Antonio Gershenson
Deuda y recuperación

El representante en México de la financiera Merril Lynch declaró que los bancos mexicanos se han capitalizado, pero no son ``activos en la parte del crédito'', o sea que prestan muy poco dinero. Agregó que esto retrasa la recuperación económica.

Unos días antes, se informó en estas mismas páginas que el 45 por ciento de los deudores que habían renegociado lo que debían a los bancos, volvió a caer ya en cartera vencida, o sea en la imposibilidad de seguir pagando.

Estos dos elementos confluyen en un cuestionamiento de hecho del camino que se ha seguido para resolver este problema. El camino consistió en que el gobierno diera dinero a los bancos para que éstos renegociaran los adeudos vencidos de sus clientes. Pero éstos, fueran empresas o personas, no iban a reponerse con esos convenios de los efectos de las devaluaciones, de la crisis y de la política económica que se aplicó ante ellas. De ahí que es muy explicable que casi la mitad de ellos haya vuelto a caer en el incumplimiento de sus pagos.

Agricultores que compraron maquinaria a plazos, empresas que recibieron préstamos del banco, compradores a plazos de un automóvil o un departamento y millones de usuarios de tarjeta de crédito, forman parte de la clientela de los bancos. Y a partir de las devaluaciones que se iniciaron en diciembre de 1994, muchos de ellos han caído en incumplimiento de los pagos del crédito.

El tipo de solución que en épocas anteriores funcionó para este tipo de problemas consistió en prestarles dinero a los deudores, con bajos intereses y largos plazos, de modo que éstos pagaran al banco. Con eso los bancos se liberan de la cartera vencida, vuelven a tener dinero para capitalizarse y también para prestar, las empresas se van saneando financieramente y los usuarios de tarjeta de crédito y otros consumidores vuelven a comprar. En suma, se reactiva la economía en su conjunto, y este dinero del nuevo préstamo, que en realidad no es recibido por el deudor sino por el banco, acaba beneficiando a los comercios que recuperan compradores, a las empresas productivas que tienen a quién vender, a las empresas y a sus trabajadores que conservan el empleo, y por supuesto a los bancos.

Lo que se hizo, prestarle al banco pero dejar hundidos a los consumidores y a las empresas endeudadas, no funcionó ni podía funcionar. Lo que más se dijo públicamente para justificar esto es que el otro tipo de arreglo podría justificar o alentar la ``cultura del no-pago''.

La verdad es que la cartera vencida subió bruscamente a partir de las devaluaciones, y no es creíble que quienes antes pagaban puntualmente, de repente se hayan ``desculturizado'', hayan perdido su ``cultura del sí-pago'' y adoptado la otra. Dejaron de pagar porque no tenían con qué hacerlo. En todo caso, en estas situaciones normalmente se deja explícito en las normas legales que respaldan las medidas de solución, o sea, los créditos blandos a deudores para liquidar sus deudas con el banco, que se adoptan por única vez, para que la ilusión de que esto se repita no aliente la suspensión innecesaria de los pagos.

Parece ser que hay la intención de replantear este asunto en la nueva legislatura del Congreso de la Unión. Estaría bien, pero el gobierno mismo podría, ya antes de ello, dar pasos hacia una verdadera solución del problema.