EL TONTO DEL PUEBLO Ť Jaime Avilés
El Popo: error estratégico

A todos los Payán

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Ocurrió hace tres semanas, en un pueblito cercano a Santiago Xalitzintla, sobre las faldas del Popocatépetl. Sonaron dos campanas: la de la escuela y la de la iglesia. Hombres, mujeres, ancianos y niños, la gente salió de sus casas y lo primero que oyó fue el megáfono del coordinador general, llamando a gritos, que emborronaba la estática, a todas las personas que tuvieran como él altavoces manuales para que se sumaran de inmediato al operativo de emergencia.

Aunque todos los animales proclamaban su inquietud -y ladraban las gallinas y cacareaban los perros-, asustados por la cólera repentina del desorden, la tierra estaba tranquila, en los olores del aire no flotaba nada fétido, y el río llevaba los mismos copetes de espuma helada, que se desprendían como hilachas del vestido de nieve del volcán.

Todos comprendieron que se trataba de una nueva acción de rutina, así que apuraron el paso, o echaron a correr, con cierta hueva incluso al principio, hacia el único puente que unía al pueblo con la única ruta de escapatoria posible: un camino angostísimo por el cual apenas pasan los coches, mientras los microbuses, en algunos tramos, se rayan la carrocería por ambos lados.

Al ver que la gente no se movía con la convicción ni con la velocidad necesarias, el coordinador del simulacro pidió a sus asistentes, berreando por el megáfono, que hubiera más, mucho más rapidez en todo: en subirse a las peseras y al camión de redilas, en correr con la máxima prontitud que dieran los zapatos. Y el resultado final fue que en pocos minutos hombres, mujeres, niños, ancianos, perros, dos microbuses y una bicicleta, quedaron trabados en el puente, en medio de un desorden fantástico, inconcebible en realidad, y algunas señoras rompieron a llorar, y otras cayeron de rodillas empleando la única fórmula de salvación que hasta esa tarde les había servido, y muy bien, desde siempre: implorar la piedad del volcán con sus rezos. Una piedad que no siente por ellos el ``gobierno''.

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Según The National Geographic -una revista que debería ser leída de vez en cuando en Bucareli-, en el momento en que un volcán estalla por dentro, como una enfermedad maldita e injusta, la lava, ese río ardiente de piedras derretidas, puede alcanzar velocidades de hasta 600 kilómetros por hora.

¿A cuánto van los microbuses del municipio de Santiago Xalitzintla?

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La crisis del Popocatépetl, agravada en estos días, tiene la misma edad (acaso unos días menos) que la gestión presidencial de Zedillo. En diciembre de 1994, después de tomar posesión de Los Pinos y reiterar, como primera medida práctica, que Eduardo Robledo Rincón sería el nuevo gobernador de Chiapas, el magma de la política mexicana entró en estado de ebullición: los zapatistas inauguraron su segunda campaña militar del año, y algunos especuladores muy selectos, y muy cercanos a Carlos Salinas, procedieron a saquear las reservas internacionales del país, al mismo tiempo que aconsejaban al nuevo ``gobierno'' que siguiera siendo inflexible en el sureste.

El lunes 12 de diciembre, fiesta de la Virgen de Guadalupe para más señas -le digo al tonto pueblo-, vi la primera gran fumarola del Popocatépetl desde un avión que volaba a Villahermosa. Desde entonces han transcurrido muchos meses, el régimen ha concentrado su atención en dos grandes objetivos: mantener a los banqueros a flote, brindándoles toda clase de facilidades para que saqueen sin piedad a la gente, y aplastar la insurrección pacífica de los indios, oponiéndoles el mayor número de complicaciones para rendirlos por hambre, desnutrición, alcoholismo y otras enfermedades científica y rigurosamente aplicadas.

Durante los últimos 32 meses, el Ejército Mexicano, la Secretaría de Desarrollo Social, el PRI y diversas agencias del ``gobierno'' chiapaneco han construido múltiples carreteras y caminos de brecha,

para que la ``acción de las instituciones'' penetre con más fluidez en las zonas dominadas por el pensamiento político de los zapatistas.

