La Jornada sábado 5 de julio de 1997

Marco Rascón
Cenizas

Desearían que Cuauhtémoc Cárdenas estuviera condenado a gobernar Pompeya. La profecía del PRI se cumpliría cuando dijeron: ``Después de mí, la nada'', y ahora seguramente estarán convocando al volcán para que se suspendan las elecciones, pues el corto de Alfredo ya ha dicho que fue muy poco tiempo de campaña para que lo conociéramos.

Cenizas y lava quizás sean la solución para la ciudad; para paralizar las marchas, detener los discursos y perpetuar las vilezas. Lava y cenizas sobre todos garantizarían acabar con las elecciones y poner en dificultades la estabilidad priísta. Diego Fernández de Cevallos y su Sancho Peraza se convertirán en estatua en un parque gris cubierto de cenizas frías.

¿Es el alma de don Fidel Velázquez la que se ha extendido por el aire? ¿Son las cenizas finales del viejo sistema político mexicano? ¿O simplemente es el aire que movió la bandera de la ira conservadora que puso el águila y la serpiente al revés, para anunciarnos que están dispuestos a todo y acabar para siempre con la nación mexicana, sepultándola en cenizas?

Quizás estamos en peligro, aunque el gobierno ya ha dicho que el viejo Gregorio es un volcán responsable que rechaza la violencia y que no pasará de la alerta amarilla que se prevé para el domingo próximo, cuando quisieran que el sol no saliera. Quizás el volcán desmienta a geólogos y funcionarios menores que cargarán con la responsabilidad de haber dicho que ``todo está controlado'', pero por lo mismo, es necesario hacer un pacto: de esta ciudad, pase lo que pase, no sale nadie hasta haber reducido a cenizas al viejo poder priísta y la vileza que representa. Que nadie salga ni se vaya antes de votar el domingo, pues seguramente esto no será Pompeya.