AUTOPISTA

Box


Hace unos días, Mike Tyson rompió otro récord del boxeo: de un mordisco infernal, rebanó la oreja de su oponente. El lance precipitó a los aficionados a especulaciones de todo tipo. ¿Es Tyson un caníbal que botanea con sus adversarios, un animal de presa, una víctima de una sociedad represiva y carcelaria, un artista de fusión que busca para el box trofeos de la tauromaquia? En su mismo horror, el hecho tuvo algo virtuoso (no cualquiera desprende una oreja de una dentellada) y convirtió a Tyson en emblema del más desesperado de los apetitos.

Para asimlar esta acción extrema conviene repasar las condiciones del boxeo. ¿Cuál es el autor ideal para un libro sobre box? ¿Un periodistaÊde ring side, salpicado por la sangre de los campeones? ¿Un peleador millonario y retirado que contrata a un escritor fantasma? ¿Uno de los muchos presidentes de las muchas comisiones mundiales de boxeo? Nada de eso. Uno de los mejores libros del género se debe a una mujer menudita, que usa grandes anteojos y da clases en la Universidad de Princeton, la poeta y novelista Joyce Carol Oates.

En Del boxeo (editado en español por Tusquets), Oates sube al cuadrilátero con ánimo decidido y declara que no estamos ante un deporte. A diferencia de lo que ocurre con el futbol o el beisbol, el boxeo no se ``juega''. Es otra cosa, brutal y encandilante: una recuperación del instinto asesino de la raza, un arte del sufrimiento, una forma de vida que cautiva e infunde terror pánico.

Uno de los errores de quienes analizan el boxeo es que tratan de ver en él una metáfora de la realidad. Al respecto, Joyce Carol Oates lanza un fulminante upper cut: ``La vida es como el boxeo en muchos e incómodos sentidos. Pero el boxeo sólo se parece al boxeo.''

Los mejores combatientes son los que adivinan los gestos del enemigo. Para sobrevivir entre las doce cuerdas no basta una pegada de plomo; hay que intuir los golpes del rival. Lo que distingue a un campeón de los muchos bultos anónimos que han besado las lonas del planeta, es que sabe lidiar con sus fantasmas, anticipar los lances del enemigo, moverse en función del otro. El gran Tommy Lohgran instaló espejos en el gimnasio para asumir el punto de vista de sus contrincantes.

``Sólo te derriban los golpes que no ves'', dice un célebre adagio del box. De cualquier forma, el rival siempre acierta bastantes golpes y el boxeador, que depende de evitarlos, también debe estar preparado para asimilar considerables dosis de castigo. Muy pocos profesionales han logrado conservar intactas sus facciones. A propósito de Muhammad Alí, escribió Norman Mailer: ``parecía trabajar sobre la premisa de que había algo obsceno en que lo golpearan''. Rey del bending, Alí desesperaba a sus adversarios bailoteando de una esquina a otra, con la guardia elegantemente baja. Sin embargo, casi todos los que lanzan cruzados a la mandíbula saben que para ganar deben recibir tundas formidables. Por eso, Oates comenta: ``el boxeo tiene que ver más con ser golpeado que con golpear, del mismo modo en que tiene que ver más con el sentido del dolor, cuando no con una devastadora parálisis psicológica, que con ganar''. Frank Fletcher, conocido en el medio pugilístico con el suave mote de El animal, opinó al respecto: ``Detesto decirlo, pero es verdad_ cuando llega el dolor, es cuando más me gusta.''

A medio camino entre el masoquismo y la resistencia estoica, el peleador enfrenta a una distorsión pesadillesca de sí mismo que habrá de torturarlo durante diez rounds.

De acuerdo con Oates, las sociedades buscan entretenimientos progresivamente complejos hasta que nada las satisface y vuelven sobre sí mismas, en busca de su origen, de la más básica y salvaje forma de matar el tiempo.

Versión contemporánea del gladiador, el púgil surge de las barriadas para agonizar bajo las luces calientes de la arena. Los gritos de ``¡mátalo!'', crean una temporalidad alterna: durante tres minutos el boxeador será un paquete asesino y un recipiente de golpes, el protagonista del ``drama de la vida en la carne''.

Cuando alguien recibía una golpiza excesiva en las noches de la Arena México, el locutor Toño Andere solía exclamar: ``¿Qué no hay humanidad?'' La respuesta es tan dramática como las palabras de Antígona: lo humano tiene que ver menos con la piedad que con la elemental aniquilación del prójimo. Por eso el mánager se resistía a tirar la toalla y el réferi a declarar el nocaut técnico. El protector bucal salía por los aires, en un chisguete de sudor y sangre y saliva, y el combate continuaba.

Rito y tragedia, comercio y vejación, el boxeo ``es la única actividad humana en la que la rabia puede ser traspuesta inequívocamente en arte''.

Semidesnudos, cercados por las cuerdas, dos hombres están ahí para nosotros: su sangre mide lo que somos.

