AUTOPISTA


Carmen Leñero,
rock y poesía


Experta en fonética y en el teatro de Pirandello, cantante y compositora, poeta y novelista, Carmen Leñero es una ráfaga de actividad que de pronto se detiene en un concierto, un verso, un ensayo. Las muestras más recientes de su talento múltiple son el disco Almuerzo en la hierba y el volumen de poesía La fiera transparente. Hace unos cinco años, Leñero le agregó otra estrella a la galaxia del pop con Casas en el aire, un disco que transformaba en música fresca poemas de Luis Miguel Aguilar, Fabio Morábito y Jaime Moreno Villarreal. Un poco en el estilo de ``Cruz de navajas'', de Meccano, los arreglos de Luis Leñero y la voz de su hermana Carmen lograron que sus canciones no parecieran ``literatura cantada'' sino casos de espontaneidad musical. Almuerzo en la hierba es la nueva epifanía donde las palabras nacen al compás de siete notas. La presencia de Fabio Morábito es más fuerte y en varias piezas interviene como compositor; Jaime Moreno Villarreal agrega dos rolas memorables a su cuenta personal, y Gabriel Zaid aporta la letra de ``Otoño'', de la que entresacamos estos versos: ``Lloro por este jardín/ que murió de geometría.''

Si Almuerzo en la hierba es una obra tan solar como el cuadro de Manet del mismo título, los poemas de La fiera transparente ofrecen derivas lunares, la línea de sombra y luces tenues de una artista singular.

Fármaco-futbol

Hace algunas semanas confesamos algunas de las ocupaciones en las que perdemos el tiempo. El reconocimiento del horror es el primer paso para superarlo y sólo por ello hemos incurrido en la terapia pública que significa compartir con los lectores formas de conducta que en nada nos enaltecen.

Nuestro más reciente método para entretener el ocio combina la hipocondría con el futbol. Las turbulencias de la Liguilla de primera división y la estimulante vecindad con la enfermería de La Jornada, nos llevaron a una pregunta que nunca se hará la computadora Deep Blue: ¿Qué pasaría si los futbolistas fueran medicamentos?

A pesar de su palmaria inutilidad (o quizá por eso mismo), la hipótesis nos atrajo como si no hubiera nada más divertido en el mundo. Durante horas diseñamos escuadras de Cápsulas vs. Ampolletas, Grajeas vs. Jarabes, Ungüentos vs. Gotas.

Nos fuimos sobre el tema como gatos sobre el bofe y, sin necesidad de consultar Vademecum alguno, creamos la Liga de las Medicinas, con oncenas de titulares y remedios de reserva.

En la FFF (Federación del Fármaco-Futbol), participa un competente hipocondriaco y un jugador retirado que se ha fracturado varias veces en nombre del deporte. No es extraño que sepan mucho de pastillas. Lo alarmante es que uno de los nuestros se aprende medicinas ``por afición''. Ignoramos qué carencia esté tratando de compensar y le pedimos un diagnóstico a los hombres de bata blanca que recorren esta Autopista.

De sobra está decir que los nombres de los jugadores suenan como los de la liga española. La industria farmacéutica rara vez produce pomadas que se apellidan Ramírez y en el fármaco-futbol abundan las estrellas de importación.

Como suele suceder, cedimos al juego en el momento en que nos sobraban ocupaciones. La hora de cierre nos encontró planeando oncenas con una concentración digna de mejor causa.

Con el alivio de quien se quita un esparadrapo de la boca, compartimos una de nuestras más sesudas conclusiones: ``Si los futbolistas fueran medicamentos, los jarabes tendrían la mejor media cancha. ¿Puede alguien imaginar una trinca superior a la integrada por Breacol, Rubitussin y Zorritón?''

El hombre es el único animal capaz de ser fanático de lo inútil y de crear una cultura del ocio. En nuestra condición de fármaco-futbolistas, quedamos comprometidos con la afición para futuras gestas con las clásicas cuatro palabras con que Fernando Marcos remataba la narración de los partidos: Más Goles, Menos Excipiente.

CONFIGURACIONES

Hugo Hiriart

Todo ángel es terrible

Si quieres empezar a entender qué es un ángel, lo primero es que te deshagas cuanto antes de las representaciones usuales. No, no, un ángel no es un adolescente o un niño con alas. El ángel no es esa criatura ambigua, bonita, edulcorada a la que estamos acostumbrados. ¿Cómo representarlo? Dante en el infierno lo visualiza como un huracán. Los ángeles viajeros que reciben la hospitalidad de Abraham van a destruir una ciudad. ¿Por qué no los visualizamos, nosotros que sabemos qué es destruir una ciudad, más que como pájaros divinos, como bombarderos de acero inoxidable? Pero tampoco, porque la idea de mecanismo, presupuesta en el bombardero, no tiene nada qué ver con el ángel. Y porque, como dice Guardini, ``el ángel es un ser henchido de amor, pero de un amor grande, acerbo, rudo''. En otras palabras, no sentimental, no de capuccino light, sino de expresso doble sin azúcar.

