Los adversos resultados electorales para el PRI pueden ser fácilmente interpretados como un rechazo a las políticas gubernamentales, y al igual que en 1988, la protesta electoral estuvo dirigida principalmente contra la política económica.
En el balance de su derrota el PRI explica la votación en su contra por razones económicas y sociales, pero para el gobierno mexicano y la iniciativa privada nacional y extranjera el mensaje electoral fue otro.
Después de conocer los primeros resultados preliminares de las elecciones del 6 de julio, los líderes de los patrones, industriales, comerciantes, banqueros, y hombres de negocios de México se reunieron en conferencia de prensa conjunta y aseguraron que la estabilidad económica estaba garantizada, pero también ratificaron su demanda de que se mantenga el actual modelo económico. El presidente del Consejo Coordinador Empresarial expresó lacónico: ``la democracia no tiene por qué tener un costo económico para México'' (La Jornada, 8/7/97).
Según el director del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, los resultados del 6 de julio confirman las expectativas macroeconómicas, y la integración plural del Congreso mexicano no producirá escollos en el proceso de recuperación nacional (9/7/97).
Desde Washington se informó que el principal economista latinoamericano de Merrill Lynch, señaló que los inversionistas reconocen que la elección del candidato del PRD a la gubernatura de la ciudad de México, Cuauhtémoc Cárdenas, de ninguna manera afectará el rumbo económico del país. Otros analistas financieros de Europa estimaron que las perspectivas de la economía mexicana lucen favorables y se espera continuidad en la actual recuperación. El director del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres descartó un cambio abrupto en la política económica del gobierno de México tras las elecciones, y externó su confianza en los mercados financieros (El Financiero, (8/7/97).
Para Stanley Fischer, director-gerente adjunto del Fondo Monetario Internacional, la situación no admite dudas; por ello, aseguró que México mantendrá su política económica tras los resultados de los comicios parciales del domingo pasado (El Financiero, (9/7/97).
Martín Werner, subsecretario de Hacienda y Crédito Público, afirmó que a pesar de que el gobernante Partido Revolucionario Institucional perdió la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, ``no habrá cambios en la política económica mexicana''.
Para el funcionario de Hacienda, ``el PRI sigue siendo el partido político más poderoso del país'' y esa es razón suficiente para que pueda continuar con las políticas que crea más adecuadas (La Jornada, 8/7/97).
Es evidente que tanto para los empresarios mexicanos como para los inversionistas extranjeros, la democracia es digna de aplausos siempre y cuando no signifique ningún cambio de rumbo en la política económica. Para los dueños del capital las elecciones periódicas y pacíficas son un indicador de estabilidad y certidumbre, o una vía civilizada de participación política, mas no una forma de expresión de la voluntad popular.
En esferas gubernamentales parecen calcular que las derrotas no cuentan si son parciales y que mientras el PRI conserve una mayoría, aunque sea relativa, será útil y suficiente para respaldar las políticas del gobierno. Los resultados de las elecciones, aun de las difíciles y competidas, nunca han sido para el PRI un mandato del pueblo que haya que obedecer. En los últimos tiempos, las elecciones y los triunfos reconocidos a algún partido de oposición, han sido capitalizados por el gobierno federal y utilizados en su favor para abrir puertas financieras y comerciales de posibles socios a quienes la simple diplomacia no logra convencer.
Aunque la oposición no haya ganado la mayoría calificada de la Cámara de Diputados, y aunque no sea atribución propia ni esté en manos del jefe de gobierno del Distrito Federal el cambiar la política económica nacional, el conjunto de los votos reconocidos en las distintas elecciones del pasado domingo 6 tiene un mensaje claro de protesta y de repudio a la política económica, mensaje que hasta el PRI entendió, y que ni la iniciativa privada ni el sector público deberían desestimar.