La Jornada 23 de junio de 1997

Fue un homenaje protocolario que duró escasos 12 minutos

Andrea Becerril, Antonio Vázquez y Fabiola Martínez Ť En 12 minutos el sistema político rindió homenaje a Fidel Velázquez, cuyos restos fueron ayer cremados luego de una ceremonia fúnebre solitaria y silenciosa. A excepción de los aplausos en el Senado y el grito de ``¡Fi-del, Fi-del!'' que, por el poco eco obtenido, acabó por extinguirse en la CTM, el adiós para Fidel Velázquez fue frío. A nombre del gobierno de la República, el presidente Ernesto Zedillo expresó sus condolencias por la pérdida del líder ``a todos los trabajadores mexicanos''. Sólo que, en la sede cetemista, en el Senado de la República y, más tarde, en el panteón Español no hubo obreros.

Para el hombre que decidió el rumbo del sindicalismo mexicano y que estuvo siempre ligado al poder, sólo un sepelio casi privado y un homenaje protocolario, tanto en la sede senatorial como en la CTM, a la que acudió el presidente Zedillo, acompañado por su esposa y los integrantes de su gabinete legal y ampliado.


Senadores rinden homenaje a Fidel Velázquez.
Foto: Alfredo Estrella

``La unidad, la unidad don Leonardo (Rodríguez Alcaine), eso es lo primero'', comentó en corto el Presidente al nuevo líder de la CTM. La recomendación la hizo extensiva a los otros integrantes del Comité Ejecutivo y la incluyó también en el breve discurso que pronunció en medio de un silencio tan grande que se oían los flashazos de las cámaras del enjambre de fotógrafos que ocuparon casi la totalidad del segundo piso del edificio de Vallarta 8.

``En esta hora de tristeza para millones de trabajadores, los exhorto con todo mi respeto y con todo mi aprecio a que honremos la memoria de don Fidel, dando nuevo ímpetu a la alianza histórica que ha unido y que seguirá uniendo al Estado mexicano y al movimiento obrero'', señaló el Presidente, minutos después de las 10 horas, en lo que fue el primero de los dos reconocimientos que hizo al dirigente fallecido.

Desde muy temprano el edificio sede de la CTM fue rodeado por un operativo del Estado Mayor Presidencial, que reforzó las vallas metálicas en espera de los contingentes obreros que nunca llegaron.

Las puertas de cristal que dan acceso a la plaza principal cetemista continuaron cerradas. El elegante ataúd de caoba permanecía cubierto... impresionantemente solo, como quedó desde la noche del sábado.

Era la imagen de la desolación ese féretro con los restos de Fidel Velázquez. En la penumbra de la madrugada, se veía pequeño en la inmensa explanada de la CTM, que originalmente fue diseñada para congregar a cetemistas en actos masivos.

Es una especie de plaza dentro del edificio, que sirvió ayer como capilla ardiente, y dio cabida al reducido grupo de dirigentes y políticos que participaron en la ceremonia luctuosa que el gobierno rindió a quien fuera uno de sus principales aliados.

Los únicos dolientes fueron sus familiares y sus colaboradores cercanos. Sus seis nietos que antes de la llegada del Presidente colocaron igual número de rosas rojas sobre el ataúd con el cadáver de su célebre abuelo, o su esposa Nora Quintana, ahora viuda de Velázquez.

Fidel se va de la CTM; triste cortejo

Y el homenaje del gobierno, bien organizado, pero poco cálido, congregó a 38 integrantes de la cúpula cetemista -con la

ausencia notoria de Alfonso Sánchez Madariaga, el ahora único sobreviviente del grupo de Los Lobitos-, a la familia Velázquez Quintana, a excepción de su hijo Fidel, y a los integrantes del gabinete presidencial, quienes, de manera ordenada, ingresaron a la habilitada capilla ardiente, para colocarse alrededor del ataúd, siguiendo las marcas hechas en el piso.

Fue un homenaje que duró 12 minutos, en los cuales el Presidente leyó un discurso, dio el pésame a la viuda, le brindó un cálido abrazo, saludó de mano a cada uno de los integrantes del comité cetemista, a los que recomendó preservar la unidad.

Concluida la ceremonia en la CTM y a punto de partir la comitiva hacia el Senado, llegó el ex presidente José López Portillo. Montó una breve guardia de honor y se retiró presuroso, sin emitir declaraciones.

A las 11:42 de la mañana, Fidel Velázquez salió para siempre de la CTM, la central que fundara en 1936 y que dirigió hasta su muerte. El cortejo fúnebre, integrado exclusivamente por la carroza mortuoria, dos camionetas y cinco autobuses -el último ocupado por reporteros- llegó exactamente al mediodía a la casona de Xicoténcatl, en cuya entrada fue colocado un crespón negro, en señal de duelo.

Aunque se convocó un día antes a todos los senadores a la guardia de honor que se ofrecería en memoria de Fidel Velázquez, la asistencia de legisladores fue escasa. Estuvieron algunos integrantes de la bancada priísta, especialmente los de extracción obrera, y uno de la oposición, el panista José Angel Conchello.

En el Senado hubo varias guardias de honor. Primero en el salón de sesiones, donde la presidente en turno de la Cámara, Judith Murguía, reconoció la destacada figura de quien, dijo, ``consagró su vida al movimiento obrero'', y ofreció también las condolencias de ese grupo parlamentario a la familia, a la CTM y a los trabajadores de México.

Al concluir el discurso de la legisladora, los asistentes comenzaron un aplauso, que se convirtió en ovación por más de un minuto en memoria de Fidel Velázquez.

Luego, el féretro fue colocado en el patio central del Senado, frente a la estatua de Belisario Domínguez, para recordar que el líder recibió en 1979 la medalla que lleva ese nombre, por sus ``empeños por el progreso de los trabajadores''.

Una hora después, los restos de Fidel Velázquez continuaron su recorrido con dirección ahora al panteón Español. La familia, que siempre se mostró molesta por la cobertura informativa, solicitó el auxilio de elementos del Estado Mayor Presidencial, a fin de impedir que reporteros y fotógrafos se acercaran al área de cremación.

La urna con las cenizas del longevo líder sindical fue depositada por la noche en una cripta familiar ubicada en la Iglesia del Señor de la Resurrección, en el exclusivo fraccionamiento de Bosques de Las Lomas, luego de una homilía, en la que el sacerdote oficiante destacó que el líder representó casi un siglo en la historia del país.

En una caja de madera de menos de 30 centímetros quedaron las cenizas de quien en vida fuera un hombre corpulento de casi 1. 90 de altura y más de 100 kilos de peso.

Concluyeron así las exequias de Fidel Velázquez.