Néstor de Buen
El proyecto morado

El exilio español se inicia, en forma masiva, a partir del final de la guerra civil, formalmente concluida el 1o. de abril de 1939. Los primeros barcos llegan a Veracruz ese mismo año. Algunos, un poco después. Los De Buen Lozano en uno de estos, en un inolvidable 26 de julio de 1940 en que el ``Santo Domingo'', un barquito de la Cía. Trasatlántica Francesa amarró en Coatzacoalcos, para muchos de nosotros --según veíamos las cartas de navegación-- Puerto México.

¡Qué trabajo me costó aprenderme el nombre, de verdad!

No fuimos los últimos. Si no recuerdo mal aún hubo otros después, particularmente el ``Nyassa'', que llegaría también a Veracruz, pero en 1941.

Fueron los primeros años del exilio de intensa vida política. Hasta 1945, la derrota militar se esfumaba en la esperanza del regreso al triunfo de los Aliados.

Error notable. Cuando éste llega, termina la guerra caliente y comienza la fría, Franco se convierte en un aliado importante del anticomunismo. Segunda derrota del exilio.

En 1982, establecida la democracia en España desde 1975, los socialistas llegan al poder. Pero no estaba en los planes del nuevo gobierno resucitar a aquellos exiliados, para muchos personajes inexistentes y para otros, casi olvidados. El exilio perdió la guerra por tercera vez. Para siempre.

1982 marca una frontera. Todos los esfuerzos que se habían hecho desde aquí, con el remate del ``Movimiento del 59'', a lo mejor inútiles, pero sin duda constantes y a veces heroicos, por ayudar a la derrota de Franco, habían pasado a la historia. España no necesitaba --o creía no necesitar-- nada de fuera.

Quizá entonces entendimos que la historia de la reconquista había terminado, con el éxito de la democracia y con la conciencia de que mantenerla era responsabilidad de otros. El exilio dejó de serlo. Miró hacia adentro. Se dio cuenta de que lo nuestro estaba mucho más cerca: en la calle, en las avenidas más próximas, en las necesidades de cada día, en los problemas de una economía decadente y de una democracia formal que no quería buscar la de verdad. Con el consabido corporativismo, la miseria creciente, la corrupción desbordada y un partido hegemónico, simple agencia de empleos y mecanismo maléfico de fraudes electorales. Pero también el México positivo y cálido.

Al principio fue, simplemente, una reacción individual. Y así ha sido por años. Pero ahora las cosas ya no son iguales. Lo que fue el exilio y dejó de serlo es ahora, en lo fundamental, una población mexicana, con raíces que cuentan pero ya no tanto. Con infinitos descendientes que nacieron en este país. Con una curiosidad muchas veces turística y nada más por la tierra a la distancia.

La política la tenemos metida, desde siempre, en los huesos. Y aunque constitucionalmente disminuidos, los trasterrados hemos encontrado ¡por fin! la actividad política real que nos ha vuelto a mover en masa, de frente a realidades y no a hipotéticos regresos. Ahora no tenemos que regresar. Estamos aquí. En nuestra casa. Muchos de nosotros hemos encontrado un liderazgo, motivado quizá, en lo remoto, por el apellido inolvidable del General. Pero vinculado a la clara idea de que quien lleva con honor su nombre tiene personalidad de sobra para valer por sí mismo.

El proyecto es morado, por los viejos colores de Castilla que adornaron la bandera de la República. Una grata reminiscencia. Pero hoy, cuando nos reunimos, cantamos el Himno nacional.

La cita será el domingo 22, a las diez de la mañana en Chapultepec, en la explanada de los Niños Héroes. Pretendemos reunirnos diez mil, pero aceptamos ser más. Será un fin de campaña como en tantos barrios. Nada más que este barrio morado no se hace de calles sino de simbolismos. Lo llevamos puesto, desde muchos años atrás, más allá de muy diferentes formas de pensar. Aunque coincidimos, sin reservas, en una idea común: Cuauhtémoc Cárdenas debe gobernar el Distrito Federal, nuestro DF.

¿Por qué no nos acompañas?