La Jornada miércoles 9 de julio de 1997

ASTILLERO Ť Julio Hernández López

Los gobernadores que mejores cuentas entregaron al PRI fueron Manuel Bartlett (Puebla), Roberto Madrazo (Tabasco), Patricio Chirinos (Veracruz), Diódoro Carrasco (Oaxaca), Manuel Cavazos (Tamaulipas), Rogelio Montemayor (Coahuila), Salomón Azar (Campeche), Julio César Ruiz Ferro (Chiapas), Jesús Murillo Karam (Hidalgo) y Mario Villanueva (Quintana Roo).

Todos ellos comparten lo que se ha llamado la línea dura como estilo de gobierno y una relación original o actual con el salinismo. También tienen como característica común el estar frecuentemente mencionados en escándalos que harían prever en su contra el llamado voto de castigo.

También con buenos reportes pero sin el grado de dificultad que los anteriores, y con menos difusión nacional de sus yerros en el ejercicio del gobierno, están Guillermo Mercado (Baja California Sur), Arturo Romo (Zacatecas), Rigoberto Ochoa Zaragoza (Nayarit) y Antonio Alvarez Lima (Tlaxcala).

Los perdedores --todo a partir de los resultados preliminares de las elecciones de diputados federales de mayoría relativa-- serían Manlio Fabio Beltrones (Sonora), Jorge Carrillo Olea (Morelos), Otto Granados (Aguascalientes), Víctor Manuel Tinoco Rubí (Michoacán), Horacio Sánchez Unzueta (San Luis Potosí), Benjamín Clariond (Nuevo León) y Enrique Burgos (Querétaro).

Por su parte, los gobernadores panistas pueden decir que los ciudadanos les refrendaron su respaldo, pues los candidatos blanquiazules salieron adelante en su mayoría en Guanajuato (Vicente Fox), Jalisco (Alberto Cárdenas), Baja California (Héctor Terán) y en menor grado Chihuahua (Francisco Barrio).

Las buenas cuentas del primer grupo --a cuya lista original del llamado sindicato de gobernadores falta Rubén Figueroa Alcocer-- podrían servir de peculiar muestra para invitar al priísmo a adoptar sus métodos de trabajo como garantía de éxito.

Un buen manual para que el priísmo siga en el poder se podría formar con los conocimientos de acción electoral de Bartlett, el manejo de recursos de campaña de Madrazo, la sagacidad y tersura políticas de Chirinos, la persistente buena atención al pueblo de parte de Carrasco, el equilibrio espiritual y político de Cavazos, el cuidado oficio político de Montemayor, la limpidez de Azar, la sensibilidad de Ruiz Ferro y la honestidad de Murillo Karam y Villanueva.

Todo ello sin entrar al detalle de los diversos episodios en los que se ha hablado de los conflictos de interés en los que se encontrarían los señores gobernadores a la hora de hacer negocios por sí o por interpósitas personas.

Pero ese es el priísmo triunfante.

El de la línea dura.

El del manejo de los recursos, las obras y los servicios con sentido clientelar.

El de los triunfos sobre los que se pasean las sombras de los mapaches a los que nadie podrá comprobar ni que existen ni que actúan.

Legitimidad democrática por decreto

La mejor manera de demostrar que el PRI sigue siendo un apéndice de gobierno es pretender otorgarle a ese partido, por declaración presidencial, un certificado de legitimidad democrática.

No por haber perdido amplios segmentos de poder en las elecciones recientes, el PRI puede despojarse de su condición de partido dependiente de las voluntades presidencial y de los gobernadores, y de su carácter evidente de formación política ayuna de cultura democrática y de verdadera vida política interna.

El PRI se mantuvo como primera fuerza política nacional merced a los atrasos culturales y sociales de mexicanos cuya presencia en las urnas fue manipulada por artistas electorales que deformaron nuevamente los resultados aunque no en el grado de comicios anteriores.

