Guillermo Almeyra
Terrorismo vs. independentismo
Con motivo del feroz crimen cometido por ETA, se ha desatado una verdadera jauría contra los derechos democráticos en el país vasco, en España y en América Latina. No ha faltado un intento del gobierno español de imponer con arrogancia y prepotencia la línea que debe seguir la prensa mexicana conminándola, como si aún existiese la Colonia, a utilizar el vocabulario que aquél privilegia, ni tampoco la acusación de Menem a la oposición argentina de proteger a los etarras porque aquélla había pedido aclaraciones sobre la detención de siete diputados vascos, ni la advertencia del ministro del Interior español de que vendrá a México porque aquí hay muchos etarras (lo cual hace pensar en nuevas deportaciones).
Aclaremos: el terrorismo indiscriminado y contra víctimas inocentes debe ser repudiado firmemente. Además, es contraproducente hasta para ETA pues, como en el caso del concejal Miguel Angel Blanco, une al pueblo con el gobierno contra el cual pretende actuar el grupo terrorista, y aleja los posibles aliados de la causa que éste pretende defender con esos métodos aberrantes. Pero, con el pretexto de condenar ese terrorismo, no se pueden esconder otros problemas.
El primero de ellos es que, a pesar del clamor de la jauría, en España estuvo y está planteada la existencia de torturas y asesinatos en el caso de los presos vascos, de secuestros de vascos en otros países, de pago por el Estado a bandas de asesinos, como en el caso de los GAL y no existen, por lo tanto, ``plenos derechos democráticos''. El segundo es que, independientemente del juicio moral que pueda motivar el silencio de Herri Batasuna ante este asesinato, es una aberración legal sostener que callar ante un crimen equivale a complicidad con el mismo. Mientras no se pruebe lo contrario, Herri Batasuna no es ``el brazo político de ETA'' sino un partido legal vasco, que representa al 15 por ciento de los electores vascos, y no puede ser juzgado políticamente sino por éstos. Impedirle actuar, arrestar a sus diputados, echar de la Cámara a diputados legalmente elegidos, defenestrar a sus alcaldes, suspender su derecho a manifestar, a publicar un diario, a tener organizaciones sociales, equivale a borrar del mapa, como si no existieran, a los electores que le dieron un mandato.
El tercer problema es el de la existencia del independentismo, que no tiene por qué ser identificado con el terrorismo de ETA (que es simplemente una de las formas enfermas de lucha por ese objetivo).
El gobierno español y las organizaciones vascas que defienden el centralismo están aprovechando los crímenes de ETA para conseguir el apoyo popular a una política antidemocrática: la supresión del derecho a la independencia del pueblo vasco si la mayoría del mismo así lo decidiera. Una cosa, en efecto, es sostener --tal es mi caso-- que la creación de un microEstado no daría ninguna solución a los problemas existentes en el país vasco (desocupación, desindustrialización relativa, crisis social, pisoteo de los derechos, etcétera), y que no se responde a la mundialización creando miniEstados debilísimos, y otra es impedir que quien quiera independizar su región difunda sus ideas y se organice para defenderlas. A las ideas se responde con ideas, no con torturas o asesinatos, y eso vale tanto para el ETA como para el Estado español. Además, la mundialización pone en riesgo en todas partes la unidad nacional y exacerba los regionalismos, la esperanza de encontrar un trato mejor en las grandes instituciones financieras que en el Estado central opresor y, por lo tanto, el independentismo debe ser encarado políticamente. Madrid tiene el deber de buscar una solución política y pacífica al caso vasco. Ni Felipe González ni aun Aznar han intentado seriamente la vía de la negociación, ni cuando la mediación de Argelia ni en estos días cuando ETA pidió la mediación de Adolfo Pérez Esquivel, que Aznar rechazó.
Suprimir Herri Batasuna y las organizaciones culturales y sociales independentistas cerrará el camino a una diferenciación entre quienes buscan la independencia por vías pacíficas y los que sólo ven la solución en las armas, dándoles a éstos nuevos reclutas. La brutal arrogancia del gobierno derechista español hace prever, desgraciadamente, que el linchamiento del independentismo legal prepara más terrorismo. Contra eso hay que protestar en nombre de la democracia para España misma, pues no será libre jamás un pueblo que oprima a otro (o a parte de otro).