La Jornada 23 de junio de 1997

Miguel José Yacamán
Evaluación

La cuestión sobre la que quisiera reflexionar en el tema de la evaluación es ¿qué pretendemos al evaluar el quehacer científico?, ¿cuál es la direccionalidad o rumbo al que conduce la evaluación del quehacer de los científicos mexicanos? En mi opinión, se trata de ubicar a la evaluación en el contexto del desarrollo nacional, del país que queremos en el futuro. Esto nos plantea imaginar el futuro deseable de México. Nos gustaría ver a México como un país productor de tecnología vendible en el mercado internacional. Nos gustaría ver a mexicanos reconocidos impulsando desarrollos tecnológicos propios. Que cuando aparecieran en el mercado las tecnologías del futuro, como un nuevo equipo electrónico, una nanocomputadora, una computadora óptica, se hablara de los productos mexicanos como ejemplo de alta tecnología, así como ahora hablamos de la computadora americana o la computadora japonesa.

Si no avanzamos hacia ese horizonte, los mexicanos seguiremos constituyendo un país donde la mano de obra de poco costo sigue siendo un componente importante de nuestro intercambio comercial. Somos parte del Tratado de Libre Comercio que configura un esquema donde algunos quisieran que Canadá aporte los recursos naturales, Estados Unidos la tecnología y México la mano de obra. Los datos actuales parecieran indicar, sin embargo, que México aporta muy poco en el área de tecnología.

Uno de los caminos para cambiar a profundidad con este esquema es orientar la investigación en México hacia la generación de tecnologías de punta.

Para lograr esto el país requiere crear un Sistema Nacional de Innovación con todas sus etapas, desde una ciencia fundamental hasta tecnologías que lleven a productos en el mercado con un alto contenido de innovación tecnológica.

De acuerdo con las recomendaciones de la Organización de Cooperación Económica (OCDE), de la cual México es miembro y que incluye a los países más desarrollados, los criterios de evaluación deben impulsar la creación del circuito ciencia, tecnología y mercado. Esto, sin embargo, es un problema complejo que ningún país ha resuelto. Hay países que están muy preocupados por su investigación básica y hay otros que están preocupados por los desarrollos tecnológicos que logran sus investigadores. La conexión ciencia-tecnología no es lineal. Así por ejemplo Alemania o Estados Unidos, sólo capitalizan en tecnología una fracción muy pequeña de su ciencia. La OCDE define los tres tipos de actividades que se dan en un sistema de innovación: las ciencias puras, las ciencias de transferencia y la actividad del sector productivo. El eslabón intermedio de las ciencias que transfieren directamente la tecnología hacia el sector productivo es donde generalmente se detiene la construcción de este círculo virtuoso.

En un sistema de evaluación tenemos que contemplar criterios para los dos tipos de actividades en que se encuentran los académicos. Las ciencias puras y las ciencias de transferencia, las cuales están eventualmente en conexión con el sector productivo. Cada una de estas ciencias y actividades tiene su manera de actuar y sus medidas de evaluación no tienen que coincidir en todos los casos.

Hasta ahora en México hemos trabajado mucho en los criterios de las ciencias puras, pero no hemos discutido lo suficiente en el ámbito de las ciencias de transferencia. Ahí es donde tenemos que hacer un esfuerzo muy importante. Las ciencias de transferencia son todas las ingenierías, en algunos campos de la química, la ciencia de materiales, la medicina, los energéticos, algunas ciencias sociales, la microelectrónica, robótica, etcétera. Aquí los criterios de evaluación tienen que ser diferentes porque son ciencias que tienen otros objetivos, no necesariamente la publicación científica.

La duda es si en México estamos transitando por el camino correcto y si estamos desarrollando realmente un sistema de innovación adecuado. Hay muchos problemas que tenemos que enfrentar. Un dato importante es que muchas de las instituciones científicas, a raíz de la crisis de 1995 (si uno toma los ingresos reales) tienen una caída del gasto real en casi 40 por ciento. Por otro lado, ya no es sostenible la idea de depender fundamentalmente de los fondos fiscales. En mi opinión la solución es que lleguemos a los esquemas más sanos, más parecidos a los países de la OCDE. Ahí la mayoría de países destina casi la mitad de su gasto en investigación y desarrollo desde el sector privado.

