Oficialmente, estamos viviendo un proceso de conversión del uso de combustibles líquidos al uso de gas natural. Ya se han convertido plantas eléctricas --que son las que más combustible usan en comparación con otras actividades-- en zonas muy contaminadas, como el Valle de México y Monterrey. Según normas ambientales ya publicadas pero que entrarán en vigor el próximo 1o. de enero, estas conversiones, para cumplir con esas normas, tendrían que generalizarse, además de las zonas mencionadas, en toda la frontera norte, Guadalajara y varias ciudades industriales más. Otras industrias deberían seguir ese camino también.
Además, con resultados similares, se decidió que el gasoducto que se construya para la futura planta eléctrica Mérida III, abastecería también a las plantas eléctricas de las ciudades de Campeche, Mérida y Valladolid, que ahora consumen combustóleo. El programa de permisos para construir redes de gasoductos en las principales ciudades del país, llevará a un aumento aún mayor en el uso del gas natural.
Este proceso tiene sus ventajas y sus riesgos. Entre las ventajas están la reducción --que no eliminación-- de emisiones contaminantes, la mayor eficiencia del gas y el menor costo en el largo plazo y, cuando sustituye al gas LP como sucede con el consumo doméstico, también menor costo inmediato.
El principal riesgo es que el gas natural, ya convertido en indispensable para la economía regional y doméstica, sea fuente de dependencia estratégica. Si no alcanza la producción de gas natural de Pemex, se tendrán que importar cantidades importantes. En el noroeste, sobre todo pero no exclusivamente Sonora y Baja California, eso puede suceder de todos modos, porque no hay gasoductos que les lleven gas mexicano. Lo deseable es que, para no perder las ventajas del gas natural ni caer en dependencia estratégica, se desarrolle la zona gasera llamada Cuenca Salina, bajo el Golfo de California, y que ya Pemex había reportado en el pasado como costeable, pero del cual se abandonaron los trabajos.
Ahora parece que no está tan claro el escenario mencionado de conversión a gas, por lo menos no a los ritmos anunciados. No hay información oficial, y en notas y columnas periodísticas proliferan versiones: que se ha retrasado el concurso para el sistema de conversión a gas en la planta de Rosarito (Tijuana); que con el retraso del proyecto de refinación de Cadereyta no se podrá procesar el combustóleo excedente en la zona de Monterrey y que por lo mismo se seguirá alimentando con ese producto a algunas plantas del norte que se iban a convertir, y así sucesivamente.
Lo que ya es más que versiones, y que dado el contexto merecería aclaración especial, es un decreto publicado en el Diario Oficial, al que difícilmente se podría calificar de amarillista o sensacionalista. En este Diario, de fecha 20 de mayo de 1997, página 57, se publica un decreto que expropia, a favor de Pemex-Refinación, un terreno destinado a un ``combustoleoducto que surtirá a la Termoeléctrica Campeche II''. ¿Pues no que esta planta y otras se iban a convertir a gas? ¿No se concursó ya el correspondiente gasoducto?
¿Por fin? ¿Entran el 1o. de enero las normas ambientales, o no? ¿Se convierten a gas las mencionadas plantas eléctricas, o no? Verdaderamente urge información, y no que, como en otros casos, se postergue el asunto para agosto, lo cual casi equivale a decir ``para después de las elecciones''.