El problema de la visualización proviene de que el ángel es un ente inmaterial, por lo tanto no puede captarse por los sentidos, ni, por cierto, puede tener edad, no es ni joven ni viejo, ni macho ni hembra. No es humanoide. No es nada que podamos percibir. Ni siquiera la luz, el mejor candidato, tan precisa, pura y angelical. Por lo tanto, al ángel sólo podemos captarlo por sus signos.

El problema de la representación de un ángel es independiente del de su existencia. Es un problema de imaginación artística, no de teología. Los signos angelicales son siempre signos sujetos a interpretación. Para apreciar un ángel de El Greco no necesitamos pronunciarnos acerca de su existencia. El problema imaginativo de cómo visualizar en nuestros días un ángel puede planteárselo cualquiera. Se trata de un modo de hablar de ciertas cosas, tan preciso y tan sutil como otros lenguajes de todos los días.

¿De qué signos estamos hablando? De aquellos que recogen sus características. Por ejemplo, la de ser viajero rapidísimo. Santo Tomás dice que va de un lugar a otro sin recorrer el camino. Es decir, está en A y de pronto ya está en B sin haber pasado por el punto C, que está entre A y B. Por esta celeridad puede pensarse que, como dice Zaid, la computadora tiene algo de angelical y ese algo puede ayudarnos a la representación actual de los ángeles.

El ángel es una criatura problemática, destinada a ocupar el enorme vacío que se extiende entre Dios y las criaturas. Digo que es problemática porque es obvio que con frecuencia nos inclina a pensar en un politeísmo disfrazado. Los dioses expulsados del monoteísmo riguroso, han vuelto a entrar a la economía teológica por la puerta trasera en calidad de ángeles. De ahí el énfasis ortodoxo en que son sólo criaturas y están al servicio de Dios, su creador.

Pero no todos, porque hay ángeles obedientes y ángeles insumisos (llamados demonios) cuya rebeldía está ligada a la presencia del mal en el mundo. Los demonios, de que hablaremos más tarde, no son mensajeros ni están al servicio de Dios, pero siguen siendo ángeles.

Nosotros, que a veces somos platónicos sin saberlo, suponemos que los ángeles obedientes y buenos son hermosos y que los demonios son horribles porque presuponemos que el Bien y la Belleza van necesariamente unidos (y con ellos la Verdad), aunque tengamos abundantes experiencias en contrario. ¿O tú crees que una muchacha muy hermosa no puede ser también muy malvada? ¿Cuándo se ha visto que la belleza física incline a quien la posee hacia la mansa bondad?

Ahora, el problema del que estamos hablando es éste: ¿puede intentarse pintar en un cuadro, o describir en un poema, o simplemente imaginarse un ángel que corresponda a una representación diferente, propia de nuestra época y más cercana a la realidad angélica, que el andrógino con alas ya desde hace mucho tan fatigoso e inadecuado? ¿Cómo lo haríamos y por qué así?

Necesitamos una visión como esas que tuvieron Dante y Blake, y muchos otros. Bien sé que hablar de ``visiones'' suena anticuado, suena a eso de ``y en el camino a Roncesvalles, Gregorio tuvo una visión que le decía...''. Pero la verdad es que todos tenemos visiones, es decir, bruscas imágenes mentales cargadas de peculiar significación. No obstante, en nuestros días le concedemos tan poca importancia a nuestra actividad imaginativa que pasan inadvertidas. Y mucho menos cultivamos y desarrollamos esa capacidad de concentrar y organizar en una escena visualizada elementos dispares y complejos. Es una lástima porque el placer que se deriva de esa actividad, sobre todo cuando la escena es descondicionante y extraña, puede ser aventurero y rendidor.


LA JORNADA VIRTUAL


Naief Yehya


¿EL FIN DEL SIGLO DE FREUD?

Hace años que se considera normal que los niños aprendan a deletrear, a contar e incluso a escribir con juguetes electrónicos, los cuales aparte de enseñar cosas los acostumbran a relacionarse con teclados y pantallas. Si las computadoras han logrado ser aceptadas en un área tan delicada como la educación de los más impresionables, no es de extrañar que también hayan asumido funciones que hasta hace poco se consideraban netamente humanas, como la terapia psicológica. Entre los setenta y principios de los ochenta, la idea de una computadora jugando el papel de un psiquiatra resultaba aberrante y descabellada. No obstante, a partir de 1984 la publicidad y los medios volvieron aceptable ``recurrir a los servicios'' de un terapeuta no humano. Por extraño que parezca, cada día hay más adeptos a los psicólogos y terapeutas cibernéticos que pueblan la red, que residen en gigantescas computadoras de universidades o que se venden en CD.

