La Jornada 23 de junio de 1997

Concertar, no confrontar, legado de Fidel Velázquez, señaló

Ciro Pérez Silva Ť Juan José Osorio Palacios, líder de la Cámara de Diputados, fijó la mirada en las baldosas del vestíbulo del edificio de Vallarta 8, al tiempo que José Ramírez Gamero, secrerario de Acción Política de la CTM, parecía buscar algo en los pisos altos de la sede obrera cuando el presidente Ernesto Zedillo hacía un llamado a reforzar ``nuestra unidad, cuestionando nuestras voluntades'' y convocaba a dar ``un nuevo ímpetu a la alianza histórica que ha unido y seguirá uniendo al Estado mexicano con los trabajado- res, con el movimiento obrero''.

Junto a ellos, el secretario de educación cetemista, Juan Sigfrido Millán Lizárraga, y Leonardo Rodríguez Alcaine, nuevo líder cetemista -sólo hasta febrero, repetía Joaquín Gamboa Pascoe, dirigente de la CTM en el Distrito Federal, a quien quisiera escuchar-, seguían las palabras del presidente. Breve discurso para ``un extraordinario dirigente que dedicó su visión y su capacidad de liderazgo a representar y fortalecer los legítimos derechos de los trabajadores''.


El presidente Zedillo y miembros de su gabinete en las
exequias.
Foto: Ernesto Ramírez

Dirigiéndose al grupo compacto de miembros de la cúpula cetemista que aspiran a suceder al finado dirigente, el presidente Zedillo subrayó que a lo largo de más de siete décadas, Velázquez Sánchez ``siempre, sin bajar la guardia en la defensa de los trabajadores, alentó la concertación, no la confrontación; siempre trabajó para la estabilidad, no para la incetidumbre; siempre favoreció la armonía, no el conflicto, entre los factores de la producción''.

En todo momento y ante cualquier circunstancia, insistió, ``don Fidel actuó con lealtad a la República, pensando en México y mirando hacia el porvenir; y también, en todo momento, don Fidel supo conciliar los derechos de sus compañeros con los intereses superiores de la nación''.

Así, dijo, ``reivindicó la negociación entre los sectores productivos y contribuyó a restaurar los programas de concertación social y de estabilización económica''.

Congregados en torno del féretro, la ceremonia que encabezó el presidente de la República en honor del extinto líder obrero inició a las 10 de la mañana, con la asistencia del gabinete en pleno, familiares del dirigente y miembros de la central, como Emilio M. González, quien, vencido por el cansancio de sus 84 años, no logró seguir las palabras de reconocimiento a Fidel Velázquez.

``El país está de luto'', sentenció Ernesto Zedillo al empezar su discurso, para remontarse después a más de siete décadas en el tiempo, ``cuando Fidel Velázquez Sánchez y un puñado de hombres de vanguardia comenzaban a destacar en la organización del movimiento obrero y los derechos fundamentales de los trabajadores no pasaban mucho de ser todavía nobles propósitos que no se reflejaban en la realidad del país ni en las condiciones de vida y trabajo de los obreros mexicanos''.

En buena medida, continuó el Ejecutivo, ``gracias a don Fidel Velázquez, el vigor de los trabajadores se tradujo en fuerza organizada, sus derechos en instituciones sociales y sus demandas en conquistas perdurables. Como dirigente respetado y líder querido, fundó y auspició múltiples sindicatos, uniones y federaciones, guiándose siempre por la convicción de que la mayor fuerza de los trabajadores está en la unidad''.

Destacó el ``impulso'' que dio el fallecido líder para lograr la libertad de asociación, el derecho de huelga, la contratación colectiva, el salario mínimo, reparto de utilidades y la protección a la mujer trabajadora.

Al término de su discurso, el presidente Zedillo montó una guardia de honor y en un largo abrazo expresó sus condolencias a Nora Quintana viuda de Velázquez, saludo al que se unió el gabinete. Antes, Zedillo se despidió de Osorio Palacios, fundador del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Música y cuatro ocasiones diputado federal; Ramírez Gamero, senador de la República y ex gobernador de Durango; el sucesor temporal de Velázquez Sánchez, Leonardo Rodríguez Alcaine, y Juan Sigfrido Millán Lizárraga.