Horacio Labastida
El triunfo y sus escenarios
Quien piense que hubo algo gratuito en las elecciones del pasado domingo 6, está totalmente equivocado. Ni la nueva legislación electoral con sus no pocos agujeros negros, ni la organización de los comicios fueron obra exclusiva del Presidente de la República, la primera, o del IFE, la segunda. No, uno y otro cumplieron los papeles que les resultaron encomendados durante las aristas coyunturales, poco claras a veces, de los procesos que antecedieron el acto comicial; y esto mismo puede servir para evaluar la participación enérgica que tuvieron en los debates el PRD y el PAN, pues el verdadero actor, aún insatisfecho, conste, de las acciones que han llevado recientemente a México por los caminos de transición hacia la democracia, es el pueblo representado por obreros, campesinos, clases medias, incluidos intelectuales y burguesía nacionalista, sin dejarse de contar en este renacimiento al movimiento indígena que, por sus orientaciones y valentía, presiden los zapatistas chiapanecos.
IFE y Presidencia son, en cierto sentido, aspectos periféricos de la nueva grandeza política mexicana que viene emergiendo desde muy remotas épocas, a través de ejemplares conductas. El presidencialismo autoritario como institución opresiva y negadora de la democracia ha sufrido graves derrotas, desde la que echó por tierra a Anastasio Bustamante y su gabinete, indiciados históricamente por el asesinato de Vicente Guerrero, hasta la que el pasado domingo otorgó el poder del gobierno de la capital al eminente Cuauhtémoc Cárdenas y quebrantó así las estructuras del mando faccional.
Estamos en presencia de una flamante conciencia política. Los sentimientos de inopia, impotencia y desesperación, difundidos con intensidad en los últimos tres lustros, al fin transformáronse en una idea clara, conciencia política, de sus profundas causas al asociarlos sin duda alguna con el llamado Espíritu de Houston y la aplicación tecnocrática de un neoliberalismo impuesto por altas élites financieras. Esta es la conciencia política forjada por el pueblo, que ha puesto en jaque al Estado de facto que nos rige desde 1947, toma de conciencia suficientemente poderosa para angostar el fraude que se vino maquinando por medio de los métodos sofisticados del clientelismo electoral.
La innovación política se vive a plenitud porque representa una negación liberadora de la negación autoritaria, y entonces vale preguntar qué es lo que podrá ocurrir en el inmediato futuro. El escenario más radical supondría la caída del presidencialismo de cara a una Cámara de Diputados que no aprobara ni la cuenta pública antes de revisarla contablemente ni el proyecto presupuestal del Ejecutivo y sus gastos secretos. Los efectos serían obvios; quizá un interinato presidencial y nuevas elecciones para el año entrante. Otro escenario estaría apuntalado en el entendimiento de gobernabilidad que desde hace tiempo fue propuesto por el panista Felipe Calderón. En este caso, tal entendimiento implicaría muy probablemente la reducción al mínimo de poder Ejecutivo compatible con las funciones presidenciales y el crecimiento de un Legislativo ajeno al mayoriteo y al uso arbitrario del artículo 135 de la Ley Suprema, recobrando así el Congreso la gravitación que le permitiría equilibrar e impedir abusos en el ejercicio de las potestades de los otros órganos del Estado, en la inteligencia de que dicha minimización del presidencialismo originaría su desaparición como jugador en las elecciones del año 2000.
El tercer escenario es sombrío, aunque objetivamente difícil de ingresar en la realidad. Dadas las coincidencias, no pocas, entre los criterios gubernamentales y panistas para el manejo de la economía, surge la probabilidad de una concertacesión entre la autoridad y el grupo blanquiazul en lo referente a la estrategia legislativa y ejecutiva, a fin de bloquear al perredismo como bandera de la población; escenario este que, además de dinamitar lo logrado en la transición democrática, es inviable por cuanto que un PAN en el poder, necesitado de legitimación, inclinaríase en mucho al enjuiciamiento político, civil y penal de los personajes de administraciones pasadas, faceta sin duda obstructora de la indeseable concertacesión.
No todos los imaginables escenarios del porvenir son optimistas; sin embargo, el mañana tendrá que sujetarse a la lógica de la creciente conciencia política que se manifestó sin límite y alegremente en nuestra ciudad, la noche soleada del pasado domingo, cuando los mexicanos aplaudían con todas sus fuerzas al victorioso Cuauhtémoc Cárdenas y su partido.