La Jornada 16 de junio de 1997

Intifada vasca contra el autoritarismo

Pamplona, Navarra Ť Aparecen cualquier noche, por las esquinas. Van de tenis, rompevientos y jeans. Adolescentes. Se envuelven la cabeza con camisetas o pañoletas. Portan palos, piedras, botes de pintura. Cuando las cosas se ponen extremosas echan mano de molotovs caseras.

Salen a destruir objetos que ellos interpretan como símbolos de la opresión española posfranquista: por ejemplo, las videocámaras que se han instalado en ciertas esquinas donde se protagonizan manifestaciones abertzales constantes. O camionetas de las fuerzas del orden. Cosas así.


Foto: Cortesía del periódico Egin

Cuando aparece la policía se arman zafarranchos. La policía dispara gases o balas de goma. Sean de tricornio negro (Guardia Civil) o boina y suéter rojo (ertzainzta), éstos igual se cubren la cara con caretas negras, cascos supersónicos. Tienen tecnología.

Ellos, sombras de cabeza cubierta, cargan piedras y a veces molotovs. Igual que los jóvenes palestinos de la margen de Gaza. Por eso al fenómeno de estas luchas callejeras --kale borroka-- les llaman la intifada vasca.

Apareció hace cuatro o cinco años, justo cuando se extendía entre las corrientes de opinión pública adultas y acomodadas (el establishment, diríamos en mi generación) la idea de que la lucha armada en Euskadi había perdido su razón de ser, y que ETA no era más que un resabio anacrónico, resentidos del pasado.

``La kale borroca es espontánea. Es falso que la induzcamos nosotros, o ETA --explica el líder de la organización juvenil Jarrai, Jon Solabarría--; va ascendiendo en dureza y es una respuesta a la dureza, del gobierno. Cada vez hay más presos, en 90 por ciento de las detenciones hay tortura. Es una ecuación sencilla: sube la represión, sube la agitación''.

Jon tiene 20 años. Estudia periodismo. Es dirigente del colectivo Jarrai. Semirrapado, intenso, un muchacho muy serio. Con una sonrisa muy de 20 años, sin embargo.

El país vasco es una de las regiones de España con mayor índice de preparación universitaria. Sus cuatro universidades, algunas con fama mundial como la de Deusto o la de Navarra, de jesuitas la primera, del Opus Dei la otra, son ``fábricas de desempleados''. La mitad de los jóvenes que egresan de las carreras profesionales no encuentran empleo. Y de los que encuentran, la mitad sólo trabajan por contratos de dos o tres meses.

Pero el desempleo no es lo único que explica este fenómeno. Es también parte de la lucha de lo que aquí llaman ``los insumisos''. Para los jóvenes españoles el servicio militar los obliga a permanecer un año en la marina o año y medio en el ejército. Entre los vascos el rechazo a ``la mili'' es cada vez más generalizado bajo la idea de que se sirve ``a un ejército de ocupación''.

Aquí, en la ciudad de los encierros de San Fermín, el cien por ciento de los jóvenes se han adherido al fenómeno de la insumisión. Son más de cien los ayuntamientos del país vasco donde esto ocurre. Paradójicamente, los navarros --a quienes España no considera vascos-- son los que más ejercen la insumisión.

Ser insumiso cuesta. Hasta 1995 la pena era de entre dos y tres años de cárcel. Pronto la capacidad de las autoridades quedó rebasada. Más de 300 jóvenes penaban cárcel por este motivo. Entonces se aplicó otra medida administrativa: la inhabilitación. Los jóvenes inhabilitados --suman miles-- no pueden recibir becas del Estado, seguros de desempleo ni beneficios para vivienda. Se prepara endurecer la medida retirando pasaportes y licencias de manejo para quienes, llamados a servir al ejército, se nieguen.

``Por eso para entender la kale borroka no hay que voltear a ver a ETA ni a los abertzales sino al Estado. No por casualidad el movimiento empezó cuando encontraron los cuerpos de Lasa y Zavala'' (dos de las primeras víctimas que se conocieron de los paraestatales Grupos Antiterroristas de Liberación).

Jarrai significa ``continuar''. Es una organización creada hace 17 años. Se calcula que militan en estas filas cerca de dos mil muchachos y representa, dice Solabarría, ``una referencia de independencia para toda una generación''. Por lo tanto, ``el Estado nos ve como un peligro e intenta criminalizarnos''.

Cuando ocurre un incidente de lucha callejera la prensa y la autoridad levantan el dedo hacia Jarrai. ``Es un error. La kale borroka tiene niveles de organización y potencial cada vez más importantes pero es algo autorganizado. No negamos que jóvenes de Jarrai participen en la KB o hayan pertenecido a ETA. Eso no significa que nosotros seamos el dinamizador de la violencia''.

--¿Justifican la violencia, apoyan a ETA?

--La entendemos como una forma de lucha legítima y necesaria. La razón de lucha de ETA se sostiene hoy como antes. Hay jóvenes que lo ven como un referente irrefutable. Otros están convencidos de que va a destruir al país vasco a la larga.

--Es peligrosa la lucha callejera. ¿Cómo se explica que jóvenes se jueguen la vida en esto?

--Buscan hacer que la lucha independentista se conozca y se comprenda. La KB hace que se hable del conflicto vasco en Europa.

--¿Combatir la violencia con violencia?

--Para muchos responde a la estrategia del embudo. Nada que perder; todo por ganar.

De 1993 a la fecha han sido detenidos 200 jóvenes de entre 16 y 18 años. La mayoría están en espera de juicio. Se les aplica la ley antiterrorista con penas que van de 8 a 12 años de cárcel.