La Jornada 2 de julio de 1997

El hongo de vapor y cenizas del lunes, el mayor del siglo

Blanche Petrich, enviada, y Jornada de Oriente Ť El hongo de vapor y cenizas de aproximadamente 10 kilómetros de alto que se levantó sobre el nivel del cráter del Popocatépetl a las 17:50 del lunes ha sido la erupción más importante del siglo 20.

La impresionante descarga de roca pulverizada viajó a bordo de los vientos alisios, típicos de julio y agosto -los que van del Golfo de México hacia el oeste-, hacia el Distrito Federal y aterrizó de noche en forma de lluvia de cenizas sobre la macrópolis espantada. Del cráter al Zócalo, en línea recta, sólo hay 77.7 kilómetros, según la precisión de los planos.

A pesar de todo, el gobierno federal decidió levantar la alerta roja decretada la noche anterior y retornar a la alerta amarilla, que significa mantenerse en guardia, sin alarma.

Catorce horas después de la erupción seguían elevándose hongos menores por encima del cráter. Después de su hazaña, Gregorio el Chino amaneció el martes densamente cobijado por nubes. Pero un helicóptero del gobierno poblano se remontó más allá del blanco jorongo para descubrir que, entre las 8:15 y las 9:45 de la mañana, con el sol fresco todavía, se seguían levantando y esponjando sin tregua muchas más fumarolas. Sólo durante el tiempo que duró el sobrevuelo matutino -con dos enviados de La Jornada a bordo- se produjeron cinco.

El físico Alejandro Rivera Domínguez, el científico que en auténtico vuelo de pájaro calculó el lunes por la tarde-noche los diez kilómetros (40 mil pies) de la fumarola histórica del último día de junio, vuelve ahora sus estimaciones: ``Estas deben estar midiendo entre un kilómetro y uno y medio'', grita para superar el ruido de hélices y motores.

Escurrimiento de lahares

Al mirar hacia las faldas boscosas del volcán, justo abajo de la zona donde terminan las nieves eternas de la cima, se perciben nítidamente los escurrimientos negros y marrones que bajan por estrías y barrancas. Es agua del deshielo superficial de los glaciares, provocado por el calor de las erupciones. Durante la noche, haciendo ``un ruido espantoso'' según los testigos, ese flujo de agua, lodo y cenizas que los científicos denominan con un término indonesio: lahares, se precipitó con fuerza.

Algunos lahares se quedan a medio camino. Otros descienden decenas de kilómetros o hallan su cauce en las barrancas y cañadas, y uno de ellos, el más largo y profundo, entró cerca de la medianoche, arrollador, a la comunidad de Santiago Xalizintla. Desde el aire se aprecia claramente el paso del río de lodo. Pero también se miran mínimas las pequeñas figuras entre las milpas, en las calles y los solares.

Entre la indescriptible belleza de cada fumarola, con sus juegos de luz en blanco y gris, Rivera Domínguez, director académico del Centro Universitario para la Prevención de Desastres Regionales (Cupreder), hace notar un detalle que distingue, este día, los nuevos ``eventos fumarólicos'' del Popo de muchos otros a los que nos tiene acostumbrados desde hace dos años y medio el joven y vital volcán: ``Esta vez abarcan toda la boca del cráter''.

Desde el aire adelanta su diagnóstico: ``Creo que el sistema hidrotermal registra una alteración profunda. No veo, y no creo, que haya daño estructural en el cono del cráter. Pero eso tendremos que constatarlo después, cuando esté despejado y el helicóptero se pueda acercar más''.

Minutos después del aterrizaje de la nave, Rivera comparece en conferencia de prensa junto con el secretario de Gobierno del estado, Carlos Meza Viveros, y Ramón Peña, coordinador general del Plan Popocatépetl. Con el anuncio que hace el funcionario del Ejecutivo estatal se traduce en hechos prácticos el dictamen del científico: cesa la alerta roja y se regresa a la alerta amarilla, conforme a los niveles del ``semáforo de prevención'' establecido para las políticas de protección civil en caso de una erupción del Popo.

Volver a la normalidad

Meza Viveros confirma a las 10 de la mañana lo que desde temprano se rumora: ``se levanta la alerta roja'', en una decisión coordinada con la Secretaría de Gobernación y el Cenapred.

El funcionario niega que hubiera habido alguna discrepancia entre el Centro Nacional de Prevención de Desastres -dependiente de Gobernación- y el gobierno estatal durante la noche del lunes, cuando desde el Ejecutivo federal se decidió dar marcha atrás en la alerta roja y volver a la amarilla, mientras en Puebla, por decisión del gobernador, se mantuvo la alerta roja.

El coordinador general del Plan Popocatépetl explica que ello significa que ``se vuelve a la normalidad, sin descuidar las situaciones que puedan generarse de los glaciares en ablación'', es decir, de los que están derritiéndose en la superficie.

Alejandro Rivera Domínguez apoya ``como correcta'' la decisión del gobernador Manuel Bartlett:

``Alerta roja significa que la gente esté lista para recibir la señal de desalojo. No es la evacuación. Si no se llama a la alerta roja, no se tiene listo el manejo de la logística. Ahora, con la alerta amarilla, se mantiene la atención''.

En cuanto a la ansiedad sufrida la noche anterior en el Distrito Federal por la lluvia de cenizas, opina que se trata de un ``problema de percepción'' de los capitalinos ante un fenómeno al que los poblanos ya están acostumbrados.

Adelanta una hipótesis: ``Es previsible que la actividad fumarólica continúe como ahora o con mayor intensidad. Eso significa que se pueden levantar nuevamente grandes cantidades de ceniza en esta temporada de julio-agosto, de vientos alisios. Es muy alta la probabilidad de que siga lloviendo ceniza en el Distrito Federal durante los próximos dos meses''.

Algunas explicaciones técnicas

Rivera Domínguez ha sobrevolado en las últimas semanas cerca de 16 veces el volcán, objeto de su estudio a lo largo de toda su carrera profesional. Determina, como primera hipótesis: ``Parece que tronó'' el sistema hidrotermal del cráter. Lo explica en términos cristianos:

``El volcán tiene un sistema de circulación de agua normal, como cualquier estructura geográfica. Por momentos, zonas recalentadas lo alteran y por eso se producen evaporaciones prodigiosas, como la que vimos el lunes''.

Añade Rivera que en casos como éste la lluvia, lejos de calmar las cosas, las recalienta, ya que en volcanes tropicales -y el Popo, con todo y sus glaciares, lo es- contiene ``agua meteórica que contribuye a su explosividad''.

De ahí su hipótesis sobre lo que ocurre en el corazón del volcán: ``Puede ser que el sistema hidrotermal tocó la cámara magmática''. Magma es un fluido viscoso que contiene gases en solución a gran temperatura, y que viene de unos 60 kilómetros de profundidad, a temperaturas de entre 350 y mil 200 grados. Cuando esa masa viscosa explota hacia la superficie, se convierte en lo que conocemos como lava.