En México el gasto del sector privado en ciencia y tecnología es muy bajo y todavía es más bajo el porcentaje que se gasta en apoyo a investigación en las universidades. Sin embargo, la evidencia muestra que cada día hay más industriales interesados en desarrollar tecnología propia. La industria mexicana está llena de ejemplos positivos. Existe un grupo industrial mexicano que ha tenido que contratar investigación en Biotecnología en el extranjero porque nunca encontró resonancia en el medio científico mexicano. Además, en el mundo de la industria los tiempos son distintos a los de la academia, el problema es que la comunidad científica mexicana maneja sus propios tiempos y pocas veces se adapta al exterior. Los incentivos para el trabajo académico están fuertemente dirigidos hacía la ciencia pura.

Esta evidencia nos lleva a la necesidad de estudiar el fenómeno para entender las razones de la no vinculación. Interrogarnos si hemos creado para la ciencia una evaluación satisfactoria. En un momento dado de nuestra historia, principios de los años 80, era muy importante impulsar la producción científica y efectivamente todo el aparato de evaluación se adecuó a ese propósito y se logró incrementar el número de papers.

Ahora la pregunta es ¿hemos producido con calidad? La calidad de nuestra investigación como sistema ha sido en promedio de calidad mediana. En un estudio que hizo el Conacyt (1993) trató de medir con los parámetros de los países desarrollados. Se trató de un ejercicio muy ilustrativo, en el área 1 del SNI, donde están las ciencias exactas, tenía un factor de impacto de 1.21, mientras el área 2 tenía un promedio de 1.65. En ambos casos a la mitad del promedio internacional. En relación con ciencias específicas, la astronomía por ejemplo, con un factor de impacto de 1.79, el promedio más alto, contra un promedio internacional de 4.53. Números similares se obtenían para biología, biotecnología y áreas relacionadas.

Si se quiere corregir esto por un factor a fin de tomar en cuenta un efecto de los ``clubes de citas'', que se forman en los países desarrollados, se puede multiplicar esos promedios de nuestras áreas por un factor de dos, y aún así seguimos abajo de los estándares internacionales. Sin duda, en México existen investigadores de primera línea con reconocimiento internacional y cuyo nivel de trabajo es similar al de investigadores de países desarrollados. Sin embargo, el estudio de las citas obtenidas por mexicanos en la literatura internacional indica claramente que no hay más de 200 investigadores en este caso.

Como es bien sabido, a pesar de nuestras 200 golondrinas no tenemos un verano.

Quisiera reiterar que los actuales parámetros de evaluación no han promovido la interacción de la ciencia con la industria, algo que es fundamental y tal vez la única manera de contribuir realmente al desarrollo del país. Algunos resultados de la Investigación de las Ciencias de transferencia son muy distintas del artículo de investigación y pueden ser tales como por ejemplo normas técnicas que hayan sido aplicables como resultado de la investigación, procesos productivos mejorados, valores culturales preservados, riego ambiental disminuido, organización de laboratorios certificados, etcétera. Indicadores de este tipo han sido aplicados en la comunidad científica y tecnológica de países que intentan vincular la ciencia y el sector productivo. Todos estos son resultados perfectamente cuantificados y que pueden contribuir a una mejor valoración de la ciencia mexicana en su relación con la tecnología.

En este sentido yo creo que este esquema puede ser aplicado a la ciencia y la tecnología. En un Sistema de Innovación, tenemos que crear un esquema distinto que implique que los trabajadores científicos sean flexibles. La evaluación actual promueve rigidez porque se encasilla en temas seguros que produzcan papers y que permitan su permanencia en el SNI y en su institución de trabajo. La presión de publicar ha logrado una rigidez de temas que ha vuelto al sistema científico poco flexible a las demandas de la sociedad. En estos momentos los científicos tenemos que responder a lo que nos está pidiendo la sociedad.

En conclusión, me atrevería a aventurar que en este momento lo que deberíamos buscar es la calidad, la formación de recursos humanos y la vinculación con el aparato productivo del país, más que mantenernos en el carril que contabiliza el número de artículos que publicamos y que propicia un sistema mediocre y con logros marginales.

La discusión de nuestros criterios de evaluación es una tarea urgente. La posición mantenida por algún investigador para formar una élite autonombrada de investigadores que sin ninguna evaluación de su trabajo deben recibir todo tipo de apoyo, es inaceptable para la sociedad mexicana.

Presentado en el simposio Evaluación de la evaluación.