Recobrar es, según dice mi diccionario, volver a cobrar lo que se perdió y más aún, desquitarse de un daño o una pérdida. Hoy, en el discurso de los secretarios de Hacienda y de Comercio es común la insistencia sobre la recuperación de la economía y lo menor que se puede decir de ella, además de que como sabemos no es obra de ningún milagro, es que lo que se ha recuperado es muy desigual y que el proceso admite algunos señalamientos.
En efecto, el producto se está recuperando, sobre todo en el sector industrial, y durante el año ha mostrado alzas con respecto al mismo periodo del año anterior; así, por ejemplo, en el mes de mayo dicho crecimiento fue de 8.9 por ciento. Estos datos incluyen a las manufacturas con todo y maquiladoras y a la industria de la construcción, que se levanta todavía tímidamente de su gran caída en 1995. El producto está creciendo, alentado básicamente por la industria asociada con la exportación, y con ello se ha logrado también crear empleos con los que, se dice, se recuperan ya aquéllos perdidos con el más reciente episodio de la larga crisis económica del país. Pero este desempeño no significa todavía el cobro de lo que se perdió, y en el caso del desempleo valdría la pena hablar también de aquél que se ha acumulado en los últimos años y de la insuficiencia de los puestos de trabajo que pretenden crearse hasta el fin del sexenio.
A escala macroeconómica hay una recuperación. Pero esta escala, favorita de la política económica que se aplica con empeño desde hace una década y media, no representa un cobro de lo perdido (según se desprende del propio concepto de recuperación), especialmente cuando se observa a un nivel desagregado. Los sectores que se recuperan no son los mismos que han perdido con la crisis, y los nuevos empleados no son los mismos que perdieron antes su trabajo. El sector que se recupera está cada vez más claramente delimitado y representa una parte pequeña aunque la más dinámica de la economía. Para darse una idea hay que ver que la industia manufacturera representa una quinta parte del producto interno bruto, pero da cuenta de cuatro quintas partes de las exportaciones. De esas exportaciones, aquellas que provienen de la división XII de maquinaria y equipo generan casi 80 por ciento del total en el sector de las maquiladoras, y 60 por ciento en el sector no maquilador. En el segmento no maquilador, las exportaciones asociadas con la industria automotriz significan casi 40 por ciento del total, mientras que en el caso de las exportaciones de las maquiladoras, las que provienen del sector de equipos y aparatos eléctricos son casi el 60 por ciento del total.
Desde un punto de vista eficientista asociado con la asignación de los recursos por medio del mercado, habría en las visiones económicas hoy predominantes un posible argumento en cuanto a la forma más barata de generar divisas, que en este caso sería precisamente en las actividades antes señaladas. Este sería un argumento ligado con un criterio de bienestar,siempre y cuando se expresara efectivamente como tal, cosa que no ha ocurrido en los largos años del ajuste y la reforma económica operada entre los gobiernos de De la Madrid y Zedillo.
Pero dicho argumento tiene serias restricciones por cuanto se asocia, entre otras cosas, con un asunto de orden estructural que tiene que ver con una creciente distorsión productiva. Esta distorsión se aprecia en la necesidad de mantener reprimida la actividad económica asociada con el mercado interno que es, precisamente, aquélla en la que se genera la mayor parte del ingreso de la población. La generación de divisas está, además, cada vez más comprometida por los elevados requerimientos de importación que tienen tanto la producción como las mismas exportaciones, lo que hace crecientemente difícil mantener un saldo positivo en el comercio internacional. Del total de las importaciones del país, 80 por ciento corresponde a los llamados bienes intermedios, que son los que se usan como insumos en la producción; de ahí que podría volver a plantearse, sin vergüenza, la necesidad de sustituir importaciones aunque ahora en el marco de una economía abierta.
La recuperación macroeconómica y de carácter contable es limitada como criterio de evaluación de la política económica desde un punto de vista de la eficiencia, concepto caro a las medidas que hoy se aplican. Lo que se ha recobrado no es lo mismo que lo que se ha perdido, y políticamente es complicado convencer acerca de la asimilación de ambos procesos, el de ganancia para un sector y de pérdida para otro. Queda mucho todavía pendiente para que la recuperación se afirme en la experiencia de todos los días de la mayor parte de los agentes económicos, y queda mucho, también, para que se convierta en un proceso sostenible.