BALANCE INTERNACIONAL Ť Gerardo Fujii G.
La economía de Jospin

Hace unos pocos días, un funcionario del gobierno francés anunció que será muy difícil que el déficit en su presupuesto público no supere el 3 por ciento del producto durante el presente año. Aunque este porcentaje no representa un desequilibrio fiscal grave, es relevante en las actuales circunstancias dado que uno de los criterios establecidos en Maastricht para formar parte del primer grupo de países que integrará la Unión Económica y Monetaria Europea es, precisamente, que este déficit no sea mayor al 3 por ciento. Por lo tanto, un anuncio de este tipo tiene repercusiones muy hondas sobre el futuro de la integración europea. Si Francia no forma parte de la Unión Monetaria desde sus comienzos, estará en entredicho todo el proceso de su formación, de la misma manera que lo estará si Alemania no está en condiciones de cumplir con los criterios de Maastricht. En otras palabras, o los dos países forman parte de la Unión desde sus comienzos, o este proceso quedará en suspenso por el momento.

Con el propósito de buscar una explicación a esta declaración con tantos efectos, es necesario destacar que la primera prioridad del gobierno socialista francés, encabezado por Lionel Jospin, es el empleo. Por otra parte, uno de los rasgos que lo caracteriza ha sido la consecuencia con sus ideas durante toda su trayectoria, por lo que es poco probable que modifique sus planteamientos de la misma manera en que lo hicieron Mitterrand, que comenzó aplicando un programa de izquierda para después transitar hacia uno de derecha, o Chirac, que de laborista en los años 70 pasó a convertirse en liberal en la década de los 80, transformándose, posteriormente, en keynesiano en los 90. Esta notable persistencia en el tiempo de las ideas de Jospin queda en claro al rastrear sus declaracones desde la década de los 80.

A partir del viraje del gobierno de Mitterrand hacia la derecha en asuntos económicos en 1983, Jospin comenzó a deslindarse gradualmente de la política económica puesta en práctica por los socialistas liberales. Ese año escribió que ``si llegamos a restablecer nuestros grandes equilibrios --en comercio exterior, en lo monetario, en el aspecto inflacionario--, creo que podremos arribar a una nueva fase de crecimiento relativo''. En otras palabras, Jospin enfatizaba en el hecho de que los equilibrios macroeconómicos no son valiosos en sí mismos, sino como condición para el crecimiento económico. Agregaba una referencia a dos economistas a los que frecuentemente recordará en sus declaraciones: Marx y Keynes. En aquella ocasión de 1983 se planteaba la siguiente pregunta: ``¿Por qué no imaginar un modelo económico que tome de prestado tanto a Keynes --distribuir mejor-- como a Marx --reformar las estructuras?''.

A partir de la segunda presidencia de Mitterand, su distanciamiento de los planteamientos del gobierno se irá haciendo más nítida. Critica la política del entonces primer ministro, señalando que ella pone exclusivamente énfasis en los equilibrios macroeconómicos, sin considerar los sociales. Posteriormente, con vistas al Congreso de Rennes del Partido Socialista francés, celebrado en 1989, escribe que Francia se está encaminando hacia una economía fracturada que beneficia a las ganancias y contrae la participación de los salarios.

En la medida que los socialistas aparecen, en los hechos, adoptando los principios económicos liberales, destacará el hecho de que entre estas dos concepciones existe una oposición profunda, que las reformas liberales son opuestas a las ideas del socialismo: ``el modelo dominante, con el cual propongo romper, no ha sido inventado por los socialistas... Ese modelo no es el nuestro''. Irá señalando la necesidad de una política de estímulo a la demanda, con el propósito de dinamizar la actividad económica y aumentar el empleo, lo que es consecuente con su profundo escepticismo acerca de los acuerdos de Maastricht, que enfatizaron precisamente en la disciplina fiscal y monetaria, lo que impedía el relanzamiento de una política expansiva.

El momento a partir del cual Jospin comienza a plantear más explícitamente sus diferencias con la política de derecha, se da con motivo de la derrota de la izquierda en las elecciones de 1993. Entonces declaró que ``ha llegado el momento de romper con la ortodoxia económica'', haciendo un llamado a ``la definición de un nuevo pensamiento económico''. Señalará que es necesario replantear las prioridades de la política económica: ``en la actualidad se fijan objetivos cuantificados para los precios, el déficit público y el desempleo. Es necesario proceder a la inversa. Establezcamos objetivos cuantificables para el empleo y veamos cómo los lograremos''.

Según Jospin, ya la economía francesa tiene las condiciones para poner efectivamente en marcha una política expansiva. La inflación es reducida y el país muestra superávit en su comercio exterior, por lo que no se justifica seguir aplicando políticas monetarias y fiscales restrictivas, so pena de profundizar la recesión y el desempleo. Si el país tuviese que optar entre los objetivos de aumentar el nivel de empleo y el de cumplir con los criterios de Maastricht, Jospin se inclinará, al parecer, hacia el primero, no obstante que ello signifique la postergación del nacimiento de la Unión Monetaria. La vía de salida podría ser la modificación de los criterios de Maastricht en cuando a la magnitud del déficit público permisible. Sin embargo, en este último caso se enfrentará a la oposición frontal del gobierno conservador alemán, para el cual la primera prioridad sigue siendo la estabilidad, no obstante que el número de desocupados en el país supera largamente los cuatro millones.