La Jornada 2 de julio de 1997

Zedillo: el camino en la lucha política es dejar el encono y respetar la ley

Elena Gallegos y Jesús Aranda, enviados, Veracruz, Ver. 1o. de julio Ť En la celebración del primer centenario de la fundación de la Escuela Naval Militar y luego de hacer un reconocimiento a las fuerzas armadas por su contribución a la paz social y a la estabilidad del país, el presidente Ernesto Zedillo refrendó: ``los mexicanos sabemos que el camino para resolver nuestras diferencias no es la intolerancia ni el encono, sino el diálogo y la contienda política con respeto absoluto a nuestras leyes''.

Antes de los desfiles militares y el ronroneo de los aviones y helicópteros que, en distintas formaciones, llenó el grisáceo cielo porteño y sacó a las calles a miles de jarochos a los que pretextos les faltan para la pachanga, el jefe del Ejecutivo sostuvo que la soberanía nacional es el terreno de unidad esencial en el que todos los mexicanos coincidimos por encima de nuestras diferencias políticas.

Porque hoy aquí, como primer acto de la conmemoración, en la Plaza de la Soberanía --donde se izó la bandera en la monumental asta que hace unos meses se instaló frente al mar--, se habló, precisamente, de soberanía. Zedillo dijo que ésta ``nos hace libres, nos hace dueños de nuestro destino y pone el futuro en nuestras manos''.

Entre vallas de marinos y niños que agitaron sin cesar banderitas tricolores, el Presidente agregó: ``la soberanía nacional nos permite reafirmar los valores de independencia y democracia con los que estamos construyendo el país de justicia y oportunidad que todos anhelamos''.

Solidez de las instituciones

Junto al Presidente, los secretarios de la Defensa, general Enrique Cervantes Aguirre, y de Marina, almirante José Ramón Lorenzo Franco, escucharon el homenaje a los héroes de la también Heroica Escuela Naval, y a los porteños de este cuatro veces heroico puerto. Porque hoy aquí también fue tiempo para honrar a héroes e instituciones.

La solidez de nuestras instituciones --puntualizó Zedillo-- nos ha permitido vencer las dificultades y nos dará fortaleza para vencer los retos del porvenir. Las instituciones permanecen porque sirven al pueblo y porque tienen la capacidad de transformarse y ponerse al día para servir mejor.

Y como el día era de y para los miembros de la Armada, cerró su discurso con un: ``en la nueva etapa de crecimiento económico que estamos comenzando, la participación de nuestros marinos es definitiva''.

Después al Museo Histórico Naval, durante décadas sede de la escuela que hoy cumple cien años y que fue creada por decreto de Porfirio Díaz, a quien convenció el brigadier José María de la Vega. De hecho, el 21 de abril de 1897 en los considerandos de su establecimiento, Díaz asienta que, debido ``a las dificultades que se han presentado para obtener un buque ya construido que reúne las condiciones para instalar en él una escuela naval flotante'' se instalaría la escuela en el puerto de Veracruz. Eso sí, el presidente Díaz agrega que esto, en tanto se consigue el buque.

Hoy aquí, los descendientes del brigadier De la Vega entregaron al Presidente el espadín del bisabuelo. En el mismo acto, Zedillo lo entregó al museo. Enseguida algunas de las 11 salas que documentan --a través de maquetas, dibujos, etcétera-- la historia de las intervenciones. En el espacio para las exposiciones temporales se montó ya una muestra que forma parte de las rememoraciones de la gesta de los Niños Héroes (1847).

Una de las piezas más valiosas es una mesa que perteneció a Antonio López de Santa Anna, y que fue en la que se negociaron con el gobierno de Estados Unidos los tratados de Guadalupe Hidalgo que costaron al país más de la mitad de su territorio (más de 2.5 millones de kilómetros cuadrados).

Dichos tratados se firmaron en febrero de 1848. Del lado mexicano, Bernardo Cuoto, Miguel Aristáin y Luis Cuevas firmaron la cesión. Del otro, Nicholas Trist. Cuenta la historia que en esa misma mesa, los mexicanos brindaron con champaña por lo que consideraron un éxito, ya que los estadunidenses querían partir el territorio hasta lo que es hoy Zacatecas y sólo consiguieron llevarse del río Bravo para el norte.

Del Museo Naval el Presidente y su esposa Nilda Patricia (viajaron con ellos sus hijos Nilda, Rodrigo y Carlos) se trasladaron al zócalo --el de la permanente fiesta, el de los jaraneros y los vendedores con sus enormes canastos de camarón--, donde presenciaron el primer desfile militar (el segundo se efectuó más tarde en la Escuela Antón Lizardo).

Las bandas de guerra y música, las escoltas, los mandos y comandos y las compañías de cadetes de las escuelas Naval, del Aire, Médico Militar y Enfermeras Militares, así como los muchachos del Heroico Colegio Militar, marcharon frente al templete que se levantó para los invitados en uno de los portales. Los veracruzanos colmaban de aplausos cada redoble. En el cielo, aviones y helicópteros remataban el espectáculo.

Más tarde, en los muelles, el Presidente abanderó cinco embarcaciones de empresas navieras privadas y que antes portaban de las llamadas banderas de conveniencia (panameñas y liberianas entre las más demandadas).

¡No hagan olas!

Pero la celebración no terminaría ahí. El Presidente y su comitiva se hicieron a la mar. Nada más y nada menos que en el cañonero Guanajuato, el barco más antiguo de la Armada --se han hecho maravillas con tal de mantenerlo a flote--, que fue adquirido a España hace 61 años. Su casco es de una plancha blindada que ya ni se fabrica y tiene 2.5 pulgadas de grosor.

El trayecto duró más de una hora y cuarto. Del Puerto a la Antón Lizardo. Presidente y acompañantes navegaron a 11 nudos. Pero el Guanajuato no atracó en el muelle de la escuela. El ceremonial contempló aquí que el Presidente desembarcara a una milla, donde abordó una barcaza de caoba tallada: La Boga del Almirante, en la que ocho marinos remaron para llevarlo a buen puerto. Dos barcas iguales lo escoltaron. El mar estaba picado. Algunos nubarrones amenazaban con tormenta, pero salvo algunas gotitas que refrescaron, ésta nunca se desató.

Por eso, cuando la lancha de motor que transportaba a camarógrafos y periodistas rebasó al Presidente, éste gritó: ``¡No hagan olas!''

Los festejos siguieron por la tarde. La comida en el Casino Naval y, por la noche, un concierto en el Teatro Reforma. Fueron los cien años de la escuela que a iniciativa del brigadier De la Vega, se fundó por decreto de Porfirio Díaz.