CONFIGURACIONES

Hugo Hiriart

Los invisibles sociales

Es una pena decirlo, pero Aristóteles ha perpetrado algunas de las páginas más negras de infamia filosófica. Si hubiera sido Perico de los Palotes o Francis Fukuyama, el asunto no tendría importancia. Pero el culpable es el luminoso Aristóteles, el Filósofo por antonomasia, el autor del primer libro de lógica y de la ƒtica a Nicómaco, insuperada obra maestra sobre la materia. Entonces, ¿qué le pasó al maestro?, ¿por qué rodó hasta esas páginas repugnantes? Eso es lo que vamos a ver ahora.

Las páginas a que me refiero constituyen su defensa de la esclavitud y figuran en los capítulos IV-VII del primer libro de su Política.

No voy a reproducir en detalle los argumentos en defensa de que algunos humanos son por naturaleza esclavos; más que malos, son pésimos y no despiertan la menor convicción. Así tiene que ser: si hubiera buenos argumentos para eso, viviríamos en un universo diferente al que vivimos.

El esclavo era considerado jurídicamente como un instrumento. Había instrumentos inanimados e instrumentos animados, y según la definición romana eso es el esclavo, un instrumentum vocale, ``instrumento que habla''. Todos los instrumentos son propiedad del amo. Y, dice el Filósofo, ``es justo que así sea''.

Ahora viene por qué los esclavos lo son por naturaleza (y no por convención, lo que haría injusta la esclavitud): un todo, como la casa familiar (oikos, de donde oikonomia, manejo de la casa), tiene siempre algo que es superior y algo que es inferior. Esta jerarquía aparece por todos lados, en las plantas, en los animales, hasta en las piedras inanimadas (esto último, dice, es asunto complicado y lo explicará en otra parte). En el humano, el alma, que es superior, manda al cuerpo, que es inferior. Los esclavos, desarticulados como son de pensamiento, son más cuerpo que otra cosa, y un alma ajena debe mandar sobre ellos. Aquí hay que aclarar que la inmensa mayoría de los esclavos eran bárbaros que no hablaban siquiera el griego, y Aristóteles marca la infinita distancia que, para él, separa al salvaje bárbaro, tiránico y analfabeto, del refinado y demócrata ciudadano griego, único que es plenamente libre.

Las mujeres, que por su condición no eran nunca ciudadanas, eran también inferiores al varón y ocupaban, por eso, un lugar intermedio entre el esclavo y el hombre libre. Así pues, el alma del ciudadano libre debe mandar sobre los cuerpos y las semialmas de los esclavos y de las mujeres. Aquí Aristóteles llega a un punto de bajeza intelectual sorprendente, al afirmar que los esclavos son por naturaleza caídos de hombros, un poco jorobados, mientras que los hombres libres son erguidos. Que lo diga él, que fue el más grande naturalista que dio la antigüedad.

¿Por qué aceptó Aristóteles que es natural y justo que haya esclavos? Hay que aclararlo, no estoy dispuesto a admitir que Aristóteles y Hitler coincidan en punto alguno. En intento de salvación enunciaré la hipótesis de los invisibles sociales.

Supongamos que un marciano se entrevista con un profesor de universidad y le espeta indignado: ``¿Cómo es posible que en tu sociedad haya obreros? ¿No te das cuenta de qué lo más parecido a una cárcel es una fábrica? ¿Qué clase de sociedad es esta y cómo puedes tú defender tal estado de cosas?'' La indignación del marciano proviene de que en Marte están adelantadísimos los derechos humanos y la existencia de obreros le parece monstruosa, ¿qué podría responderle el profesor a este Luis de la Barrera marciano?

Me parece que el profesor ni siquiera entendería bien la indignación del marciano. No puede enfocar desde qué posible sociedad se hace esta crítica. Es decir, un mundo sin obreros es un ``invisible social'' y ni siquiera se le había ocurrido que pudiera existir. Y por eso mismo la existencia de obreros es para él otro invisible social. No había reparado en esa condición porque no tiene la menor idea de una posible organización social sin obreros. La existencia de obreros es una premisa no discutida de todo razonamiento sobre organización social en el planeta. Así que el profesor se vería obligado a responder lo que, en el fondo, responde también Aristóteles:

-Señor marciano, no sabemos vivir de otro modo.

Es decir, el problema ético aparece, tanto en el caso de Aristóteles como en el del profesor, con el uso de una imaginación social que ninguno de los dos puede tener.

Pero hay una dificultad: hubo filósofos que, para honra de la Grecia clásica, sostuvieron que toda esclavitud era injusta. Y Aristóteles no está entre ellos. No sé qué más decir en su defensa.

Aquí lo dejamos.




