En 1993, Jeffrey, de Paul Rudnick, fue en Nueva York una de las obras teatrales más eficaces y divertidas en torno al sida. Como en El corazón normal o La noche que besé a Larry Lramor, primeras propuestas escénicas importantes, en Jeffrey el espíritu lúdico señalaba ventajas considerables sobre el desánimo y la pesadumbre que prevalecían entre los afectados por la llamada epidemia del siglo, los que cargaban el VIH en la sangre y los que estaban (hasta nuevo aviso) libres de él.
Dos años después, Christopher Asley, director escénico del Jeffrey off-Broadway, acomete la versión fílmica de la obra con un reparto que incluye a Patrick Stewart (el Capitán Picard de Star Trek, la generación próxima), Sigourney Waver, Olympia Dukakis y Steven Weber en el papel estelar. Jeffrey es la primera cinta comercial que aborda el tema del sida desde una perspectiva exclusivamente gay. Es cierto que existe el precedente de Juntos para siempre (Longtime companion, 91), de Norman René, pero su impacto en publicidad y taquilla fue menor, y otro el tono adoptado. La cinta de René, cineasta que poco después también moriría de sida, era la crónica emotiva y triste de los primeros años de la epidemia.
Jeffrey es, por el contrario, una cinta festiva y paródica, con un impulso rabiosamente esperanzador. En ella, la frivolidad y la solidaridad afectiva son trincheras eficaces contra la desesperanza, y derriban las paranoias y terrores de Jeffrey, el joven seronegativo harto de la tiranía prolifáctica del sexo seguro. ``El sexo nunca tenía que haber sido ni peligroso ni protegido'', dice exasperado. Jeffrey toma una decisión: renunciar totalmente al sexo. Justo cuando el simpático yuppie neoyorkino acaba de elegir la abstinencia radical, se enamora, en un gimnasio, de Steve (Michael T. Weiss), un galán seropositivo.
A partir de un cliché favorito de la comedia hollywoodense --el de la pareja dispareja--, Rudnick y Ashley desarrollan, paradójicamente, las situaciones más fársicas de una pareja romántica serodiscordante (un miembro seropositivo, el otro, seronegativo). Se incorporan sátiras de reality shows televisivos con concursos y oratorias fundamentalistas, se parodia a Busby Berkeley en una coreografía de vaqueros gays, un sacerdote explica libidinosamente la presencia de Dios en los musicales de Lerner y Loewe, y un gag recurrente muestra a la Madre Teresa de Calcuta brindando apoyo a un Jeffrey cada vez más atribulado. Jeffrey es también parodia de la comedia romántica sofisticada de los cuarenta (George Cukor, Michael Leitsen) --cortejo galante, resistencia del seducido, capitulación progresiva, apoteosis del final feliz. Todo esto con un fondo de antesalas de quirófanos y cocteles en velorios elegantes. Humor negro obligado, o al menos ineludible, en donde una conducta extravagante es posible efecto secundario del AZT.
La cotidianidad del sida: la realidad que para Jeffrey es insportable. Sus amigos, Sterling (Stewart) y Darius (Bryan Batt), dos ``panteras rosas'' de frivolidad abrumadora, intentan sacar a Jeffrey del bunker mental donde cree protegerse de las inclemencias de la epidemia y hacerle descubrir a través del impulso solidario la plenitud amorosa. Lograr que abandone su papel de ``espectador inocente'', cargado finalmente de mil culpas imaginarias. Jeffrey detesta al sida y la forma en que ha logrado alterar su placidez clasemediera. Su amigo Darius, bailarín de Cats (``Now and forever...''), regresa del más allá, ataviado con su indumentaria felina, y le brinda una clave para que Jeffrey se reconcilie con la realidad circundante: ``Considera al sida como la visita inoportuna que se niega a partir, y que todos odiamos. No vamos a permitir que arruine nuestra fiesta''.
Jeffrey retoma, a su manera ligera y despreocupada, el tono fársico de comedias sobre sida como la estupenda extravagancia musical del canadiense John Greyson, Zero patience (93), o Grief (93), del estadunidense Richard Glatzer. A través de las convenciones de la comedia hollywoodense, admiradas y satirizadas simultáneamente, Christopher Ashley lanza su propuesta romántica: enfrenta el horror de la epidemia con las armas de la solidaridad y el humor, el candor sentimental y la lucidez de la resistencia. Una fábula feliz para una época más alegre; una comedia, hoy por hoy, indispensable.
Jeffrey fue una de las películas sorpresa exhibidas, en video, en la XI Semana Cultural Lésbica-Gay en el Museo del Chopo. Es una producción Orión Classics, distribuída por Columbia Tristar disponible en los centros de video bajo el sello Videomax