De modo que, mientras el régimen pavimentaba un costoso programa de contrainsurgencia para disponer militarmente de una red caminera en Chiapas, aquí, en los alrededores del Popocatépetl, cometió un grave error estratégico, al olvidar que en el caso de una erupción verdadera y de ninguna forma imposible, o bien de un deshielo masivo, las vías de comunicación terrestre representan la única oportunidad de salvar el mayor número de vidas humanas, en un territorio donde, conservadoramente, se dice que habitan más de 300 mil almas.

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La amenaza de una catástrofe pende sobre las cabezas de cientos de miles, pero hasta ahora, en las alturas del régimen parece que nadie reacciona: la Secretaría de Gobernación, responsable de la seguridad interna, y por ello a cargo de la crisis del Popocatépetl, está moralmente obligada a proponer un plan de emergencia, y Emilio Chuayffet debe convencer con ahínco a Zedillo, para que éste adopte las medidas pertinentes e impulse un programa emergente de carreteras en torno del Popocatépetl, destinado a interconectar, con amplias brechas de al menos dos carriles de ancho, las poblaciones peor comunicadas.

El plan, que según el tonto del pueblo podría llamarse Peripopo, al gusto fonético del régimen, debe prever otros aspectos esenciales: los puentes que saltan sobre las corrientes naturales del deshielo son frágiles y chaparros, como la gente que los usa. Hay que sustituirlos por otros, de acero y de hormigón, tan altos y sólidos como sea posible.

La mayoría de los pueblos de la zona cuenta con una salida única, y por lo regular ésta es estrecha y de mínima eficacia. Hay que modificar de inmediato el cuadro: las brechas actuales no permiten que un microbús dé vuelta en redondo, o que circulen dos camiones de redilas en sentidos adversos. Por lo demás, Atlixco, Cholula y las otras ciudades que crecen más allá de la zona de peligro inminente -y entiéndase por ``peligro inminente'' la posibilidad de un gran deshielo- tampoco gozan de las suficientes condiciones de seguridad.

Atlixco, por ejemplo, tiene dos salidas al mundo exterior: una va a Puebla, otra a Izúcar de Matamoros, pero ambas son tan estrechas como la única salida de Santiago Xalitzintla, de la cual ésta debe ser un producto cultural, una réplica en miniatura de aquélla.

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CRONICA DE LA GLOBALIDAD II. Han terminado las campañas electorales, todos los merolicos han cerrado la boca de golpe, y el país disfruta de un merecido silencio. Es un alivio. El silencio nos envuelve como si estuviéramos en el fondo del mar, y volvemos a oír los gritos de los niños que viven en las coladeras de la Central del Norte, mientras manos fascistas les prenden fuego. Es un deleite escuchar el zumbido de las moscas.

En la Cárcel Pública de Tecamacharco, donde redacto estas líneas, los presos han recibido un obsequio del Sistema: una canasta básica para todos. Quiero decir, una canasta de mimbre, del tamaño de una fuente de patio (de quinto patio, con mayor exactitud), llena de arroz, frijol, leche en polvo radiactiva, en fin, productos que sobraron de alguna campaña, y que desaparecieron al instante entre la población, público cautivo a fin de cuentas.

Ahora, para agradecer a las autoridades del penal tan loable gesto, el tonto del pueblo se dispone a pronunciar un pequeño discurso a nombre de todos. Y de hecho, principia ya, leyendo un poema de su inspiración. Atendámoslo.

-``Me quedan pocos reflejos, anunció con opacidad, en plena decadencia, el azogue...'' Compañeras y compañeros, he seleccionado estas palabras de mi autoría porque creo que darán digno epígrafe a mi alocución.

Los presidiarios lo observan con desconcierto: el tonto del pueblo ha colocado la inmensa canasta de mimbre sobre la joroba de una canasta de basketbol, y saca del bolsillo de la camisa un condón de proporciones colosales.