A estas elecciones, el PRI concurrió no como un partido reformado, dirigido por líderes electos desde la base y con candidatos provenientes de procesos internos democráticos, sino como un partido conducido por razones superiores hacia una contienda en la que le fue imposible mantener el poder en los segmentos urbanos más críticos y vigilantes y en la que conservó lo que pudo gracias a una innegable franja ciudadana que le es fiel por razones genuinas, pero también por el acarreo, la compra del voto y otras tretas adulteradoras.

En ese contexto, la normalización democrática del PRI es algo más que una declaración, por presidencial que esta sea. En ese sentido, han comenzado a moverse priístas altamente preocupados por la situación de su partido y deseosos de iniciar una recomposición verdadera, sin simulaciones.

Tabasco, la primera prueba

Una decisión en curso se refiere a las postulaciones priístas de candidatos a presidentes municipales de Tabasco. Con un perredismo activo a pesar de las derrotas que acaban de tener en el plano federal, el PRI debe tener especial cuidado en las candidaturas que presente.

En el principal municipio, el de El Centro, que incluye a la ciudad capital, Villahermosa, hay dos aspirantes: el senador Oscar Cantón Zetina, actual coordinador editorial del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Revolucionario Institucional y responsable de La República, y el diputado federal Raúl Ojeda Zubieta, miembro del grupo Exhorto y uno de los principales promotores del acuerdo de la pasada asamblea priísta en el que se establecieron requisitos de militancia partidista para los candidatos a la Presidencia de la República y las gubernaturas.

Grupos de militantes priístas y de la sociedad civil han planteado la necesidad de una consulta directa a la base militante que permita postular candidatos priístas a las presidencias sin el influjo determinante de sectores cupulares.

La elección de Tabasco será de presidencias municipales y de diputaciones locales. El registro legal de candidatos será del 1 al 15 de agosto, pero la tradición política señala que en estos días deben tomarse las decisiones respecto a nombres o bien a procedimientos de postulación.

Astillas: La oficina de prensa de Humberto Roque Villanueva ha conseguido que periodistas amigos difundan la versión de que el coahuilense pasará del PRI a la Secretaría de Desarrollo Social. El premio por los servicios prestados, según argumentan los voceros, estaría por anunciarse. Alguien que se enteró de la pretensión del todavía dirigente priísta dijo que habría que cambiar el nombre de tal secretaría para que quedara como Sede¡Jump!, acompañando la nueva denominación con la famosa Roqueseñal... Han comenzado los rumores respecto del nuevo presidente nacional del PRI. Se habla con insistencia de Esteban Moctezuma, bajo el argumento central de que sería el único hombre que podría garantizar una transición pacífica y ordenada en el PRI, manteniendo todo siempre bajo el control presidencial pero, al mismo tiempo, soltando las riendas para construir con cuidado la nueva organización que los resultados electorales reclaman... También se habla de Juan S. Millán, cetemista cuyas declaraciones recientes le han generado un halo de credibilidad nada desdeñable... En su Espacio abierto del domingo recién pasado, José Ureña relató que Banorte podría presumir de que más de la mitad de los integrantes del SUTERM se inscribió en aquel banco, lo que ``representa un gran negocio''. Cabría recordar que Leonardo Rodríguez Alcaine, líder actual cetemista y de los trabajadores electricistas desde hace muchos años, fue consuegro de Roberto González Barrera, accionista principal de Banorte quien, por su parte, tiene a Carlos Hank González también como consuegro... El PAN ha endurecido su posición en Sonora, donde le parece ``incongruente e imposible'' que un estado en el que la mayoría en el Congreso local y federal, y nueve de las once principales ciudades fueron perdidas por el PRI, aparezca Armando López Nogales como triunfador. La única posibilidad que le queda a Manlio Fabio Beltrones de encontrar protección luego de dejar el gobierno es la de López Nogales. La pregunta para el PAN sería: ¿y entonces quién quedaría como gobernador, el perredista Jesús Zambrano?...

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