Naief Yehya


MAS TENTACIONES PARA LOS JOVENES ZOMBIS

Beavisandbuttheadización de la sociedad

El maestro çlvaro Mutis (quien puede ser leído en Internet en: http://bachue.banrep.gov.co/biblio/bvirtual/literatu/1mda2.htm; http://www.presidencia.gov.co/cultura/personajes/alvaro_mutis.html, y escuchado en: http://www.radio_france.fr/parvis/mutis.htm), no es la única persona que considera que las nuevas generaciones se han convertido en zombis cibernéticos. De hecho, un reciente censo del grupo Public Agenda encontró que el 60% de los adultos estadunidenses piensa que los jóvenes carecen de valores morales, son maleducados, irresponsables, y el futuro peligra en sus manos. Los encuestados pertenecen a la generación Boomer, la misma que en los sesenta pregonaba que no se podía confiar en nadie mayor de 30 años, y que hoy asume que la generación conocida como X padece el síndrome de Beavis y Butthead (es decir, un estado de enajenación y desensibilización provocado por demasiada televisión, rock y juegos de videos). Beavis y Butthead son una caricatura desternillante de dos adolescentes suburbanos, estúpidos, cobardes y sádicos, que pasan su existencia rompiendo cosas, cometiendo pequeños crímenes, torturando animales o viendo videoclips. Independientemente de cualquier otra cosa, este programa es un manifiesto cínico e irónico de MTV hacia su propia programación, sus artistas y su público. El verdadero mensaje del programa no es el culto a la estupidez sino al escepticismo y la irreverencia. Aparte de acusárseles por destruir los estándares intelectuales planetarios, a esta pareja de dibujos animados se le culpó de que un niño de cinco años incendiara su casa y matara a su hermana, en 1993, así como de haber dado la idea a un par de niños de arrojar una piedra desde un puente peatonal a un coche en movimiento, matando de esa manera a otro niño. No obstante, si en algo se caracteriza buena parte de los dibujos animados, desde Bugs Bunny y el pato Lucas hasta Rem y Stimpy, pasando por los trabajos de los Fleischer, el Correcaminos y Tex Avery, es en la enorme cantidad de violencia gratuita y de actos potencialmente peligrosos que se suceden vertiginosamente en la pantalla. Es claro que lo que molesta a la mayoría de los censores no es la violencia sino el sentirse totalmente ajenos a esta cultura profundamente iconoclasta y desencantada.

Crecer en la realidad virtual

Pero si los estadunidenses desconfían de sus jóvenes, los japoneses creen tener ahora razones para comenzar a temerle a los suyos. Primero fue el ataque con gas sarin de marzo de 1995 en el metro de Tokio, llevado a cabo por el culto apocalíptico Aum Shinrikyo, el cual se dedicaba principalmente a reclutar jóvenes aficionados a la ciencia ficción, los comics y las computadoras. El nuevo escándalo que ha sacudido al Japón es el caso de niño asesino de Kobe. El 24 de mayo, un niño de 14 años (no se ha revelado su nombre por ser menor de edad) estranguló y luego decapitó con una sierra a Jun Hase, de 11 años. El asesino puso la cabeza de su víctima en la entrada de la escuela con una nota metida en la boca, en la que afirmaba que habría más muertes. Las autoridades han mencionado que el pequeño asesino es una víctima del estricto y angustiante sistema educativo, pero también han hecho énfasis en que era aficionado a las películas de horror (entre sus favoritas estaba Viernes 13), los más violentos comics y los juegos de video. El profesor de sociología Masahi Fukaya (citado en el New York Times, 2 de julio de 1997), señaló que el asesino nació en 1983, el año en que Nintendo lanzó sus videojuegos, y que por haber nacido en la era de los media electrónicos creció desprovisto de sentimientos reales, en una especie de realidad virtual. Antes se culpaba al diablo de las tentaciones malignas, hoy afortunadamente tenemos a la tecnología para echarle la culpa de la descomposición social.

El espacio del fraude virtual

Para insistir que Internet es el reino de la perdición, este 8 de junio el New York Times publicó en su primera plana un artículo acerca de la amenaza que representan para la educación decenas de sitios en la red que se dedican a regalar o vender (a un precio que oscila entre seis y 10 dólares por página) trabajos escolares y tesis sobre casi cualquier tema. Peter Applebome escribió que los sitios que ofrecen este tipo de materiales estaban proliferando y se llamaban descaradamente:

http://www.cheater.com (tramposo);
http://www.schoolsucks.com (La escuela vale gorro);
http://www.termpapers-on-line.com (tesinas en línea);
http://www.CheatHouse.com (La casa de las trampas).

Una vez más, el NYT armó un escándalo a partir de una noticia vieja que ya había sido reporteada por Steve Knopper en la revista Internet Underground (abril, 1997). En un tono aún más paranoico, Christopher S. Wren nos informa, desde la primera plana de la edición del 20 de junio de ese mismo diario, que la cultura de las drogas florece y está disponible a cualquiera en Internet. El periodista denuncia que mientras la gente se preocupa por la pornografía en línea, el verdadero peligro de la red radica en la información que se ofrece en cientos de páginas acerca de cómo viajar en ácido, cómo hacer metamfetamina, dónde conseguir Special K, dónde comprar un bong o cómo cultivar mariguana.

Naief Yehya

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