El espejo de ELIZA

Una variedad de programas semiinteligentes o bots han proliferado en la red; uno de los más antiguos y famosos es ELIZA, creado en 1966 por Joseph Weizenbaum, de MIT. Este programa de 240 líneas era un experimento sobre los límites de la capacidad de conversación de una computadora. ELIZA se presentaba a sí misma como una psicoterapeuta y empleaba para comunicarse una técnica que consiste en ``reflejar'' las respuestas de los pacientes en forma de nuevas preguntas. A la frase ``Yo estoy deprimido'', respondía: ``¿Por qué dices que estás deprimido?'' Weizenbaum nunca esperó que nadie tomara a ELIZA como si fuera una psicóloga seria; de hecho creyó que las obvias deficiencias del programa impedirían que la gente esperara resultados o un verdadero tratamiento. Pero Weizenbaum se equivocó: en cuanto comenzó a correrse la voz de que existía un programa semejante, muchos especialistas se pusieron en contacto con él para sugerirle usos profesionales para ELIZA, y decenas de personas quisieron someterse a terapia. Pero mientras Weizenbaum interpretaba esta reacción como una muestra de la decadencia y la desensibilización humana, su colega y colaborador en la fabricación de ELIZA, el psiquiatra Kenneth Colby, vio una gran oportunidad para enriquecerse y de paso ofrecer una poderosa herramienta para tratar desórdenes mentales. ELIZA ofrecía al paciente-usuario la oportunidad barata, imparcial, confidencial y siempre disponible para hablar sobre sus problemas. Un psiquiatra digital no se aburre, no juzga, no tiene sus propios problemas, no desea sexualmente a sus pacientes, es constante y tiene una base de datos infalible. Colby aseguraba que el programa podría ser superior a un humano en lo que respecta a recetar medicamentos, evaluar resultados y eliminar errores de interpretación o dosificación.

Para Colby, la psiquiatría es una ciencia exacta, la mente es un pedazo sofisticado de hardware y el comportamiento es puro software. Así, los desórdenes mentales son simples errores de programación que pueden ser corregidos reprogramando la mente a través de las largas conversaciones. Para los psicoanalistas la depresión es un síntoma de las fuerzas palpitantes del inconsciente; para los bioquímicos es una deficiencia de neurotransmisores en las sinapsis cerebrales; en cambio, para Paul y Kennet Colby, los autores de Depresión 2.0, es el resultado de una autocrítica exagerada y de expectativas irracionales que pueden ser programadas. PC Therapist de Jospeh Wintraub y Depression 2.0 son ejemplos de la variedad de programas inspirados por la experiencia de ELIZA. Algunos de éstos son relativamente inteligentes pero muchos otros son algo semejante a las guías de superación personal, enfocadas a temas como relajamiento, dietas o ejercicios. Estos sistemas expertos utilizan diálogos y preguntas de opción múltiple y en general tienen bastantes conocimientos en campos como depresión, fobias, adicciones, problemas de alimentación y aflicciones sexuales. La mayoría de estos programas no eran más que versiones interactivas y relativamente sofisticadas de los bestsellers de autoayuda. Esto eliminó muchas de las reservas que le quedaban a la gente para aceptar la ciberterapia, por lo que esta industria creció notablemente.

Uno de los programas o agentes más versátiles que siguió el ejemplo de ELIZA es Julia, creada en 1989 por Michael Mauldin, un programa (chatterbot, o bot platicador) que reside en una computadora en Pittsburgh. Julia se presenta como una mujer joven, coqueta y fanática del hockey (cada vez que la comunicación se complica, ella cambia el tema al hockey). Es capaz de desatar controversia, de comentar noticias de actualidad (tiene acceso a una base de datos), de cometer errores de tipografía, de crear la ilusión de tener humor, de ser sarcástica y en ciertas circunstancias está dispuesta a reconocer que no entiende de qué se le está hablando. Julia es muy celosa de ``su secreto'' y no está dispuesta a aceptar que no es humana. Originalmente, se encarga de ``supervisar'' lo que sucede en un MUD (Dominio Multiusuarios), elabora mapas, memoriza lo que dice cada participante e ignora o reprocha a quienes causan problemas. A este bot se debe el efecto Julia, que se refiere a la forma en que aceptamos y exageramos la ``naturalidad'' de la inteligencia maquinal. En 1993, Mauldin mejoró a Julia notablemente, ya que reemplazó su juego de imitación así como su sistema de reconocimiento y comparación de patrones lingüísticos por una red de activación (una palabra o serie de palabras activa una red de referencias).

Se puede platicar con ambos bots en http://fuzine.mt.es.cmu.edu/mlm/julia.html.

Naief Yehya

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