A medida que los minutos transcurrían durante la mesa de ``Ruptura'' en el Palacio de Bellas Artes, a la que aludí en mi artículo anterior, los ánimos se caldeaban, las voces tomaban más fuerza y cada quien quería comentar lo que pensaba acerca de lo que decían los demás. Imposible hacer una reseña puntual: José Luis Cuevas le reclamó a Alberto Híjar una cuestión referida a la gran retrospectiva suya que tuvo lugar en Ciudad Universitaria (MUCA). Rindió veneraciones a Margarita Nelken, como defensora de la nueva etapa del arte mexicano, pero yo creo que lo que Nelken defendía se vinculaba a las herencias del expresionismo y se pronunciaba simultáneamente no sólo por Cuevas, sino por Marysole Wrner que era la niña prodigio del momento, ``un fenómeno'' cuando Cuevas había rebasado las fronteras nacionales.
En la sesión no recordamos a Crespo de la Serna, cuya postura consistía en reseñar y opinar sobre lo que sucedía, tomando lógico partido por lo que más le atraía: fue muralista y modelo de muralistas y escribió incansablemente sobre ``rupturos'', nacionalistas, emergentes, etcétera. Nelken que estaba casi ciega y tenía columna en Excélsior poseía muy buena formación no sólo visual, sino cultural, cosa que queda explícita en la recopilación de sus propios escritos El expresionismo en la plástica mexicana de hoy, cuyo primer capítulo sobre un pintor mexicano está dedicado a José Clemente Orozco (INBA-SEP, 1964). Pero entre los vivos, el héroe de Nelken era Cuevas. Los puntales apoyadores de la Ruptura fueron en realidad Octavio Paz inicialmente y luego de modo persistente, continuo y comprometido Juan García Ponce quien era a la vez un feroz polemista, como también lo fue Cuevas entre los artistas. Este, que nunca ha sido abstracto, pero que defendió a los abstractos a capa y espada, aludió a un hecho cierto: ``siempre que nos atacaban políticamente se hablaba de Gómez Sicre''.
Relató que impartía conferencias en varios países latinoamericanos oponiéndose al indigenismo folclorista de la Escuela Mexicana y Gómez Sicre lo amonestaba continuamente por emitir esos comentarios negativos. Si a algún acuerdo llegamos fue a éste: los abstractos ``con voz y voto'' (no en el mundo oficial de entonces, pues estamos hablando de 1958-1962 aproximadamente) eran sólo cuatro: Manuel Felguérez, Lilia Carrillo, Fernando García Ponce y Vicente Rojo, quien por esos años dio el viraje a la abstracción utilizando algunos elementos pop. No es posible asimilar en ese grupo a artistas que como Germán Cueto y Carlos Mérida practicaron léxicos de vanguardia con antelación, porque no fueron protagonistas de aquellas batallas, como sí lo fue Vlady.
Cueto y Mérida, si se quiere, fueron forerunners, lo mismo que otros que sin ser abstractos estaban en favor de las modalidades internacionales: referirse a Tamayo suena de perogrullo, pero es inevitable hacerlo porque Diego Rivera declaró en 1956 que el ejemplo a tomar era él, y después de él, Soriano.
Wolfgang Paalen procedía del surrealismo no ortodoxo y al decir de Felguérez su influencia fue grande. Gerzso, quien provenía del cine, abandonó su iconografía figurativo-surrealista en 1953 y Juan Soriano --a quien no se mencionó en la sesión, lo cual fue una falla-- se volvió ``figurativo no realista'' en ese tiempo. Los figurativos no realistas (Alfonso Michel sería caso típico) eran considerados abstractos o, por lo menos, antinacionalistas.
Mencioné una exposición de la que guardo vaga memoria que tuvo lugar en la Casa del Lago en 1959 (Toledo participaba, entonces lo conocí) diciendo que el prólogo del catálogo había sido escrito por Luis Cardoza y Aragón. Me equivoqué: la muestra que prologó don Luis y que incluso analicé (sólo para mis adentros) ocurrió después, en el MUCA, y se titulaba Tendencias del arte abstracto en México. Fue buena exposición, pero no todos los que participaron eran abstractos. Había ``figurativos no realistas''. Estaban Germán Cueto, Felguérez, Lilia Carrillo y Luis García Guerrero, quien se había vuelto abstracto; Paalen, Antonio Peláez, Vicente Rojo y Roberto Montenegro que le entraba a cuanta modalidad le apetecía aunque no le quedara, presentó obra abstracta al estilo Rodríguez Luna.
Los más jóvenes eran Luiz López Loza, Arnaldo Coen y Raúl Herrera. Abría Tamayo con una pintura muy hermosa, figurativa, no realista; Cordelia Urueta, también representada, lo seguía muy de cerca. Soriano resultaba mucho más personal que ella y Vlady era semiabstracto. Valdemar Sjolander desde 1947 exponía en nuestro país igual como escultor (uno de los primeros en usar chatarra, si no es que el primero) que como pintor. Empezó aquí siendo figurativo, después se volvió abstracto, formó a varios discípulos y se integró a los de ``Ruptura''. Ni una palabra dijo Cardoza en ese catálogo acerca de las propuestas ofrecidas por los expositores de las tendencias abstractas o abstraccionistas en México, sino que se la pasó citando a Herbert Read y a Kandinsky. Esta exposición fue anterior a la instauración del Salón Independiente producto directo de la Exposición solar (1968) organizada con motivo de los juegos olímpicos. Por lo tanto el Salón Independiente es secuela del movimiento estudiantil de 1968.
La Exposición solar significó un retroceso para los de ``Ruptura'' si tomamos en cuenta que Confrontación 66 para las nuevas generaciones, convocada por Jorge Hernández Campos desde la jefatura de artas plásticas del INBA, había significado un avance considerable, un auténtico ``asalto al bastián de mármol'' (frase de Cuevas en 1958).