Las condiciones económicas en que los mexicanos cerraremos el siglo XX no son promisorias. Aunque parezca paradójico, esto se desprende del escenario de ``crecimiento y superación de las crisis recurrentes'' que las autoridades hacendarias proyectaron en su Programa Nacional de Financiamiento del Desarrollo (Pronafide).
De acuerdo con los planteamientos programáticos del gobierno, se sentaron ya las bases para impulsar gradualmente una nueva fase de expansión. Para el periodo 1997-2000 se proyecta un crecimiento anual promedio del PIB de 5 por ciento en términos reales. De verificarse, sería éste el primer ciclo de los últimos 15 años en que la tasa general de crecimiento económico se acercaría a su tendencia histórica o de largo plazo (una tasa cuyo promedio es ligeramente siperior a 6 por ciento al año). El rencuentro de la ruta del crecimiento sería la cristalización de más de una década de transformaciones estructurales y tendría como fuerzas motrices a la inversión y las exportaciones. Las proyecciones del gobierno anticipan que estas variables se incrementarán entre ahora y el año 2000 dos veces más rápido que el conjunto de la economía como resultado de las estrategias de promoción del ahorro y del comercio exterior.
En el marco de este círculo virtual (más que virtuoso) el consumo es el único componente de la demanda que crecerá por debajo del promedio general (4 por ciento en términos reales de 1997 a 2000). Su rezago relativo es considerado por las autoridades ``congruente con las posibilidades de crecimiento del país''; pero dado que el crecimiento proyectado del gasto de consumo es superior al de la población, también consideran que es suficiente para ``incrementar el nivel de bienestar de los mexicanos''. Las cifras generales les cuadraron y los autores del Pronafide pueden afirmar lo anterior como si antes de 1997 no hubiera ocurrido nada con el consumo. Si la recesión de 1995-96 y la política macroeconómica no hubieran afectado seriamente este renglón, podría en efecto sostenerse que el tipo de crecimiento proyectado asegura incrementos efectivos del nivel interno de bienestar. Sin embargo, la evidencia disponible y las mismas proyecciones oficiales indican otra cosa.
En 1995 el gasto de consumo privado tuvo una caída anual de 9.5 por ciento en términos absolutos y de 11.3 por ciento por habitante. De acuerdo con las proyecciones del Pronafide, el valor real total que esta variable tenía en 1994 sólo será restablecido hasta 1999.
Y en cuanto a su valor por habitante, que es una medición más verídica del ``nivel de bienestar de los mexicanos'', hacia el año 2000 seguirá estando casi cinco puntos porcentuales debajo de su nivel de 1994. Para decirlo con uno de los clichés de moda en esta temporada: al cierre del siglo y al término de este periodo de gobierno, la recuperación todavía no habrá llegado a los bolsillos de los mexicanos.
Las cifras oficiales indican que la reactivación del mercado interno seguirá siendo irrelevante para los actuales responsables de la política económica. El consumo privado representó 72 por ciento respectivamente. Las proyecciones del gobierno permiten estimar que el descenso continuará en lo próximos años, hasta 64 por ciento en el 2000.
¿A quién va a beneficiar el crecimiento económico que se proyecta? ¿Cuándo y en dónde se va a reflejar el nuevo progreso que se anuncia? Todo esto me recuerda a Laszek Kolakowski. Cuenta este filósofo polaco que fue el conductor de un autobús de Varsovia quien le dio la clave de interpretación del socialismo real. Como los pasajeros se concentraban en la parte delantera del vehículo, el operario ordenaba: ``Avancen hacia atrás''. ¿Será ésta también la clave de nuestro actual modelo de desarrollo?.