La Jornada 2 de julio de 1997

``Aquí me quedo'', respuesta a los ríos de lodo de Gregorio

Blanche Petrich, enviada y Jornada de Oriente, Santiago Xalitzintla, Pue., 1o. de julio Ť Margarito de los Santos, su compadrito sagrado Moisés de Aquino y su yerno Gregorio Tiquianez han estado libando desde temprano para pasar el susto de anoche. Nietos y nueras los acompañan acuclillados, mirando desde la puerta de la mínima casa --la primera en la barranca de Huiloac-- el paisaje insólito.

Donde había milpas y un corral paupérrimo ahora hay una gruesa capa de lodo que, con el paso de las horas, va perdiendo su consistencia gelatinosa y se endurece. El río de lodo bajó del cráter --a sólo 27 kilómetros de donde ellos viven-- y sólo respetó los brotes de los geranios de doña Juliana Sota. Milagrosamente se detuvo en la puerta.


Militares rescatan a un niño del lodo provocado por las
cenizas del
Popo, en Santiago Xalizintla.
Foto: Tomás Bravo/Imagenlatina

Primero sorprendidos y después molestos, ven pasar un desfile de periodistas imprudentes que fisgan sus vidas con cámaras y flashes. También pasan los de seguridad, los soldados del Ejército, los de la Cruz Roja. Todos con la misma urgencia, que se vayan, que cuándo se van a salir.

``Nunca'', contestan.

Por la mañana vieron también, a pocos metros de su puerta, cómo unos chiquillos jugueteaban entre el lodo y uno de ellos se sumió hasta los muslos en la sustancia viscosa. Entonces llegaron los fotógrafos, los camarógrafos, los socorristas, las cuerdas, el barullo y se armó un espectacular operativo de rescate.

``El niño se quedó con sus patitas metidas en el lodo, no fue nada muy gravoso. Y ahora va a salir en todas las noticias. ¿Por qué tanto periodista nos viene a curiosear? ¿Qué de plano estamos tan feos?'', se pregunta Margarito.

Moisés de Aquino, el sagrado compadrito, lanza unas cuantas bravuconadas: ``Nosotros tenemos valor civil, aquí no pasa nada. Yo tengo 72 años y esta crecida es poco comparada con otras más chingonas que hemos visto pasar por aquí: crecientes grandotas, de las que jalan toros, troncos, puentes''.

Pero después de un rato su discurso lo lleva a revelar el profundo sentido de fatalidad que los hace aferrarse a la tierra, aun cuando ésta se ubica en el punto donde el peligro es más que evidente: las barrancas, donde naturalmente los escurrimientos de lodo encontrarán, al bajar, su primer cauce.

Han oído muchas explicaciones. Han atendido muchas asambleas informativas. A ello se antepone su razón.

``¿Qué astrológico sabe cuándo va a temblar? ¿Qué sabio sabe cuándo nos vamos a perder? Nooo, mis generales, no nos vengan a asustar. A qué vienen los soldados, si va a bajar la crecida ellos también se van a quedar topados''.

Y como si lo oyera, asoma a la puerta un soldado, integrante de la patrulla de la 25 Zona Militar que lleva ya 15 días estacionada en el pueblo. Tímidamente se acerca:

--Prevénganse porque dicen que viene otra de estas --les dice.

Las mujeres se espantan. Moisés ni se inmuta.

--Pues aquí esperamos.

--Aunque sea más pequeña viene otra creciente. Llega como en 15 minutos --repite el soldado.

--Pues aquí esperamos.

Esta comunidad, que ahora es de fácil acceso desde Cholula, está empapada en información sobre los riesgos del Popo y las técnicas de prevención. Es gobernada por un presidente municipal auxiliar perredista, Juan Agustín Chalchi, muy escéptico y crítico del discurso oficial que afirma que todo está listo y al punto ante cualquier emergencia. Chalchi advierte --y no le falta razón-- que las rutas de evacuación pueden quedarse bloqueadas y que además no están garantizados los suficientes vehículos para sacar a la gente en caso de necesidad.

Además, aquí vive uno de los pocos tiemperos de la región que aún practica la antigua previsión del tiempo basada en el mito de Gregorio el Chino, Antonio Analco. Como tiempero, goza todavía de prestigio entre la comunidad.

En Santiago se ha planeado que en caso de una intempestiva bajada de ríos de lodo que puedan rebalsar las barrancas hay que remontarse a los puntos altos, los cerros de Tlalmenolpan o Tlaltenco. Justo eso hizo la mayoría anoche, apenas se dejó escuchar el repicar de las campanas.

Unos pocos no se movieron de sus lugares. En casa de Margarito todo fue carreras para poner a salvo a la marrana y al burro, el patrimonio familiar. En casa de sus vecinos y compadres, Moisés sólo abrazó a su mujer, Paula, y le dijo: ``¿Tú crees que el patroncito Santiago va a permitir que el volcán apachurre a este niño? No, no lo va a hacer''.

El niño es Espiridión, el décimo segundo de los hermanos vivos. Lleva el nombre por la protección que recibió del Espíritu Santo el día que nació, justo el día de la primera erupción, hace año y medio. Sus padres, ya añosos, no corrieron entonces ni lo hicieron esta vez.

Después de un rato los vapores del aguardiente van despejando al yerno, Gregorio. Lleva ese nombre porque nació el día dedicado en el santoral al patrón del Popocatépetl, al mero Goyo. El es fiscal de la parroquia. Cuando se oyó el rugido de la creciente que bajaba se levantó sobresaltado. Corrió a la iglesia --un bello templo franciscano del siglo XVI-- y repicó las campanas. ``Y sí me respetaron. Llegó bastante comunidad a la oración''.

Ahora que lo piensa va perdiendo el ``valor civil'' ante el riesgo de vivir en la boca de la barranca de Huiloac. ``Las otras crecidas más chingonas que dice don Ches eran de pura lluvia, no azolvaban como ésta''.

Y lo dejamos pensando. Nos promete a la hora de despedirnos: ``Pues si vemos que de veras viene feo y hay que salir, pues nos salimos''.