Margo Glantz
¿Qué significa la impostura? El caso de Eliade y Culiani

Si uno revisa con cuidado la prensa neoyorquina es fácil advertir un proceso sistemático de desacralización en relación con ciertas figuras que durante largo tiempo fueron consideradas como infalibles. Parte de esa desacralización es política y tiene que ver con personajes que emigraron a Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Sorprendentes fueron las revelaciones que conectaban a Paul de Mann con el nazismo en su Bélgica natal, y, muy recientemente, se han dado a conocer las conexiones que el filósofo Cioran tuvo en su juventud con el fascismo en Rumania. Se ha hablado mucho también de la debilidad que Hanna Arendt tuvo por Heidegger, y se mira como sospechoso el hecho de que hubiese reanudado su amistad con él después de la guerra, a pesar de la afiliación evidente que el filósofo alemán tuvo con el nazismo y su conducta en contra de algunos filósofos judíos, entre ellos, Husserl.

Otro ejemplo del que me quiero ocupar hoy es el de Mircea Eliade, el gran historiador y novelista rumano que pertenecía al Departamento de Historia de las Religiones en la Divinity School de la Universidad de Chicago, autor de fundamentales estudios sobre historia de la religión, a quien conocí hace muchos años en casa de Laurette Séjourné y Arnaldo Orfila. ¿Quién que ha investigado la historia de las religiones no ha trabajado alguna vez sus múltiples libros, entre los que se cuentan El mito del eterno retorno, Mitos, sueños y misterios, El chamanismo, Lo sagrado y lo profano, Iniciaciones místicas, etcétera? En algún momento de su vida, Eliade escribió estas palabras: ``En las sociedades llamadas primitivas, todo secreto es un peligro: Lo escondido se convierte, por el simple hecho de haberse disimulado, en un peligro para el hombre y la comunidad. Un `pecado' es ciertamente una falta grave, pero si no se confiesa, si se calla, se vuelve terrible, ya que las fuerzas mágicas convocadas por el secreto terminan amenazando a toda la comunidad''. Palabras que ahora se nos antojan como proféticas y que condenan al mismo que las escribió, después de muerto.

En uno de los más recientes números del New York Review of Books, puede leerse una reseña escrita por Umberto Eco de un libro llamado Eros, magia y el asesinato del profesor Culiani, no traducido al español y que yo traduzco de manera literal. El título asocia los dos elementos importantes del libro, se trata de un asesinato aparentemente conectado con el amor y la magia. Y es que Ioan Culiani, profesor del mismo departamento donde enseñaba Eliade y también especialista en religión, y además rumano como él, fue asesinado a quemarropa por un pistolero de profesión el 21 de mayo de 1991. Lo anterior parecería sólo un crimen cuyos motivos se desconocen, pero da la casualidad de que hay conexiones sospechosas de tipo político que asocian por una parte a Eliade y por otra al régimen comunista de Ceausescu con este asesinato, o por lo menos con las fuerzas fascistas que aún gobiernan Rumania. Lo explico: Eliade fue siempre el modelo de Culiani, y desde su época de estudiante en Rumania, durante el régimen comunista, trata de continuar sus investigaciones siguiendo la línea de su compatriota y mentor. Culiani logra escapar del régimen comunista, trabajar en Holanda, Italia y Francia, y finalmente, emigrar a Estados Unidos y conseguir un puesto en donde enseña Eliade. Allí, después de continuos esfuerzos y venciendo reticencias, logra convertirse en su colaborador y biógrafo, gracias a lo cual descubre que Eliade estuvo en su juventud conectado con la Guardia de Hierro, una asociación de extrema derecha en Rumania con tendencia nazi y antisemita. Secreto violento, ocultado celosamente por Eliade y que acaba revirtiéndose sobre él, aunque el efecto del secreto descubierto siga un proceso diferente al descrito por el filósofo rumano en su ensayo y que para él era un fenómeno característico de las ``llamadas sociedades primitivas''.

En suma, esta historia policiaca oculta un crimen político y desnuda a una figura consagrada cuya obra parecería impoluta, pero por desgracia ahora aún relacionada con esas guardias de hierro que también emigraron a Estados Unidos hacia 1940, y cuyos descendientes quizá estén conectados con las fuerzas más oscuras de Rumania, vinculados con los esbirros que depusieron a Ceaucescu, derrocado, según pensaba y escribía el propio Culiani, no por un levantamiento popular sino por rivales suyos dentro del mismo sistema fascista de gobierno.