Jean Meyer
Economía para los niños

Tengo a la mano un libro ilustrado ruso, diseñado para los chiquitos de 6-8 años que lleva ese título, prolongado en: ``Cómo Misha se volvió businessman''. Hay que aprender el capitalismo desde temprano. En 29 cuentitos aprendemos cómo el osito Misha despierta con hambre, en su madriguera, al fin del invierno y cómo emprende un ascenso fulgurante que lo lleva a ocupar la Secretaría de Hacienda del bosque.

Harto de encontrar estantes vacíos en tiendas desoladas, aburrido de toparse con vendedores flojos que salen a divertirse en lugar de atender a los clientes, nuestro osito emprendedor crea su propio negocio. Abejas y ardillas le entregan la mercancía; la venta de avellanas, miel y frambuesas le permite acumular un capital inicial pero, como nuestro buen Misha no había pensado en comprar un seguro, ahí está que lo arruina un incendio.

Bien asesorado por el licenciado cuervo, el osito sale adelante, no tarda en abrir una fábrica de muebles (con la madera del bosque), rompe el monopolio del malvado jabalí sobre los juguetes (de madera). Luego se casa y, bien aconsejado por la señora que lleva mandil y tubos, como debe ser, abre un banco muy necesario. Mijaíl (Misha) Potapich termina como excelente secretario de Hacienda, protector del bosque y bienhechor de todos sus habitantes.

El manual pretende ``ayudar a entender los nuevos procesos jamás soñados antes, tales como la inflación, las sociedades por acciones, la Bolsa'', como lo explican los autores en un prefacio para los padres, ``ese aprendizaje debe empezar en la edad preescolar''.

Las historias van acompañadas por una serie de ejercicios: ``Intenta vender un plumón seco a tu papá o a tu mamá. Inventa un anuncio para convencerles de que ese objeto les es indispensable'' (capítulo 18). ``¿Quién debe recibir el salario más alto? ¿el que dibuja los planos de las carreteras en una oficina calientita, o quien las construye en el frío?''. Buena pregunta.

No me burlo. El librito pretende enseñar más que el mercado, la oferta y la demanda, pretende enseñar cierta moral social, muy necesaria en un país devastado por el ``socialismo real'' y por el capitalismo bronco. ``Padres, enseñen también a sus hijos que la felicidad no consiste tanto en conseguir, sino principalmente en dar'', dice la conclusión.

En las escuelas para formar cuadros, la enseñanza ha sufrido una transformación radical para lograr el éxito del oso Misha. La economía de mercado desplazó al marxismo-leninismo en las escuelas rusas de comercio y administración de empresas. Antes, todo responsable empresarial, desde el jefe de taller hasta el presidente director general, tenía que ser miembro del Partido y lucir sus dos diplomas, el técnico y el político. Después de 1991 nació una multitud de escuelas pequeñas y grandes de contabilidad, administración, marketing, a todos los niveles. Así, la Academia de Ciencias Sociales del Comité Central del Partido se transformó en Academia de Administración para Dirigentes.

Esa revolución educativa fue anticipada por una interesante mutación social. Acaban de publicar en Moscú un directorio de los principales empresarios privados rusos, con sus datos biográficos: la mayoría de los que tienen entre 35 y 65 años son antiguos miembros del Partido Comunista, lo que es normal si uno piensa que dos años antes de su derrrumbe, el PC tenía 19 millones de miembros. Lo que es más interesante es que esos comunistas eran importantes en la jerarquía. Los comunistas dinámicos se transformaron en capitalistas exitosos. Si no me creen, ahí está el primer ministro Chernomyrdin y los siete principales businessmen del país, empresarios muy metidos en la política: Guzinski, Berezovski y muchos otros ositos Misha.