Don Rafael Sánchez Guerra, cronista del periódico ABC, madrileño, escribía en su columna ``La actualidad taurina'', del mes de septiembre de 1928, ``Los hijos de Bienvenida'': ``Fui el sábado a verlos. No me interesaba, porque a mí no me interesa ningún becerrista, pero tenía curiosidad por saber lo que era eso. Asistía al espectáculo y me gustaron mucho las cosas que hicieron los niños. Como aficionado, como verdadero aficionado a nuestra fiesta gallarda y varonil, ya fue otra cosa''.
Prosigue Sánchez Guerra: ``Sería lamentable que las corridas de toros degeneraran en eso. Si, animados por el éxito de los niños Bienvenida, y empiezan a salir por ahí niños toreros y se llenan los ruedos de becerristas, nos vamos a divertir todos. A mí el becerrista me parece muy buen torero por afición, pero el becerrista profesional --quien cobra 15 mil pesetas por corrida-- me produce indignación. El becerrista amateur vestido de corto, como Alfredo Corrochano, me gusta mucho. El profesional vestido ya de torero como Manolo Bienvenida, no; no quiero que la fiesta nacional se convierta en juego de niños''.
Remataba el cronista: ``El sábado, los hijos de Bienvenida obtuvieron un éxito grande. El chico es muy simpático, muy alegre y muy valiente. Con la muleta es mejor que con el capote e hizo cosas de dominio y arte. El mayor, Manolito, está más suelto con el capote y es formidable banderillero. Fueron muy aplaudidos y despertaron verdadero entusiasmo en el público''.
Pero... ese pero, afirma Sánchez Guerra: ``Yo comprendo muy bien el entusiasmo del público, nada más que no me explico lo exigente que ese mismo público madrileño se ha mostrado durante el abono con Armillita Chico, el diestro mexicano. Armillita llevaba ya un año matando toros de cinco años y 30 arrobas, y es sólo un mes mayor que Manolito Bienvenida. ¿Qué hace mucha gracia a los becerristas? !Ya lo creo! A mí me hace mas gracia ese otro torero que tiene 16 años, ha tomado la alternativa hace un año y se llama Armillita.
Viene a cuento la anterior crónica a propósito de la presentación en la Plaza México del niño madrileño Julio López, El Juli, que ciertamente no torea toros de cinco años, seguramente ni de tres, y es simplemente un novillero de ``trece años'', con mayor experiencia, técnica, más tipo que los de la tierra, y se los llevó de calle, a pesar de su tiesura.
Los apoderados españoles invierten gruesas sumas de dinero en estos niños a los que ven posibilidades en las múltiples escuelas taurinas españolas, los placean por los pueblos en novillas sin picadores y luego (parece) han encontrado que su presentación en las plazas mexicanas, incluidas la México, es la parte final de su preparación como toreros, antes de el examen final en la feria de San Isidro. Díganlo si no: las actuaciones hace dos años de José Tomas; hace uno, de José Antonio Iniesta, ya refrendadas en Madrid, y colocados como figuras. Este año le tocó al Juli.
Para las normas nacionales, El Juli, se ve como figura. Todo le ayuda, lo joven, lo valiente, simpático y agradable y una técnica bien aprendida; si bien está muy rígido, deja pasar los toros, que no torear, y eso sí, sabe impresionar al público presentando las faenas. Con su primero, un novillín de dulce, en ocasiones hasta ligó los pases e hizo vibrar a la plaza, antes de hacerlo picadillo con la espada; en su segundo se vino abajo y se le vieron los defectos antes señalados. Comparado con De la Rosa y Cavazos, su compañero de terna es un maestro, pero... sólo comparado con ellos. Todo esto con una novillada muy toreable como para principiantes. El toreo no es para niños.