Fernando Benítez
Nuestro amigo el Popo
No debe haber temor por el Popocatépetl, que en azteca se llama ``monte que humea''. Debemos recordar que el gran fumador no tocó a Tenochtitlán, a la ciudad colonial y a la capital independiente. En días recientes el volcán desató una lluvia de cenizas que invadió la capital, lo cual impidió el vuelo de los aviones y obligó a los choferes de los tres millones de automóviles que circulan en la ciudad a extremar sus precauciones. Las trescientas mil gentes que viven cerca del volcán ya no corren riesgo, están preparados los albergues en caso de emergencia y se cuenta con mil camiones que en dos horas las pondrían a salvo.
Desde tiempo de Cortés los indios subían al Popo para recoger azufre, un componente esencial de la pólvora, y con el tiempo se bajaba nieve a fin de hacer los helados. En los volcanes de Colombia, García Márquez se asombra de descubrir el hielo en plena región tropical.
Dejemos que el Popo fume, si es el guardián del valle con la ``Mujer dormida'' bajo su manto de nieve, y forman los dos un paisaje de la mayor belleza. Desechemos pues los temores porque el Popo, en vez de ser nuestro azote, es nuestro mejor amigo.