La Jornada 16 de julio de 1997

Incluso en las filas neoliberales surgen voces críticas, dice Vázquez Montalbán

Mauricio-José Schwarz, especial para La Jornada, Gijón Ť Para hablar con Manuel Vázquez Montalbán hay que ir de polizón en el auto que va por él al aeropuerto y pedirle, en recuerdo de viejas reuniones en La Habana y aquí mismo, una entrevista a 120 kilómetros por hora rumbo a Gijón, donde lo espera una apretada agenda: rueda de prensa, firma de libros, mesa redonda y una cena en homenaje a los 25 años de su Pepe Carvalho, protagonista de siete de sus novelas. Ritmo común en él, quien vive a plenitud y con júbilo, sin falsas modestias, su posición de ser a un tiempo el más cercano equivalente a Carlos Monsiváis y un novelista político-policiaco profundamente amado y fino poeta de la generación que con el verso confrontó al franquismo.

El Vázquez Montalbán que habla es reconocible en la cadencia y pasión de sus palabras, pero le faltan el bigote y algunos kilos perdidos a causa de una intervención quirúrgica a corazón abierto. No obstante, tiene ánimo de sobra para hablar de los problemas de España, de las recientes elecciones en México, de globalización de la economía y, por supuesto, de poesía.

Habla de su país y su realidad actual de desempleo y neoliberalismo, del paso del gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) a la administración de Aznar y el Partido Popular (PP), cuyos inicios cronicó en un reciente libro.

Miedo a perder identidad

``España es homologable con cualquier otro país de lo que se ha llamado el norte fértil. En el libro Un polaco en la corte del rey Juan Carlos describía el inmediato paso del periodo socialista al popular, y la conclusión a que llego ahora es que se ha hecho por un pasillo único, vamos a llamarle social-liberal; a un lado del pasillo se es más social y al otro más liberal, pero tanto lo que hacía el PSOE como lo que hace el PP es prácticamente lo mismo. Nos movemos dentro de lo que se ha llamado el discurso y el pensamiento únicos, y España no es la excepción.''

--¿Juega en esto la idea del fin de la historia?

--No, la historia no ha terminado, afortunadamente. Supongo que acabará cuando estemos tan calvos como Marte. Pero ha acabado una expectativa dialéctica y, momentáneamente, una clara identificación de contrarios. Luego de la revolución industrial era muy claro que dos contrarios jugaban con una nueva síntesis o un cambio social importante, y eso ahora no es tan claro. La unificación del capitalismo como sistema mundial está generando contradicciones y desarrollando otras que ya tenía. Habrá que darle respuesta a eso. Yo me acojo al veredicto a esta situación que dio una persona que no es precisamente de izquierda y que se llama Octavio Paz, quien dijo cuando cayó el muro de Berlín: ``Algunas respuestas han fracasado pero siguen planteadas las preguntas''.

--¿Cómo valoras lo positivo y lo negativo de la globalización?

--Lo curioso es que la globalización genera al mismo tiempo un fenómeno contrario. El proceso global, si sigue la lógica economicista dominante, es irreversible, pero genera una serie de malestares, como la desidentificación, y de ahí surgen movimientos étnicos o nacionalistas, porque es una manera de defenderse del miedo a perder identidad dentro de ese inmenso proceso. Ahora, en mi opinión, el aspecto más interesante es que, si es irreversible, generará la necesidad de una respuesta también de carácter global. Hoy la iniciativa es de la ofensiva neoliberal y el neocapitalismo agresivo, pero está generando tal tipo de problemas que hasta dentro de las filas del neoliberalismo surgen voces críticas. Hace poco un banco de Cataluña me pidió que hiciera una intervención en presencia del ministro de Industria, que en su pasado fue comunista, por cierto. Hice una crítica del neoliberalismo acogiéndome a textos de neoliberales críticos, como Galbraith o Rifkin, o, por ejemplo, Vivienne Forrester, una francesa que publicó un libro demoledor. Cuando terminé mi intervención, el ministro de Industria intervino y dijo que mi discurso le pareció ¡trotskista! Es decir, si a un neoliberal los neoliberales críticos le parecen trotskistas, quiere decir que tienen el asunto bastante enredado. Porque ¿qué dicen estos neoliberales? Que de continuar esa marcha irreversible, se van a generar una cantidad tan impresionante de problemas de carácter social, que la única inversión seria en el futuro sería en policías y en cárceles privadas, porque los trastornos sociales que generará ese capitalismo salvaje y global van a ser tremendos. Eso es lo que plantea la gente más lúcida de los que han dirigido esa gran ofensiva, espero que de eso aprendamos todos.

--El creador combativo que ahora parece que no tener herramientas para enfrentar el problema, ¿qué expectativas puede tener y hacia dónde puede tirar?

--Es una elección libre y, de hecho, ni la literatura ni la creación plástica son determinantes en la formación de la ideología. En ese sentido es más determinante lo que te transmite tu familia, el barrio en que naces, tus relaciones de trabajo o la directa comprobación de la realidad. El discurso literario o filosófico puede clarificar o ratificar tu comprobación de la realidad, pero jamás crearla. Eso ocurría en la época de las luces, cuando los cambios se provocaban en el seno de minorías ilustradas y el papel del filósofo o del alto divulgador de ideología era determinante; el papel del libro en una sociedad en la que sólo leía una minoría era muy determinante y una enciclopedia podía provocar la creación de una casta revolucionaria. Ahora eso es impensable. Hoy, para cambiar la ideología, hay que luchar por cambiar los planes educativos y por ser el director de programación y de finalidad histórica de Televisa.

