio el voto de la mayoría de los mexicanos fue también en contra del grupo que ha prevalecido en México, pero éste sigue anteponiendo sus intereses privados a los públicos. La campaña de propaganda del (nuevo) ``sistema'' mexicano, que encabeza personalmente Ernesto Zedillo, busca también convalidar como legítimas las actuales políticas económicas, pero ante todo pretende algo más: devolverle al grupo salinista su credibilidad (perdida) ante los centros de poder financiero internacional.
2. La victoria de Cuauhtémoc Cárdenas no empieza aún a traducirse en nuevas políticas para la capital y, sin pudor alguno, los salinistas la están utilizando a su favor pretendiendo que todo cambió en México el 6 de julio.
3. No es de sorprender por eso que, en su primer viaje a Estados Unidos después de las elecciones, Zedillo llegue a manifestar su júbilo disfrazándose de corredor en la Bolsa de Chicago (24 de julio). Lo que resulta mucho más grave es que se le olvide la realidad de lo que acontece en México y que, molesto por el hecho de que dirigentes zapatistas hayan viajado a España al Encuentro contra el Neoliberalismo, haga declaraciones como la que hizo ante líderes latinos de Illinois (23 de julio), en donde llamó al EZLN ``a reanudar el diálogo'', le pidió reconsiderar su rebeldía ``retórica'', manifestó buscar una ``solución negociada'' y pretendió tener una ``inagotable paciencia'', cuando la verdad de las cosas es muy diferente, pues el diálogo de paz está suspendido porque, faltando a su palabra empeñada, Zedillo no quiere cumplir los acuerdos que los enviados de su gobierno firmaron en San Andrés en 1996. Es él quien ha dado muestras de intransigencia y de gobernar con la retórica y son los campesinos indígenas quienes han mostrado (hasta ahora) una ``inagotable paciencia''.
4. El grupo en el poder, después del 6 de julio, se siente con el derecho hasta de cambiar la historia reciente.
5. El poderío de la mafia delictiva que ha gobernado a México en los últimos años se pone de relieve en el último libro de Julio Scherer, Salinas y su Imperio (Océano, 1977, 144 pp.), no por su presencia sino por ausencia. El destacado periodista habla en él del entorno del sexenio y muy poco de Carlos Salinas y de su imperio, y cuando se refiere a éste es para sugerir que no tuvo que ver con el narcotráfico (aunque el espacio aéreo del país lo controlasen en su sexenio los capos de la droga), que es incapaz de cometer un crimen (aunque su sexenio estuvo marcado por decenas de asesinatos políticos) y que no hubo más corrupción que algunas pequeñas raterías de Raúl en Conasupo, o para darle la posibilidad de presentar su versión al salinista Carlos Castillo Peraza, el cual una vez más pretende exonerar a su amigo, aunque por su vanidad cometa una serie de gazapos.
6. El poderío económico y político de Salinas se consolidó por lo que no nos dice Scherer: por su habilidad para asociar el inmenso capital que acumuló en el poder al de los más grandes empresarios nacionales y, como se sabe, a las mafias del narco, pero también para aliarse no sólo con priístas sino con un sector de panistas y para subordinar a un gran número de académicos, intelectuales y periodistas. En México hay que leer entre líneas, y la ``alianza estratégica PAN-Salinas'' es denunciada por Scherer sin proponérselo. Dos días después del homicidio de Colosio, según le contó Castillo Peraza, Salinas le pidió al entonces presidente del PAN nada menos que su opinión sobre quién debía ser el nuevo candidato presidencial del PRI (y futuro presidente) y, sin escrúpulo alguno, el panista le propuso a tres priístas afines a él (Ruiz Massieu, Coldwell y Zedillo), evidenciando lo que todo mundo sabía, menos los panistas: que el PAN no peleaba la Presidencia de la República y que la campaña de Diego no era para ganar.
7. El objetivo de Carlos Salinas y de sus amigos no se ha ocultado, y toda la burocracia gobernante parece acomodarse a éste, que es el de poder imponerle a México el próximo titular del Ejecutivo, y hacer así realidad su sueño de mangonear por 24 años la vida nacional: lo que pretenden hacer los salinistas por la vía del PRI (o por la del PAN), y como sus dos principales gallos en Acción Nacional, Diego y Castillo, van en picada, Córdoba y Salinas se han centrado en el PRI, en donde su baraja para el 2000 es muy amplia.
8. La impunidad del salinismo es absoluta después de las elecciones, y a nadie extraña que la Comisión de Honor y Justicia del PRI insista en que no hay evidencia de que Salinas haya cometido delito alguno, o que al frente de la PGR, Jorge Madrazo, al igual que el panista Lozano Gracia, a) continúe la simulación de que se están investigando los crímenes políticos del sexenio de Salinas cuando la realidad es que nada se hace, y b) de manera dolosa siga integrando mal las acusaciones en el caso de Raúl Salinas para obligar a los jueces a exonerarlo y poder filtrar entonces el rumor de que éstos son los responsables de que no se le sancione.
9. La lógica de Ernesto Zedillo y de los salinistas es clara: defender la impunidad de un grupo es una cuestión de Estado.
10. Las tonterías que se han expresado después de las elecciones no parecen tener límites, pero muy difícilmente podrán seguir engañando a los mexicanos, quienes saben bien que los tecnócratas están todavía ahí.