1. Ahora el gobierno se viste de toga y birrete para dar al EZLN una lección de política. El pasado 15 de julio, el subsecretario de Desarrollo Político de la Secretaría de Gobernación declaró que correspondía a los zapatistas ``valorar el ejemplar proceso electoral que vivió todo el país el 6 de julio para definir su posición y reiniciar el diálogo de San Andrés Larráinzar'' (La Jornada, 16 de julio).
La declaración del subsecretario de Gobernación se parece a las reflexiones de los Bernal e Iruegas, quienes en el proceso de negociaciones entre el gobierno federal y el EZLN gustaban decir que era de día cuando de noche, y primavera cuando era invierno. Los zapatistas no estaban esperando los resultados del 6 de julio para saber o decidir si continuaban el diálogo en Larráinzar. El EZLN espera(ba) cuestiones muchísimo más simples: que el gobierno cumpliera su propia palabra y firmara en torno a los acuerdos indígenas de San Andrés, que se dieran señales claras de desmilitarización de Chiapas, entidad hoy por hoy transformada en el más grande cuartel de la patria; que se establecieran condiciones para que los indígenas de las zonas de conflicto y de otros lugares de Chiapas pudieran ejercer los derechos sociales y políticos mínimos, ¡incluyendo el voto!
¿Espera Joaquín Coldwell reabrir el diálogo con los zapatistas sin que se cumplan las condiciones referidas? Dudo que tenga éxito. Una nueva estrategia de reapertura de diálogo desde el gobierno tendría que cumplir, en mi opinión, con los siguientes componentes:
a) Clarísimas señales de que habrá de impulsarse el cambio constitucional sobre el tema de derechos y cultura indígena desde la ``propuesta de la Cocopa''; b) medidas concretas y unilaterales de distensión y desmilitarización de la zona; c) anulación de los ``resultados electorales'' del pasado 6 de julio en aquellos distritos en los que hubo ``manipulación y turbiedad'' (Juan Bañuelos), por decir lo menos; d) definición de un ``hasta aquí'' a la política de Julio César Ruiz Ferro, quien sigue actuando en nombre de ``los acuerdos de San Andrés'' (la reciente instalación de un centro de fomento a lenguas indígenas es una verdadera burla) mientras se afana por salvar el pellejo dados los escándalos de corrupción, autoritarismo y manejo discrecional del presupuesto público (véanse las excelentes entregas sobre el tema de Julio Hernández López, en la sección ``Astillero'' de este diario).
2) Sorprende que desde el campo de las fuerzas democráticas, hoy con un contundente triunfo político en sus manos por los resultados electorales, aparezcan voces que ven en los avances recientes de la izquierda un claro revés --o lección-- para el EZLN. ¿Habrá en este medio quien también pretenda vestirse de toga y birrete para ilustrar a los zapatistas?
Será necesario hacer aún el balance preciso, pero no es ocioso recordar y señalar que el vuelco hacia la izquierda o la ``sensibilización democrática'' de una parte importante del electorado en los comicios recientes no podrá explicarse sin considerar las grandes cruzadas de lucha emprendidas por el EZLN desde 1994. Entre otras acciones, cabe señalar:
La consideración primera del salinismo como un régimen ``ilegítimo'' y anticonstitucional, fuerza argumental base de lo que fue el propio proceso insurreccional iniciado el 1 de enero de aquel año; la movilización de la sociedad civil para apoyar y cobijar el primer diálogo público de los zapatistas con el gobierno (febrero del 94), convertido a la vez en el primer gran diálogo por la democracia entre el EZLN y la sociedad civil; la formación de la Convención Nacional Democrática, experiencia inédita de convergencia entre el zapatismo, el ``maderismo social'' y el cardenismo; la apertura del diálogo de San Andrés Sacamch'en, desarrollado entre octubre de 1995 y mediados de 1996, y que se convirtió en la experiencia más rica de expresión social y colectiva que hasta ahora se haya dado sobre programas de cambio en el plano de los derechos indios y de la democracia en el nivel nacional; la ``consulta'', que convocó a una nueva forma de intervención y comunicación de la sociedad civil en la vida pública del país, etcétera.
Vistas las cosas así, ¿habrá quien vaya a ir a aleccionar a Zapata?