Con cariño y solidaridad para Sergio de la Peña
Los resultados que hemos presentado en las colaboraciones anteriores nos han conducido inevitablemente a abordar el viejo tema de los enclaves de desarrollo, que para muchos sólo servía para realizar investigación histórica de unidades productivas del pasado.
El estudio tradicional de los enclaves partía de que las economías atrasadas tenían unidades de desarrollo bien localizadas geográficamente y cuya vocación era básicamente primaria o extractiva para la exportación, y además poco vinculada al resto de la economía nacional.
Sin embargo, debido a su carácter moderno y de conexión con el mercado mundial, se consideraba que podrían ser un muy importante factor de crecimiento y de desarrollo para el resto de la economía, la que por su condición de atraso, bien se caracterizaba como tradicional y de lento crecimiento.
En sus trabajos originales, Arthur Lewis (Premio Nobel de Economía por sus aportes a la teoría del desarrollo) consideraba que el enclave cumplía esa función si: a) su crecimiento genera demanda al sector tradicional (ST); b) genera empleo en su interior y en el ST (encadenamiento hacia atrás); c) le aporta divisas; d) el enclave le vende al ST su producción a precios menores; e) el enclave construye infraestructura física que puede utilizar el ST; f) el enclave genera ingresos y paga impuestos con los que se puede financiar el desarrollo del ST; g) el enclave aporta organización, productividad y capacidad empresarial que ayuda a modernizar el ST.
Si bien existen posibilidades de que un enclave transmita desarrollo al ST si se cumplen todas o algunas de esas funciones, Lewis consideraba que en los países atrasados muy difícilmente se observaban estas condiciones; lo que tiende a ocurrir es que el enclave no genera efectos estimulantes al ST o incluso que su crecimiento se fundamente en su pauperización. Esto ocurre cuando la expansión del enclave arroja a los habitantes de sus tierras, los reduce a la servidumbre, empeora sus términos de intercambio, cambia negativamente su patrón de producción, etcétera.
Bien debería analizarse la relación economía mexicana-exportación manufacturera a la luz de todos los elementos referidos y dilucidar qué tipo de relación esencial se ha dado. Ello ayudaría a comprender mejor las dinámicas macroeconómicas recientes y, en su caso, aplicar políticas correctivas para que se logre el primer tipo de relación.