Eduardo Montes
Ruptura democrática
Las decisivas elecciones federales de mañana, si las tendencias sociales democráticas se expresan plenamente, si se impone el pleno respeto al voto ciudadano y no hay una sorpresa desagradable de quienes desde el poder se aferran al inmovilismo, van a ser una especie de ruptura democrática; abrirán las puertas a un proceso acelerado, complejo pero franco, de democratización plena del país, y a reformas sociales y económicas importantes de cara a los intereses de la mayoría del pueblo mexicano. Llegar a este momento no ha sido fácil ni es obra de una sola fuerza política. El movimiento democrático, plural, diverso, social y político ha debido recorrer un largo camino de luchas, de avances y retrocesos, de reflexión y búsquedas difíciles, de escasas victorias y dramáticas derrotas, de sacrificios, de cuotas de sangre, cárceles, juicios políticos, secuestros y desapariciones, pero de indesmayable empeño en favor de los derechos políticos, la justicia y la democracia.
Entre los años de la cerrazón autoritaria y represiva del diazordazato anticomunista y nuestros días --vísperas de un momento de cambio mediante el voto ciudadano--, media una etapa histórica de importantes transformaciones políticas. Pero debe afirmarse sin dudas: cada espacio democrático conseguido en los últimos decenios, ha sido resultado directo o indirecto de la lucha enérgica de las fuerzas políticas partidarias de la libertad y de la democracia: partidos y grupos políticos, movimientos sociales, la intelectualidad independiente y crítica. La burocracia política en el poder nunca ha cedido nada espontáneamente, aunque en el interior del gobierno han existido personajes que escucharon los reclamos democráticos y se hicieron eco de los mismos.
Hoy existen mejores condiciones en la competencia electoral, pero no puede ocultarse que ha sido gracias a la lucha tenaz de las fuerzas de la democracia en el país, a sus exigencias constantes, a su vigilancia permanente sobre quienes, desde el gobierno y el partido oficial, todos los días regatean a los ciudadanos, sobre todo en las zonas de pobreza y marginación, su derecho al libre ejercicio del voto. Hay avances, sin duda, pero no estamos a la entrada del paraíso democrático. Se cuenta con una legislación mejor y el gobierno ya no controla por completo los órganos electorales, lo que ha creado mejores condiciones para la actividad de los partidos de oposición y mayores posibilidades para su desarrollo e influencia, especialmente para las fuerzas de centroizquierda representadas por el PRD y Cárdenas en el DF, cuya victoria es segura mañana.
Sin embargo, no puede ignorarse la tenaz renuencia del bloque político y económico en el poder a la verdadera democracia y sus esfuerzos, a veces desesperados, por frenar el avance de la oposición de izquierda; quieren detenerla a toda costa. Explotan la ignorancia y el atraso de los ciudadanos más empobrecidos, que son muchos, reparten despensas, amenazan, presionan a los empleados públicos, distribuyen videos apócrifos. El activismo político del Presidente no tiene precedente; han sido frecuentes los chantajes con los fantasmas de la ingobernabilidad y la crisis económica.
Pero como pragmáticos astutos, los jefes empresariales y los estrategas económicos del gobierno finalmente pueden admitir el triunfo de la oposición, cambios de hombres y de partidos en la Cámara y en el gobierno, pero para que todo siga igual; esto es, que no se modifique la estrategia económica decidida por la tecnoburocracia en el poder, aunque dicha estrategia ha demostrado en 15 años su incapacidad para construir una economía sana, acabar con las crisis, preservar la soberanía nacional y sacar de la pobreza y miseria a la mitad de la población del país.
Por fortuna, los esfuerzos gubernamentales no han podido frenar las tendencias sociales favorables al cambio. Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano se perfila como el seguro vencedor en el Distrito Federal; el PRD va a tener un repunte en las elecciones de diputados y senadores, y la votación toda de la oposición puede traducirse en una ruptura democrática que impulse la democratización en todas las esferas de la actividad nacional y cree mejores condiciones para enfrentar los graves problemas del país y que están en su agenda de prioridades, como son los de la paz en los estados de Chiapas, Guerrero y Oaxaca, así como los de la justicia social para la mayoría de las y los mexicanos.