La Jornada 21 de julio de 1997

ULSTER Y EUSKADI: LAS DIFERENCIAS

La aceptación por el Ejército Republicano Irlandés (ERI) del pedido formulado por el partido Sinn Fein en favor de una tregua en sus actividades militares y terroristas para negociar la paz en Irlanda del Norte con el gobierno británico alienta esperanzas de un proceso pacificador para el Ulster. Al mismo tiempo, este auspicioso escenario norirlandés ha de cotejarse obligadamente con lo que ocurre en el País Vasco, así sea para señalar las crecientes diferencias entre los actores principales de uno y otro conflicto.

En ambos casos se da la combinación de partidos legales (Sinn Fein y Herri Batasuna) y de organizaciones armadas (ERI y ETA) de orientación independentista. A partir de allí, y del hecho de que ambos conflictos ocurren en el entorno político de democracias formales, empiezan las diferencias: a partir de su apertura a las negociaciones, el Sinn Fein se ha convertido en el primer partido en el Ulster, mientras que en Euskadi Herri Batasuna, dada su cerrazón, ha experimentado una grave declinación electoral.

En los últimos tiempos, el ERI ha evitado cometer acciones que pongan en peligro a personas ajenas al conflicto. Por su parte, ETA no ha variado en su decisión de sacrificar vidas inocentes. Tal determinación fue refrendada hace pocos días, a un altísimo precio político para la propia organización, con el asesinato del concejal Miguel Angel Blanco.

Otra diferencia fundamental entre la situación en el País Vasco y la que impera en Irlanda del Norte la establece la actitud del gobierno británico que, tanto con los conservadores en el poder como con los laboristas, se declaró dispuesto a negociar con el ERI sin ninguna precondición y sin plantear como requisito para las conversaciones ni la entrega de las armas ni la tregua en las operaciones militares, cosas ambas inaceptables por organizaciones que se consideran en guerra con un Estado ajeno. Ese realismo de los dirigentes británicos, que negociaron secretamente durante largo tiempo con el Sinn Fein, favoreció a su vez el realismo de éste y permitió a los independentistas políticos convencer sobre la posibilidad y la necesidad de una tregua a los independentistas armados, con los cuales no siempre coinciden, una apreciación que difícilmente puede aplicarse ante la relación entre ETA y HB.

Es probable, por otra parte, que la obtusa actitud de ETA, que ha favorecido una campaña gubernamental contra sectores independentistas no necesariamente vinculados o cercanos a ella, haya sido cuidadosamente leída por la directiva del ERI y que a ello se deba la rápida aceptación por parte de esta organización de la propuesta de una tregua que estaba siendo negociada hace meses.

Finalmente, si los etarras no son capaces de asimilar el ejemplo de realismo, sensatez y voluntad de paz de los combatientes norirlandeses --ya que no lo han sido de aquilatar los llamados a la razón y las masivas expresiones de repudio--, quedará sólo la esperanza de que el gobierno de Madrid imite a las autoridades londinenses y, desde sus actuales posiciones de fuerza, haga un llamado a una tregua y comience negociaciones con Herri Batasuna, en vez de intentar aplastarla y que ésta, por su parte, tenga el valor cívico de diferenciarse de ETA, de llamarla a suspender sus acciones terroristas y de condenar el asesinato de Blanco.