Carlos Salinas, Joseph-Marie Córdoba y Ernesto Zedillo, el trío que gobierna a México, está intentando lo que resultaría imposible para David Copperfield: seguir en el poder a pesar de que el PRI pierda en las elecciones. De ahí el tono a que ha llegado la campaña de propaganda oficial.
1. El discurso de Ernesto Zedillo está cada vez más desfasado de la realidad: aunque los hombres del ``sistema'' sigan actuando con toda impunidad, pretende de manera obsesiva que tras el 6 de julio habrá ya en el país una ``normalidad democrática'' (como lo dijo una vez más en Oaxaca el 18 de junio). Y, a pesar de la creciente oposición de los mexicanos a las actuales políticas, advierte amenazador que México no tiene otro camino que el del neoliberalismo (como lo repitió ante los miembros del Consejo Coordinador Empresarial el 16 de junio).
2. El papel de los tecnócratas salinistas en la actual lucha por el poder no se esconde, y Zedillo se encarga de subrayarlo: no tienen un mandato de los mexicanos; cumplen una encomienda del FMI y no son, por lo mismo, los defensores del orden constitucional mexicano, sino los guardianes de los intereses trasnacionales.
3. El escenario ideal para el capital multinacional (y para la Casa Blanca) es aquél en el que los gobiernos nacionales se hallan en manos de grupos disciplinados al FMI y en el que no existe riesgo alguno de que fuerzas que no sean funcionales al neoliberalismo alcancen el poder. De ahí que al mismo tiempo que ha proseguido el desmantelamiento del Estado, Zedillo haya asumido la encomienda de, por un lado, poner ``candados'' legales para hacer irreversibles las contrarreformas neoliberales y, por el otro, crear un escenario para aparentar que hay una ``transición democrática'', sólo por el hecho de que el PRI ya no puede triunfar en muchas elecciones.
4. Nuestro país está viviendo uno de los periodos de mayor autoritarismo de su historia y por ello resulta un agravio más para los mexicanos que se pretenda de manera tan burda que estamos a punto de ser un régimen democrático.
5. La democracia está muy distante de llegar a México, incluso si se toma como único referente lo estrictamente electoral. Los mexicanos no tienen una libertad de elección, pues: a) no existe la posibilidad de candidaturas ciudadanas y b) continúa de pie el subsistema partidista del ancien régime, con el PRI como un organismo de Estado y una serie de partidos paraestatales (la chiquillada) que no tienen más función que la de confundir al electorado, a lo que se agrega c) la abierta intervención del salinismo en el PAN.
6. El discurso propagandístico de Zedillo es todavía más lamentable cuando se da en una de las campañas más sucias de la historia reciente, en la que todo el aparato de ``ingeniería electoral'' hace hasta lo indecible para evitar que el desplome del PRI sea mayor y en la que con toda impunidad las fuerzas del ``sistema'' hacen abierta campaña en favor del PRI y en contra de Cuauhtémoc Cárdenas.
7. Las estructuras del régimen siguen siendo profundamente autoritarias y no han dejado de estar fundadas en el principio de la impunidad de los miembros del grupo gobernante, con Carlos Salinas y sus amigos anteponiendo sus intereses privados a los derechos de la nación, y encubriéndose los unos a los otros como en la mafia siciliana. Los derechos individuales se violan de manera sistemática, como lo reportó Amnistía Internacional (19 de junio), y no hay respeto alguno a los derechos sociales de los mexicanos: el derecho a la tierra, las libertades sindicales, el derecho a la información.
8. ¿Quién podría suponer por otra parte que existe un régimen democrático cuando el Ejército sigue actuando fuera del marco constitucional en Chiapas y en otras entidades?
9. Los salinistas están perdiendo todas las formas en su afán de conservar el poder, pero a quien parecen haberle encomendado la tarea de evidenciarse una y otra vez es al propio Zedillo. Al darle posesión a Eduardo Bours, como nuevo presidente del CCE, Zedillo cometió otro error garrafal pues, olvidándose que (formalmente) ocupa la Presidencia de México y que su responsabilidad fundamental es respetar el orden constitucional del país, se asumió como el guardián de los intereses trasnacionales y advirtió a las fuerzas de oposición que de llegar al poder tendrían una serie de ``candados'' y uno de los fundamentales, según él, es que no podrían tocar los intereses ``de la globalización'' y del ``mercado libre'' (La Jornada, 17 de junio), ignorando con esta afirmación que a) las políticas neoliberales se oponen abiertamente a principios fundamentales de la Constitución Mexicana y b) que hay una fuerte oposición no sólo en México sino en el mundo entero al modelo de globalización del FMI, del cual él se asume como guardián. Ernesto Zedillo se olvidó en ese discurso que la soberanía nacional reside en el pueblo y no en el FMI.
10. La transición está por iniciarse y el desafío para los mexicanos es impedirle a quienes gobiernan que sigan disponiendo del país como si fuese su coto privado