La Jornada Semanal, 13 de julio de 1997
una mañana en las alturas de Fiesole
mirando, bajo árboles franciscanos,
Florencia como una aparición.
Ha sido el Arno que rima puente y luna
y palabras de amor que nombran
a Claudia y a Paola.
Ha sido la línea prefulgente atravesando
siglos, desde el Cristo de Cimabue
y los frescos de Giotto en la catedral de Asís
hasta el mediodía extático en la melodía de luz y
en la amarilumbre de los cuadros de Sandro Botticelli.
Ha sido la parlata florentina
que a la vez que canta aspira las palabras.
Ha sido Asís de sotana medieval
donde marchan austeras
sombras religiosas y pájaros anuncian
dictados de luz y dictados de sombra,
de hermano sol y de hermana luna.
Ha sido los atardeceres de agosto
con la llama alba de las palomas
en los aleros de arcilla de Perugia
y un domingo azul en calles de Spoleto azul.
Ha sido tardes de largas caminatas por el
Lungo Tevere y la antigua línea renovada
en la geometría de las ruinas.
Ha sido cuchicheos y susurros de agua
de la poesía de Keats y cuchicheos y susurros
que bajan desde peldaños de la escalinata
de Trinitá dei Monti para anegar la calle.
Ha sido el cine, el gran cine
-maravilla y signo-,
que hace más real al siglo XX.
Ha sido eso y más, porque aquello
que tocan las manos italianas,
porque aquello que de Italia nace,
se vuelve música en paisaje, casa y luz,
nos vuelve música en paisaje, casa en luz, Italia.
Italia ha sido
Soy miope incluso cuando gasto gafas,
porque olvidé el perímetro,
porque me quedo con el centro de un volumen.
Los empellones de la gente
me transportan,
y tan incierto es mi destino como un rostro lejano.
De cerca veo mejor,
pero mis ojos quieren la escritura
de los pájaros.
Mis ojos quieren de los árboles más altos
la nervadura de una hoja
transparente.
No sé por qué -y eso me angustia-
acudo siempre al mango del cuchillo,
nunca al filo.
Si al sol quería de niño dibujar
lo hacía representando
un hielo derritiéndose.
Incluso con anteojos no distingo
la urdimbre de los días
que se acercan.
No puedo o no sé leer los argumentos
de una historia.
Soy un lector de actos.
Todos los días me desengaño un poco
al acercar frente a los ojos
algo que era mejor cuando era vago.