Para Carlos Payán, Inna y Emilio
...que gozó de tanta fama, privilegio de nobles en su tierra natal bautizada con el nombre de América, y en sus pininos europeos igualmente exclusiva de reyes y aristócratas, es ahora sujeto de escarnios y prohibiciones. Esta hoja dorada era parte importante de rituales y remate de una buena comida, tratándose de seres elegidos.
Vale la pena recordar la reseña que hace Bernal Díaz del Castillo sobre los banquetes del sibarita emperador Moctezuma: ``Traíanle frutas de cuantas había en la tierra... cotidianamente le guisaban gallinas, gallos de papada, faisanes, perdices de la tierra, pajaritos de caña, codornices, patos, venado, puerco, muchas maneras de aves y cosas que se crían en estas tierras que son tantas que no las acabaré de nombrar tan presto''.
Al finalizar de comer, al igual que había sucedido al inicio, le llevaban ``unos pañizuelos de manta blanca y cuatro mujeres muy hermosas y limpias le daban agua en unos como a manera de aguamaniles hondos para que se lavara boca y manos''. Inmediatamente después, las hermosas doncellas le acercaban un jarro de cacao espumoso y ``tres cañutos muy pintados y dorados y dentro tenían liquidámbar revuelto con unas yerbas que se dicen tabaco... después que le habían cantado y bailado y alzado la mesa, él tomaba el humo de uno de aquellos cañutos... y con ello se adormía''.
Todo aquel que fume o lo haya hecho, sabe el placer que es saborear un cigarro o puro tras una buena comida, acompañado de un café y si se puede un buen digestivo como coñac o anís ¡mejor! Ahora este inocente placer es anatemizado y con razón cuando se abusa de él, debido a las terribles consecuencias que acarrea a la salud, que hacen que los que aún conservan ese hábito, sean vistos como criminales por muchos fanáticos de la vida sana.
Sin embargo, utilizado con moderación, al estilo Moctezuma, puede ser una fuente más de gozo que acompañe momentos especiales. Así era en los tiempos prehispánicos; se han hallado restos arqueológicos de su uso, que datan de dos siglos antes de nuestra era. Una de las principales muestras son las pipas o cañas, de las que hay múltiples evidencias.
Hay que destacar que su consumo, al igual que el del pulque y el cacao, estaba restringido a las clases directoras: nobles, sacerdotes y guerreros, y los viejos en ciertas ocasiones. Para el resto de la población su empleo estaba severamente penado. Era parte de las ofrendas a los dioses y a los muertos, así como del ceremonial para pedir a la novia; los comerciantes lo ofrecían en sus banquetes, al igual que los diplomáticos que recibían o visitaban extranjeros. Por lo menos 50 enfermedades tienen como receta de curación el tabaco, y preparado en ciertas formas decían que quitaba el cansancio, causaba visiones y embriagaba.
La forma más común de utilización era en cañas, pero también se preparaba en polvo y se sabe que ocasionalmente se mascaba y comía. Muy agradables deben haber sido las mezclas que hacían con vainilla, liquidámbar y otras plantas aromáticas de las regiones tropicales.
Al popularizarse durante el virreinato se volvió un buen negocio, tanto que dio lugar a la creación de la Fábrica Real de Tabaco, a la que se le construyó un soberbio edificio que aún existe, conocido después como la Ciudadela, por el uso militar que tuvo en el siglo pasado. Hasta mediados de esa centuria, la fabricación de cigarros y puros era tipo artesanal y doméstico.
Pero a pesar de su reciente mala fama, el tabaco se defiende y en cigarro, puro y pipa, sigue proporcionando placer a muchas personas. En el Centro Histórico hay varios establecimientos especializados. En Venustiano Carranza 20 está el tradicional ``Hermanos Petrides'' y a unos pasos, en el numero 12, ``La hoja de tabaco'', que vende sus propios puros marca ``Hoja real'', que hace con las plantas que siembra en sus ranchos de San Andrés Tuxtla. Allí el experto encargado, don Silverio Méndez, le explica todo lo que quiera saber sobre el tema y le muestra el cuarto de humidificación y las elegantes cajas caseras con el mismo sistema. Desde luego, ambas tiendas tienen los accesorios más comunes y los más extravagantes que se le puedan ocurrir relacionados con el humoso hábito.
Un purito de estas casas es un buen broche para una comida de mariscos en el restaurante El Malecón, situado en la misma vía, en el número 9, ubicado en el edificio con la fachada más pequeña de la ciudad. Sus cuatro metros sirven de base a una linda construcción romántica, con todo y manzarda. Enfrente y al lado hay dos amplios estacionamientos.