José Agustín Ortiz Pinchetti
La democracia que... ¿¡vino!?

A.C.P.V.

En esencia, todos los días recibimos impactos de lo insólito. Hace apenas algunos meses, hechos que hoy son cotidianos nos parecerían de una novela de política-ficción... Un joven periodista me recordó el lunes pasado mis propias profecías contenidas en el libro La democracia que viene (ed. Grijalbo, 1990). Cuando escribí aquel ``divertimento político'' garanticé a los lectores que los pronósticos contenidos en él estarían equivocados. Pero el joven periodista me hizo ver que los tres escenarios alternativos que yo había construido como posibles desenlaces del salinato se habían cumplido. No en forma simultánea, porque hubiera sido imposible, pero sí de modo sucesivo.

En 1990 yo preveía como primer desenlace del régimen de CSG lo que llamé triunfo del inmovilismo cambiante. En circunstancias particularmente difíciles, el proyecto de Salinas triunfaba. No había transición a la democracia y al final el Presidente podía heredar cómodamente su puesto a un sucesor designado por él y ampliaría el cauce a su proyecto neoconservador. No habría ninguna fuerza opositora que pudiera organizarse en su contra.

Otro desenlace que yo preveía era el fracaso del inmovilismo cambiante. El sistema político se colapsaba. Los intentos de Salinas para restaurarlo y prolongar su vida terminaban en un desastre. Por efectos de la mala política económica se producía un disparo de la inflación. Las reservas se volatizaban. El gobierno terminaba en una ruptura y él tenía que salir de México exiliado.

El tercero y último de los desenlaces previstos, era la implantación del sufragio efectivo. Con gran astucia y precisión, un imaginario presidente Salinas iba rompiendo las resistencias de los más reaccionarios dentro del sistema. Permitía elecciones limpias a nivel local. Al final del sexenio en 1994 se producían elecciones limpias, libres y equitativas, la oposición ganaba. Salinas se convertía en el fundador de la democracia mexicana. Pondría en sus memorias: ``como nunca sentí la ovación de la gente, no era una turba acarreada, eran ciudadanos y yo era como ellos. Por primera vez me dí cuenta de lo que había sucedido''. Así se hubiera iniciado en México la República.

Los dos primeros escenarios se han cumplido uno tras otro, y el último está en proceso de cumplirse. El primer escenario se cumplió cabalmente porque Salinas pudo transmitir el mando a un sucesor designado. En lo básico Salinas había restaurado el sistema, había eliminado al cardenismo y gozaba él mismo de una gran popularidad, hasta el 20 de diciembre de 1994.

Este desenlace no resultó definitivo. Se precipitó el segundo: el desastre. Aunque la ruptura no fue tan espectacular como yo la había previsto, se produjo y de modo decisivo. El último tlatoani tuvo que abandonar México y entrar en un exilio trashumante.

El tercer desenlace también se ha cumplido o está en vías de cumplirse, aunque a destiempo. Las elecciones equitativas, limpias, copiosas y reñidas que yo preveía para 1994 simplemente se desplazaron en el tiempo hasta 1997. En un desfase de seis años exactos, el PRI ha perdido el Congreso federal, no en 1991 como yo preveía. Existe ya ``una legislación electoral confiable y avanzada, un padrón aceptado por todos y un organismo electoral autónomo y respetado''.

Me da la impresión, al releer mi texto, que Zedillo se coló en el lugar histórico que hubiera correspondido a Carlos Salinas. EZP ha hecho la reforma que todos le pedíamos a su antecesor. La ha hecho (infortunadamente) con seis años de retraso. La situación del país se ha deteriorado brutalmente en esta época y también se han perdido las oportunidades para reconstituir al PRI como un verdadero partido capaz de competir con adversarios reales en una lucha equilibrada.

Si las cosas salen bien, el presidente Zedillo podrá transmitir pacíficamente el mando a un Presidente electo en elecciones absolutamente limpias e indisputadas. La acumulación de hecho insólitos por los cuales se ha venido a resquebrajar el sistema y a terminar su existencia de modo progresivo, podrían convertir a México en una mediana potencia democrática con grandes posibilidades de reconstrucción económica. Hay épocas en que la responsabilidad política se traslada de los soberanos hacia el pueblo. En gran medida el éxito de la última parte del proceso de la implantación del sufragio efectivo depende de las respuestas que el pueblo dé a las iniciativas de los políticos.