Qué bueno que se discutan asuntos de la política económica; no es un punto para la elección del gobierno del Distrito Federal, que poco incide en su definición, pero sí lo es en la elección de legisladores a nivel nacional, que también tendremos el 6 de julio.
Me ocupo de un tema tocado por el actual dirigente de los banqueros: el objetar la propuesta de ``reducir el pago de la deuda externa a poco más de la mitad de lo que se paga actualmente''. Agrega el declarante que ``el único presidente que propuso el no pago de la deuda externa fue José López Portillo en 1982, y ese año la devaluación fue del 600 por ciento; la inflación fue superior al 100 por ciento, y la salida de capitales fue masiva''.
No es muy congruente rebatir una propuesta de reducir el pago de la deuda con otra de suspenderla. Pero vale la pena ir un poco más al fondo de la argumentación, y a la verdad de nuestra historia. Uno de los medios que permitieron, con Salinas, una modesta y no muy persistente recuperación, después de la parálisis económica del sexenio de De la Madrid, fue precisamente una renegociación de la deuda que, reduciendo los pagos de la misma, dejó un poco más de recursos para el crecimiento del país.
En cuanto a 1982, la propuesta de no pagar la deuda no provino de la ideología de López Portillo, que inició su sexenio poniendo en el centro ganar la confianza de los empresarios y firmando un convenio con el Fondo Monetario Internacional, sino del hecho de que no había divisas en el país. Ya sin divisas, la devaluación era consecuencia evidente, y con ésta los precios se iban a disparar. Lo que produjo todo esto ocurrió antes, como normalmente sucede con las causas de algún efecto. Se gastó un dineral en términos del ingreso petrolero, se mantuvo un dólar barato, al fin que el petróleo pagaba. Si con eso no alcanzaba, se pedía prestado con el futuro petróleo a ser extraído, como garantía. Como sucede con frecuencia, sólo se vieron plazos cortos. El precio del petróleo empezó a bajar, las tasas de interés subieron, y la sacadera de dólares completó el escenario para que se vaciaran las arcas del Banco de México.
La deuda externa, en realidad, ha acompañado a una buena parte de la historia de nuestro país. Se ha hablado de la moratoria de Benito Juárez. Creo que es más ilustrativo el proceso de renegociación de la deuda externa que culminó en 1935, poco después de iniciarse el sexenio de Lázaro Cárdenas. Además de una reducción de la deuda y de su reestructuración a plazos muy largos, se convirtió en deuda en pesos mexicanos. Así, con las devaluaciones que ocurrieron en años posteriores, esa deuda se fue devaluando aún más, y dejó de ser una carga para la economía del país. Eso, junto con la fuerza de Pemex y de un sector público que jugó un papel importante, permitió a México medio siglo de crecimiento sostenido, a un ritmo promedio ligeramente superior al 6 por ciento.
La verdad, no sé de dónde provenga la cuantificación sobre qué tanto debería reducirse la deuda, y en realidad esto sería el resultado de una combinación compleja de políticas y negociaciones. Pero aunque a un banquero le suene feo eso de que las deudas puedan reducirse, lo cierto es que históricamente ése ha sido un medio de reactivación económica, y no sólo en nuestro país