-Antes de mostrarles uno de los prodigios más asombrosos de nuestro tiempo, requiero el auxilio de alguien que suba hasta aquí y me haga un servicio.

Tal como estaba calculado, los espectadores, y hasta las propias autoridades de la cárcel, se dedican ipso facto a inventar albures y a gritarlos, jugando con la frase ``me haga un servicio'', que en realidad no es sino un anzuelo. Porque, en medio del relajo instantáneo, alguien aprovecha para encaramarse en la canasta de basketbol y llegar hasta la canasta básica, donde el tonto del pueblo declara:

-Atención, por favor. Ya tengo un voluntario. Y ahora le voy a pedir que infle este condón hasta que yo culmine mi perorata.

El voluntario entra en la canasta básica y se pone a soplar dentro del látex. El tonto reanuda:

-Vivimos en un mundo global y los que mandan en este país no somos nosotros y tampoco nuestros gobernantes, sino las potencias que dirigen la conducción económica de la Tierra. Ante las elecciones de mañana domingo, Estados Unidos ha tomado ya una decisión y la ha hecho pública. Esta semana, en un artículo escrito por Martha Brant, su nueva y aguda corresponsal en México, Newsweek le ha dado la portada a Cuauhtémoc Cárdenas, proclamándolo desde ahora como ``el segundo hombre más poderoso'' del país, una idea más bien peregrina que sin embargo traduce una preocupación básica de los círculos financieros de Wall Street.

Los inversionistas norteamericanos han susurrado al corresponsal de La Jornada en Washington que, desde el punto de vista de la salud de sus negocios, no temen que Cárdenas triunfe en las elecciones de mañana, pero que en cambio les da pánico, y se les pone la piel chinita chinita, nada más de pensar en lo que sucedería con la bolsa y con el peso, y con el sistema financiero internacional, si pasado mañana el PRI anuncia que Del Mazo ganó en forma clara, contundente e inobjetable...

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-Hay que insistir en esto, compañeros -agrega el tonto del pueblo media hora después-: el régimen cometió un error estratégico que puede tener consecuencias sumamente graves: los encargados de la seguridad nacional se equivocaron por completo, al construir en Chiapas las carreteras que se necesitan en las faldas y en los alrededores del volcán. Hoy, cuando el problema está a la vista del país entero y nadie puede soslayarlo, tenemos que preguntar: el Pronafide, ese plan económico que Guillermo Ortiz se sacó de la manga, fue pensado para evitar la derrota electoral del PRI y con ella una catástrofe política para los hombres del círculo de Zedillo. Ante la amenaza que representa el volcán para más de 300 mil mexicanos muy pobres, tenemos la obligación moral de exigir que el régimen ponga en marcha un plan de emergencia para evitar la inmolación inútil, injusta e injustificable de tantas personas.

Debo decir que en este punto, la gente ha dejado de prestar atención al orador, y contempla atónito al ayudante de éste, que ha logrado inflar el condón hasta infundirle el tamaño de una burbuja de cinco metros de diámetro. Así que, perdido el interés del auditorio, el tonto saca de la canasta básica unas largas trenzas de pelo negro y rizado, que en realidad pertenecen a una mujer vestida como odalisca pero sin velo en el rostro.

Los reos aplauden porque el espectáculo se vuelve de pronto mágico: las trenzas de la mujer se convierten en sogas que el tonto del pueblo amarra a la canasta y a la boca del gigantesco condón. Para sorpresa de todos, el condón y la canasta, gracias a las cuerdas, adquieren el aspecto de un globo de Cantoya, sobre todo cuando el soplador enciende una tea y exhala una bocanada de llamas hacia lo alto, y en pocos minutos llena de aire caliente el interior del condón, que de esta suerte empieza a elevarse por los aires. Entonces, el tonto deja caer una manta que primero dice: ``ADIOS'', y al desenrollarse enteramente y perdiéndose en el cielo agrega: ``AL PRI''.

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