Marcos saludó a los manifestantes de toda Europa que se concentraron en Amsterdam para protestar contra la política del capital financiero. En Europa, mientras tanto, se prepara la continuación del llamado Encuentro Intergaláctico. Es evidente, pues, el progreso logrado en la visión del proceso de globalización actual con relación, digamos, a los primeros años 90. Pero, aunque se ha avanzado mucho en este terreno, todavía queda mucho camino por recorrer.
Por ejemplo, las relaciones entre los indígenas de Chiapas y los desocupados europeos siguen estando, en lo esencial, marcadas por la solidaridad entre las víctimas de la política del capital financiero a escala mundial, pero no por una comprensión cabal del carácter de una política que afecta a diferentes sectores, que es funcional para el capital y que exige una respuesta común. Por ejemplo, es importantísimo el movimiento paneuropeo por la reducción de la semana de trabajo ya que plantea, en lo inmediato, sea el control de la produción (para evitar los aumentos de productividad que anulen la medida), sea la politización de la lucha (para vencer las resistencias del capital a esta violación del libre mercado), sea la solidaridad entre los ocupados y los desempleados (para cuya entrada en la producción luchan los primeros, que crean así un nuevo turno de trabajo). Pero, con toda su significación, ese movimiento sigue siendo interno al sistema y sólo modifica algunos aspectos del mismo (aunque éstos den mayor tiempo libre al trabajador y le otorguen mayor consistencia y resistencia a la fuerza de trabajo). Los modelos de trabajo y de consumo no cambian, sino que se extienden a sectores más vastos. Un obrero francés, por ejemplo, seguirá comiendo todo el año naranjas y lechugas que, en la división del trabajo, otros deberán plantar en vez de cultivar granos, que importarán de Francia cuando antes los producían para su propio consumo. El alto nivel de consumo incluso de los desocupados y marginados de los países industriales dependerá, como siempre, de los bajos salarios y la producción para la exportación en los países dependientes. Si realmente el movimiento obrero de los primeros países quiere evitar que ``su'' capital vaya donde la mano de obra es más barata y, por razones históricas, más sumisa, debería intentar cambiar el modelo de consumo y, con él, el modelo económico imperante en el mercado mundial. O sea, que una mayor riqueza y libertad en los países dependientes requiere, por fuerza, una modificación del modelo de consumo de los países industrializados y una eliminación de lo superfluo y del consumismo, en una especie de planificación mundial según las necesidades globales. Lo mismo es válido en lo que se refiere a la vigencia de la democracia: en un país industrializado no se podrá evitar la emigración de la fuente de trabajo si no se asegura la democracia, la protección del ambiente, los derechos sindicales y humanos en los países dependientes.
Es necesario, por lo tanto, pensar y reivindicar globalmente. La democracia en Chiapas es esencial para el trabajador de Estados Unidos o Canadá, y el pensar en una política para éstos es a su vez indispensable para quien busca soluciones duraderas en Chiapas. La solidaridad humana, la caridad, son sentimientos nobles pero efímeros si no encuentran sus raíces en el interés mutuo bien concebido. El silencio del EZLN sobre los problemas de los trabajadores urbanos en general, por lo tanto, es un obstáculo para el logro de una conciencia mundial, así como la simple solidaridad con los ``indiecitos'', sin entrar en los problemas de los trabajadores del propio país, es también una traba para la conquista de una política contra la globalización del capital financiero. Porque el capitalismo es mundial y la globalización es irreversible no puede dar paso ni a la autarquía ni a la compartimentación de las luchas. La conquista de un nivel superior en la comprensión, por ejemplo, de las minorías nacionales, que ya se ven como tales a nivel mundial y no como tzotziles, tojolabales, quechuas, aymaras, guaraníes o negros, es una expresión inicial de la necesidad de entender que hay que pensar en el otro y globalmente para poder tener fuerzas locales. O sea, que hay que alzar el tiro en el campo programático si no se desea llevar una batalla perdida de antemano por humanizar parcialmente al capitalismo y no una, ganadora a largo plazo, por formular una alternativa democrática, autogestionaria, internacional, al mismo.