--¿Y el Vázquez Montalbán poeta?

--Está vivo y coleando. Acabo de publicar un poemario que se llama Ciudad. Precisamente Alvaro Mutis presentó la traducción italiana y había salido un mes antes en España. Quizás lo publique Mondadori en México por conducto de Grijalbo. Los poemas completos que se llaman Memoria de ciudad salieron hace siete meses.

--Tienes 25 años con Pepe Carvalho, ¿se enamora uno del personaje o por qué sigue con él a cuestas?

--Primero ensayé a Pepe Carvalho, sin ningún propósito de que fuera un personaje fijo, en Yo maté a Kennedy, una novela más bien experimental y poco calificable como policiaca. Luego, cuando vi que tenía necesidad de escribir una serie de novela-crónica, lo seguí usando. No sólo trata de la evolución de la sociedad española, creo, sino que Carvalho ha sido entendido en muchos de los países donde se ha traducido, porque a través de su mirada se refleja ese paso de los años sesenta, en los que todo mundo creía que todo era posible, incluso creímos que podíamos follar libremente para siempre, porque había aparecido la píldora, hasta llegar a la época actual, al borde del siglo XXI, en la que ya no podemos ni follar, porque hay el miedo al sida y porque al Papa no le gusta ni el preservativo; Carvalho ha reflejado ese cambio de los ilusionados sesenta a esta decepción sin futuro, el final de la historia y la madre que los parió. Para reflejar eso yo necesito a Carvalho. Claro, cuando quiero abordarlo directamente escribo un ensayo, pero a Carvalho lo requiero como un cronista. De hecho, Carvalho es un periodista, un mirón que cumple unas consignas que daba un viejo maestro de periodismo que decía ``ver, oír y contar''.

Reciclar a Carvalho

``Lo que Carvalho no puede seguir siendo ya, a partir del 2000, es investigador privado, porque eso implica un atletismo físico y sexual y eso no va ya con la edad real de Carvalho. Le he dado una edad real a Carvalho, no he hecho como Simenon, que hacía que Maigret tuviera la misma edad en los años treinta y en los ochenta. De manera que estoy pensando en un reciclaje, en una remodelación del personaje para convertirlo en espía posmoderno, en términos de la globalización y toda la nueva teoría sobre cómo serán las guerras civiles futuras: serán por el agua, por vertederos industriales, por la lengua, por las etnias... Entonces resulta sensacional que Carvalho sea elegido por el presidente de la Generalitat de Catalunya para montar una especie de CIA catalana, y allí podría introducir al personaje y a mí mismo describiendo los conflictos del inicio del próximo milenio, ya no desde la perspectiva del investigador moderno sino de ese espía posmoderno que no estará al servicio de una gran causa universal total, sino al servicio de esas guerras civiles dentro de la aldea global, que es el nombre que le han dado Toffler y otros autores a las guerras futuras.''

--¿Sientes envidia porque el homenajeado este año es Pepe Carvalho y no Manuel Vázquez Montalbán?

--En absoluto. Yo con Carvalho tengo buenas relaciones, pero ambiguas. Acaba de publicarse una pieza teatral que ya se representó en Viena, de Carvalho contra mí, la he escrito yo, claro, y que en Espana representará el Teatro de la Abadía. Es un monólogo larguísimo de Carvalho en mi contra, y ahí refleja las tensiones que crea un personaje fijo. Hay que respetar que la gente ya sabe cómo es, que él ya es así, que tiene un código, su forma de actuar y eso llega un momento en que a un escritor le puede molestar muchísimo, prefiere la página en blanco y empezar una historia nueva y completamente abierta.

Asimismo, abordamos su relación con México y su reacción ante las recientes elecciones.

``Esas elecciones eran muy simbólicas, como el final de una era, la posible victoria de un candidato que no fuera del PRI era como el final de una era y el comienzo de una nueva etapa llena de riesgos. Lo del PRI ha sido un sistema de dominación muy sutil y muy condicionado por la propia resultante de la especial Revolución mexicana y su adaptación al tejido social del país. Y hay que ver además cómo eso se recicla en una pluralidad política, con los grandes problemas sociales de desarrollo que tiene el país, ejemplificados por el caso de Chiapas.

``Mi última relación con México fue a través del subcomandante Marcos, porque fue un equipo de la televisión española a hacerle una entrevista y él les preguntó: `¿Ustedes de dónde vienen?'. Le respondieron que de Barcelona, y Marcos dijo: `He dejado de leer novelas de Carvalho porque las recetas de cocina me producían apetito y aquí en la selva no hay manera de hacer esas recetas'. Entonces yo publiqué una columna en El País diciendo que en las próximas novelas dedicaría una sección a la cocina guerrillera.''

Cocina y literatura, poesía y music hall, el polivalente Vázquez Montalbán llega a Gijón y comienza a desempeñar el público papel de un intelectual al que no le queda ninguna etiqueta de las que tanto gustan a tantos.

Es Manolo, sencillamente.