Iván Restrepo
Las tenebrosas aguas negras
Es el enésimo estudio que muestra los daños que ocasionan a la salud y al medio las aguas negras utilizadas en el Valle de Mezquital para regar cien mil hectáreas sembradas con hortalizas y otros cultivos. Ahora es el Instituto Hidalguense de Educación Media y Superior quien reafirma que esas aguas, provenientes del Distrito Federal y áreas vecinas, originan numerosas enfermedades gastrointestinales. Es un fenómeno permanente, mientras en el verano enjambres de moscas hacen imposible la vida de quienes viven cerca de los canales de riego. Esas aguas residuales poseen, entre otras cosas, desde altas concentraciones de microorganismos, como los coliformes fecales, hasta huevecillos de ascaris lumbricoides. No debe extrañar entonces que en la zona, de acuerdo con estudios elaborados por el doctor Enrique Cifuentes, prevalezcan enfermedades diarreicas en niveles muy superiores a los que se reportan a nivel nacional. Otro problema es que algunas comunidades no disponen de agua potable ni drenaje, con lo cual disminuye aún más la calidad de vida de la población.
También en Zamora, Michoacán, se utilizan aguas negras en la agricultura. En cierta época se aplicaron en sembradíos de fresa. Pero tal práctica fue descartada para cumplir con las normas de calidad vigentes en los mercados internacionales. Sin embargo, cientos de familias siguen regando varios cultivos con aguas negras y viviendo cerca de los canales que las transportan. Con el agravante de que en las áreas más pobres no hay sistemas de drenaje, por lo cual el fecalismo al aire libre y las letrinas mal construidas terminan por afectar los pozos de los cuales la gente extrae agua para sus necesidades diarias. No extraña entonces que quienes laboran en campos irrigados con aguas negras muestren niveles de salud inferiores a los que sí tienen servicios básicos. Cabe señalar que no hay estudios puntuales que muestren si las cosechas irrigadas con aguas negras reúnen las condiciones de higiene requeridas para no afectar la salud pública.
Pero el caso más reciente y preocupante ocurre en el distrito de Ocotlán, Oaxaca, donde la violencia estuvo a punto de estallar, y ahora hay un clima de inconformidad y potencial enfrentamiento entre comunidades vecinas. Todo comenzó cuando vecinos del pueblo de San Antonino trataron de rescatar a sus autoridades encarceladas por oponerse a que las aguas negras del área urbana de Ocotlán se viertan en terrenos de la comunidad mencionada.
Finalmente lo lograron, no sin antes bloquear una de las carreteras de la región.
Ocotlán cuenta con una planta de tratamiento de aguas negras en terrenos de San Antonino. Esas aguas (500 mil litros diariamente), supuestamente tratadas, recorren algunas calles del poblado y finalmente van a parar a terrenos de labranza. Pero con ellas se contaminan tierras y cultivos, y hasta los mantos freáticos de los cuales extraen agua para su vida diaria, todo lo cual ocasiona problemas de salud. Las autoridades y pobladores de San Antonino exigen entonces que Ocotlán disponga sus desechos en donde no causen males y, a la vez, les construyan una planta de tratamiento en beneficio de sus 10 mil habitantes, reconocidos en Oaxaca por sus cultivos de flores, la elaboración de bellas artesanías y la venta de carne. En tanto, los artesanos de San Antonino fueron desalojados del tradicional mercado que los viernes tiene lugar en el centro de Ocotlán. Ello los obligó a establecer, junto con otros vendedores, un tianguis en San Antonino.
Como se observa, las medidas para impedir que las aguas negras sirvan para irrigar ciertos cultivos, como las hortalizas y la fresa, muestran en la realidad que son insuficientes para proteger a las familias, pues éstas sufren elevadas prevalencias de infecciones intestinales y enfermedades diarreicas. Por otro lado, la simple prohibición de regar no basta para resolver problemas originados con los sistemas tradicionales de desalojo y uso de aguas negras, las cuales, por contaminadas que están, permiten a miles de campesinos ocuparse en las labores agrícolas, que son su única fuente de sobrevivencia.